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La ambulancia estaba llena, era una carroza funeraria: llena de carne olorosa y sin vida. Había estado vomitando sangre por las calles y me subieron a ella como si fuese un secuestro. ¡Dios que apestaba! Me preocupaba el hecho de vomitar a los enfermos que tenia en mis alrededores.
-¡Llegamos!-se escuchó desde la cabina de la ambulancia- ¡Llamen a las camillas!
Sin reparar a quien estaban atendiendo, nos pusieron a todos en camillas para llevarnos a Dios sabe donde. Vomité sangre, nuevamente. No estaba preocupado; llevaba cierto tiempo jugando con la muerte. No puedo decir que fuésemos grandes amigos, pero nos conocíamos bien. Me dieron una pastilla y un vaso con agua. Un tranquilizante, supongo.
-Todo va a salir muy bien-un doctor me dijo- déjanos todo en nuestras manos.
Eso fue lo ultimo que escuche antes de caer en un estado terminal. Apestaba a vomito.
Cuatro días fueron los que estuve en rehabilitación . Cuatro días.
-Usted es alcohólico
-¿Es una pregunta?
-No, se lo estoy confirmando. Tuvimos que hacer un lavado estomacal señor; grandes cantidades de alcohol fueron extraídos. Tememos que su estomago nunca se pueda recuperar.
Todo esto era culpa del whisky; debería haber permanecido fiel al vino.
Prosiguió
-Claro está que con una intervención quirúrgica se podrá mejorar su estado. ¿Usted esta dispuesto a esto? Es lo que le recomiendo.
-No…
Y el resto fue una discusión ética sobre lo que es la muerte y porque no creía yo en lo que ella me decía. Se levanto enojada y meneó su culo hasta la puerta, la abrió y yo me fui.
-Aguarde-me agarro del brazo y su cara cambio a una de preocupación-me olvide comentarle que si toma una medida mas de alcohol no podremos ayudarlo. Deje de jugar con la muerte, es un viaje sin vuelta atrás.
¿Qué deje de jugar con la muerte? ¡Pero si es mas divertido que jugar con la vida! Que me deje de joder esa doctora, ella tendría que ser la persona que deje de jugar con la vida y empiece a tener otros amigos: la muerte es una buena compañera.
Me dejo en libertad, me dio de alta y me fui. Pero antes quería pasear un rato y observar al resto de la multitud de moribundos. Ahí estaba Harry, el pobre Harry con cáncer terminal de pulmón. Todo por el cigarrillo.
-Ven-una noche me dijo, el estaba recostado en su camilla y yo fui a buscar algo de agua-¿Tu fumas?
-Sí
-Toma uno, quiero fumar el ultimo contigo. ¿Que mejor forma de morir que con un extraño?
Nos encendimos cada uno un cigarrillo y lo fumamos como si hubieses sido el ultimo. Creo que lo disfrutamos tanto porque fue el ultimo para los dos.
Harry. Él se llamaba Harry. No podía no despedirme de él. Fui caminando hasta su camilla y ahí estaba él. Durmiendo, tenia sus cigarrillos escondidos.
Salí a la claridad de las luces nocturnas. La vida no cambio en lo mas mínimo: la calle seguía en el mismo lugar y la lluvia nunca paro. Dude entre tomarme un taxi o llamar desde un teléfono publico a que me vengan a buscar. Decidí por la segunda. Fui directo al bar, se encontraba en la esquina contigua al hospital. Irónico. Busque el teléfono estaba al final de la barra. Primero me senté y fumé un cigarrillo que le había robado a Harry mientras dormía, le había hecho un favor.
Se acerco el encargado y le pedí una medida de whisky.
-¿Como va esa vida?-me pregunto
-Rengueando- le respondí-como de costumbre
Se fue. Observe aquel vaso. La medida justa para una muerte segura. Tentador. Hice lo mejor que sabia hacer: Alcé el vaso y lo vacié de un trago.
Aquel Pianista empezó a tocar una canción. Estaba triste al parecer. Todos estábamos de luto.
Un desconocido estaba sentado al lado mío, Compartimos la barra desde que llegue, la misma bebida en diferentes diferentes vasos.
-¿Y a usted?-le pregunté-¿Cómo le trata la vida a usted?
No me contestó, se limitó a escribir en una servilleta un “genial”. Al parecer no tenia muchas intenciones de hablar con un alcohólico desconocido. No lo culpo.
Aquel pianista empezó a cantar. Me di cuenta de que la belleza ruge y grita.
-Esta vida se me esta haciendo muy larga, creo que le pondré un final y así conoceré a mi amigo la muerte. Papa muerte me conocerá de una vez y por todas. ¡Já! Tan seguro esta de si mismo que nos da una vida de ventaja…
Aquel extraño levanto la mirada y se saco los anteojos. Me miró. No se si podría decir que era buen mozo, pero su rostro uno misterioso era.
Si, llovía. Solo dios sabe lo que hizo para llorar de aquella forma.
No me contesto. Se limito a escribir en aquella servilleta arrugada y usada. Me la entregó en mano y se fue con su tapado en el brazo. Se fue. Abrí la servilleta y la leí.
¨¿Para que te quieres suicidar, si muerto ya estas?¨

Texto agregado el 14-04-2010, y leído por 245 visitantes. (0 votos)


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