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En un tiempo de grata recordación, mi padre y yo fuimos empleados del ayuntamiento de mi pueblo, pero en diferentes departamentos. Efectivamente, por muchos años, él se encargó del capítulo de los usuarios del acueducto municipal. Llegando a manejar con acierto y precisión matemática, el caso particular de cada familia en lo referente al agua potable. En ese campo ignoraba muy poco, siendo su mente una especie de archivo móvil.

Y una mañana que tenía al frente una larga fila de gentes con quejas de diferentes índoles, descubrió casi al final a un hombre que en la infancia había sido su condiscípulo. De inmediato lo llamó al frente para darle un trato deferente y preferencial. Pero el amigo con indiferencia le dijo que él no hablaba con chiquitos. Qué le indicara por dónde se pasaba a ver al síndico de la ciudad para plantearle su problema.

Mi papá con sorpresa, pero diligentemente le puso en contacto con el requerido funcionario. Y al regresar, siguió dándole servicios a los demás con los típicos casos de las acometidas, suspensión de servicios, rupturas de tuberías y asuntos de facturación. Todo dentro de un contexto de cordialidad, eficiencia y prontitud.

Pasó un largo rato y el otrora compañero de áula de mi padre irrumpió en la oficina, pero esta vez con un aire menos brusco y con la guardia más baja: ¡Sijo!—le dijo—me han dicho que aquí el que sabe de ésto eres tu. ¡No, yo aquí soy una porquería!—le respondió mi padre. --No, no juegues. --El síndico me pidió que te explicara mi problema. --Entonces, vuelves al lugar de la fila de dónde te saqué—le cortó mi progenitor con mucha serenidad y sintiendo que había regresado a lo justo.

Texto agregado el 27-04-2010, y leído por 374 visitantes. (28 votos)


Lectores Opinan
29-09-2012 Muy bien hecho, pero además muy bien contada la historia elpinero
08-06-2010 Excelente... me gustó... hay mucha sabiduría escondida en tan poquitas palabras... Un abrazo feisdeass
26-05-2010 1*débil riverdelpuerto
22-05-2010 jajajaj pues así, esa serenidad seguro fue fuente de esas y más enseñanzas de oro...felicidades eufemia
06-05-2010 jajaja, muy pero muy bien! no se merecía trato deferente. Buen texto. Un beso y mis estrellas. Magda gmmagdalena
03-05-2010 Una historia más para el archivo de las debilidades y arrogancias humanas.Ambos protagonistas están en la misma fila . Qué cambia entonces ? Mi saludo negrate
03-05-2010 Pues ya le fue bien a ese "señor" que le bajasen los humos. Bien relatado. Me ha gustado leerlo. Un saludo de SOL-O-LUNA
02-05-2010 Una anécdota muy bien contada, con pinceladas de puro realismo. La soberbia y prepotencia de muchos es el mal de nuestro tiempo y del pasado también (me temo que hasta del futuro), pero basta una cura de humildad bien proporcionada, como lo hizo tu padre, para que esto tenga cura. Poco a poco.....Excelente narración, te dejo 5* claraluz
28-04-2010 ¡Ayyyy... la arrogancia y la prepotencia son malos amigos de los hombres! Cuando entendamos eso y seamos más humildes de corazón, seremos felices. Gran historia, amigo Peco. Bien escrita. Un abrazo. Sofiama
28-04-2010 Bella anécdota. Por alguna razón, por alguna ley que desconozco, la vida se encarga de emparejarnos. Por eso, cuando acá en esta fila azul, alguien te menosprecia, te tira una estrella a la cara como si eso fuera castigo, te mira de arriba hacia abajo... dale tiempo. Simplemente dale tiempo. Ya te lo va a mandar "el Síndico" a pedirte disculpas. Me ha pasado. ZEPOL
 
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