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-¿Podrías apagar el pucho por favor?-siempre me decía cada vez que fumaba cerca de ella-. El humo me esta matando.
Accedí a su petición. Me quedaba un solo cigarrillo para disfrutarlo mas tarde.
-¿Hoy salís con tus amigas?-le pregunte mientras observaba como se maquillaba los ojos; nunca le quedaba bien.
-Si, no me preguntes donde porque no lo se
Me quede escuchando el canto de los grillos
-¿A que hora pensas volver?
-No se, no me esperes despierto. Los chicos están dormidos. Te deje un plato de pasta en la heladera para que comas
-No te preocupes por mi- me senté en el sillón y prendí el televisor-. Creo que ya me puedo cuidar solo.
-Eso espero-me sonrió.
No había nada en la televisión, puras publicidades sobre yogures y detergentes. Le baje el volumen así no despertaba a los chicos. Seguía observándola de reojo como se arreglaba, se estaba poniendo ese perfume que tanto odio que le había regalado mi madre; horrible olor. Agarro la cartera y se acerco a mi
-No te doy un beso para no mancharte-miro su reloj-Me tengo que ir, estoy llegando tarde. Te amo, cuidate.-abrió la puerta y se fue.
-Yo también
Me quede solo, como de costumbre.
Me fui a la cocina y me prepare un trago. Una medida de whisky, nada mas. Aquella brisa de Diciembre me hacia recordar tantas cosas de mi juventud. Tiempos pasados, hermosos, pero pasados. Me sentí solo. No comprendo porque, tengo una hermosa esposa, dos encantadores hijos, mucama, casa, dinero, un trabajo estable, no se porque me quejo
Terminado el trago, decidí buscar otro. Prendí mi último pucho. Aquel humo seductor me hizo recordar muchas cosas, todas lindas.
"Tres muertos en panamericana", el noticiero siempre me deprimía.

-Pone algo de pescado.
Accedí a su petición. Me quedaba un solo cigarrillo para disfrutarlo junto con ella. Lo encendí y me lo robo de la boca.
-Dame, te quiero dar de fumar
Me sonreí.
Estábamos los dos juntos en la cama, su cabeza estaba apoyada en mis piernas mientras yo la miraba detenida mente. Me acerco el cigarrillo a la boca para que fumara. Tenia una fascinación con el humo del cigarrillo. La mire, me devolvió la mirada y entendimos que éramos libres, que íbamos a poder disfrutar de aquello por poco tiempo.
Acabado el cigarrillo, me recosté junto a ella en la cama y nos acurrucamos dentro de las frazadas. Solo esperábamos que el tiempo no nos molestara mas. Entre besos, las sonrisas se escapaban. Nos quedamos medio dormidos. Quise quedarme despierto para poder verla dormir en su tranquilidad, hermosa tranquilidad de la noche. Nos queríamos, la iba a extrañar, éramos adolescentes.

Entre abrí los ojos y vi una silueta que me sonaba familiar y desconocida al mismo tiempo.
-¿Otra vez te quedaste dormido?¿no ves que los chicos se pueden despertar?¿dos medidas de whisky?¿Cuantos cigarrillos fumaste?
Aquella vos seguía hablando en su propio monologo. Ya no me parecía siquiera familiar ni agradable.
Me volví viejo, vivo para recordar los días de mi libertad. Me empecé a preguntar, y a reformular esa pregunta en mi cabeza mientras veía aquella mujer hablarme. Abrí la boca solo para resumir mi vida en una pregunta.
-¿Te conozco?

Texto agregado el 14-04-2010, y leído por 212 visitantes. (0 votos)


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