Y ahí nos encontrábamos, a la sombra de un almendro, tirados en el pasto, en un verano viejo y hermoso. Vos tocabas la guitarra, yo solo prestaba mis oídos para escucharte cantar; cada tanto te molestaba para darte un beso.
El viento nos acariciaba los labios, secando los rastros de afecto en ellos. Veía caer el sol, con lentitud y gracia; la luz me mostró tu lado mas bello, el de querer ser feliz. Sabía que podía no estar incluido en aquella felicidad, pero me gustaba mentirme.
Alcé la mano para recoger una almendra del árbol, vos seguías cantando y tocando la guitarra; viendo los últimos rayos de sol de ese día. Observe por unos segundos aquel fruto arrugado que tenia entre mis dedos. No lo probé, lo deje en tu bolsillo sin que te dieras cuenta. Era un recuerdo que nunca ibas a saber el significado, pero estaba seguro de que yo si lo iba a saber.
Yo seguía viéndote cantar y escuchándote sonreír, me contagiabas las ganas de vivir en mis mentiras tan bellas. Yo sabía que intentábamos ser tan hermosos como siempre quisimos ser, que queríamos matar al tiempo que no nos deja vivir, matar a la distancia que tanto nos separa. Intentábamos ser felices compartiendo el presente, nunca pudimos compartir nuestro pasado y nunca sabremos sobre el futuro.

Me levante y fui al baño para tomar un poco de agua. Tantee las paredes para no perder mi camino. No quería despertar a nadie. “Otra vez vos en el mismo lugar” pensaba mientras me miraba en el espejo. Estaba pensando como iba a ser para dormirme e ir al trabajo en un horario decente. Metí de forma desganada las manos en los bolsillos, pero algo me pareció no muy familiar: Una almendra. Me la comi, estaba rica. Me dirigí por ultima vez a la cama, me recosté con sigilo y me dormí una vez mas.

Y ahí nos encontrábamos, a la sombra de un almendro…