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Aquella noche lo único que me brindaba un poco de temperatura razonable, era aquel cigarrillo entre mis manos. Estaba apunto de apagarse. Todavía tenia ese aliento a café quemado, asqueroso gracias a la suma de tabaco.
Entre en aquel bar, el que quedaba en la esquina de tu casa. Buenos recuerdos si los hay. Una vez leí en una novela la frase: “nunca saludes con la mano a un pistolero zurdo”. Tenían razón. No me gusto aquella novela.
Me senté en la mesa de siempre, aquella en la cual habías escrito “Dente Preto”. ¿Te acuerdas? Claro que si. Se acercó el mozo y me pregunto si quería lo de siempre, la respuesta fue omitida por su estúpida obvies. Me quede pensando, mirando hacia la calle por la ventana. No preste atención a aquel músico, creo que era un tal “Flaco”
Estaba concentrado viendo a aquella mujer de tapado verde, estaba empapada por la lluvia. Parecía como si estaba esperando a alguien. Mi sospecha fue negada cuando alguien no paso.
Se paro y enfoco su rumbo hacia el bar. Entro en aquel antro, prendió un cigarrillo y se sentó en la mesa que estaba enfrente de mi.
No percate en ella, hasta que apago el cigarrillo a medio fumar para sacar uno nuevo y pedirme fuego. No negué aquella petición.
Tenia un hermoso pelo castaño, corto. Ojos esmeralda era lo que había entre su nariz tan pequeña y hermosa. Me asombro su forma de mirarme, solo dos mujer me miraron de aquella forma: mi viuda y la otra todavía no me la crucé.
Inhaló el humo del cigarrillo, agradeció mi cordialidad y se marcho de aquel antro. Linda chica.
El mozo regreso con el pedido solicitado
-Aquí tiene señor, “lo de siempre”-aquella expresión no expresaba mas que la realidad: lo de siempre.
-Gracias-le conteste.
Se retiro sin reparar en mi.
Agarre el paquete entregado y me retire del bar. Aquel “Flaco” seguía cantándole a su muchacha. No me gusto la canción.
Silencio.
La primera vez que entendí el significado de aquella palabra. El tic de mi reloj de pulsera me era insoportable e insufrible en aquella silenciosa noche. La lluvia cesó, los autos desaparecieron. Podía escuchar el crujido de mi cigarrillo quemándose solo.
El frío no calmó. Y al parecer, tenían razón cuando decían que “en invierno no hay sol”.
Seguí caminando por las calles abundadas por la nada. Doble la esquina, me dirigía hacia donde el “sujeto” se encontraba. Quise confirmar “lo de siempre”, así que abrí el paquete, y para mi sorpresa sarcástica, todo estaba en orden.
Levante la vista y ahí estaba él. Era mas bajo de lo esperado, menos robusto. Le entregué “lo de siempre” y pude confirmar su cara de incertidumbre. No le dije nada y el no me dijo nada.. Encendí mi quinto cigarrillo de la noche, le ofrecí y lo rechazó. Al parecer era sano. Observe aquel cielo perdido en la oscuridad y la soledad, ninguna estrella habitaba el firmamento. Bajé la mirada y el seguía estático, al parecer no entendía lo que estaba sucediendo.
Le di la espalda y me fui en dirección a la muerte
Doblé la esquina y, confiando en aquel extraño, me aleje de aquel funesto lugar.
Silencio devuelta. El disparo fue lo que lo interrumpió, certero al parecer.
Sabia que era su primera vez que lo contrataban para que matara al cliente
Pero era sabido, que para mi, era lo de siempre

Texto agregado el 14-04-2010, y leído por 193 visitantes. (0 votos)


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