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¡Bienvenidos a la Gran Empresa! Nos recibió una mujer morena, de sonrisa diseñada y pelo alisado. Hizo un gesto para que la siguiéramos y emprendimos la marcha con el fin de conocer nuestro nuevo empleo. Lo que vimos durante el recorrido nos resulto inusual y aterrador pero la mujer lo explicaba todo de una manera tan amable que terminamos aceptando lo que allí ocurría como algo normal. En realidad su voz se parecía mucho al sonido de aquellas flautas que hipnotizan a las serpientes en la india. Era difícil no asentir a todo lo que hablaba o sonreír al mismo tiempo en que ella lo hacia. Nos mostró primeramente las instalaciones. Todas estaban a media luz, y en algunas escasamente se lograba distinguir a los trabajadores de las maquinas. La falta de claridad le otorgaba a la fábrica un entorno lúgubre y tórrido. Aquello, según la mujer, se debía al compromiso de la Gran Empresa con el medio ambiente y nos señaló un cartel que hablaba del ahorro de energía para beneficiar el planeta. Convencidos con la explicación nos guió a través de una escalera metálica y descendimos hasta donde se encontraban los trabajadores. Al llegar allí nos sorprendió las condiciones en que laboraban. Algunos, por ejemplo, tenían grilletes que les impedían moverse y otros recibían latigazos de hombres corpulentos y encapuchados cada ves que se detenían a descansar . La mujer nos miro y noto nuestras cara de asombro. No se preocupen- nos dijo con naturalidad- Esto lo hacemos para beneficio de todos. Al optar por estos métodos en apariencia extremos lo que hacemos es aumentar la productividad y por consiguiente las ganancias. Hizo una pausa y continuó- y De esas ganancias recibe el trabajador su salario, con el cual vive él y su familia. ¿No les parece lógico y hasta lindo? Y nos sonrió mostrándonos hasta lo ultimo de sus dientes. Nos explicó también que los latigazos eran inflingidos por personas con experiencia que sabían en donde golpear, con tal de no afectar órganos vitales, esto era una garantía de confianza para quienes los recibían. Y que los grilletes no eran permanente, sino que se retiraban cuando alguien quería ir al baño o en el tiempo del almuerzo. Quedamos tranquilos con aquella explicación, y la seguimos hasta la cafetería. Era un salón pequeño en donde se apostaban ordenadamente algunas mesa y sillas. Los turnos de descanso que al inicio eran de una hora tuvieron que ser disminuidos a quince minutos debido a la cantidad de personas , así que acudían por tandas para evitar que la cafetería se atiborrara. Había ocasiones en que algunos no podían descansar así que la Gran Empresa muy gentilmente les llevaba meriendas a su lugar de trabajo. En las mejores ocasiones era pan con gaseosa y en las peores era tan solo pan. La mujer también nos explicó al instante que nos llevaba a una oficina toda elegante y suntuosa que la Gran Empresa se preocupaba por el desarrollo profesional de sus empleados y les brindaba la oportunidad de asistir a cursos en donde se dictaban charlas de cómo ser el mejor empleado, como ser productivo, como amar a la empresa, y como laborar sin quejarse. Eso sin contar los cursillos semanales de cómo obedecer a tus superiores sin chistar. Estando en la oficina nos presento con el gerente, un hombre de escaso cabello y de mirada tierna, se parecía a un abuelo bonachón. La oficina a diferencia de las otras instalaciones contaba con abundante luz y estaba adornada con toda clases de lujos. ¡Bienvenidos a la Gran Empresa! Nos dijo sin levantarse de su asiento y colocó sus manos sobre el escritorio mostrándonos cada uno de sus anillos. Explicó que para la Gran Empresa todos los empleados son iguales y que él, al igual que los demás, era un simple trabajador. Hizo una pausa y le indicó a la asistente que le sirviera una botella de vino. Con la copa en la mano continuo su discurso. Las Normas son las mismas para todos, con el fin de evitar la parcialidad y que algunos resulten beneficiados. Aquí, en la Gran Empresa, buscamos la igualdad, por eso si el gerente puede tener un carro le damos la oportunidad de que cualquier trabajador también lo tenga mediante una línea de crédito fácil y sencilla . Lo mismo ocurre si las intenciones del empleados es adquirir una vivienda o remodelar la que ya tiene ¡Hay crédito para todo! Y se tomó el ultimo sorbo de vino. De pronto sonó un silbato que se escuchó por todo el lugar y el gerente nos despidió. La Gran Empresa cerraría ya sus puertas y nuestro recorrido había terminado. La mujer morena nos llevó hacia afuera al mismo instante que algunos hombre y mujeres con rostros de cansancio salían de las instalaciones. Nos causo curiosidad ver que aun continuaban personas trabajando en el interior de la fábrica pero ella nos aclaro que aquello se debía a que muchos no podían pagar sus créditos con su salario y debían quedarse trabajando para saldar con horas su deuda. La Gran Empresa prefería este método de pago, que arrebatarles la casas o los vehículos, porque eso resultaría inhumano. Nos dijo que mañana nos esperaba muy temprano y con la mejor disposición y sonrío por ultima vez. Luego nos dio la espalda y con un rítmico movimiento de caderas se alejó hasta desaparecer de nuestra vista.

Texto agregado el 01-06-2010, y leído por 117 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
14-12-2011 ja,jajaja El grado de ironía de tu cuento es superlativo. Modernos esclavos. ¿Quién ha dicho que se ha abolido la esclavitud? Me imagino el grado de liberación que te ha producido escribir este cuento. 5* Susana compromiso
01-06-2010 Muy buen cuento. Me gusta el tono sarcAstico y socarrOn. Arrebatarles las casas es inhumano, pero tenerlos trabajando las 24 horas... serA esclavitud? Lucerodeluz
 
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