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-Se me olvido decirte…-





Era una tarde de otoño. Llovía y las gotas resbalaban por el parabrisas. El olor húmedo de la carretera me hacia recordar las mismas tardes de otoño de hacia ya algunos años. Por momentos sentía perderme entre los árboles del paisaje y en lo profundo me parecían refugio.



Y su mirada continuaba perdida…



-Necesito ir al baño, detente en la próxima estación. --Le dije con una voz adormecida-- tratando de disimular mis pensamientos que me alejaban de ese auto. El continuó la conversación entusiasmadamente, mas no logré concentrar mi atención en ella. Detuvo el auto y me observó, como buscando en mí alguna respuesta.
-¿Si?- le pregunté
-Te he dicho que si te sientes mal podemos buscar un lugar donde pasar la noche-.
Bajé del auto sin contestar; era obvio que aquella tarde no me encontraba con el, no podía ocultar ese gesto melancólico en mi rostro.
Marcos era mi novio desde hacia ya dos años, trabajaba en un periódico como redactor de noticias; un día narraba una feliz fiesta y al siguiente algún trágico accidente; ese era su trabajo, aunque el era un poeta reprimido le gustaba su trabajo, siempre dijo “realmente no importa que es lo que haga, trataré de hacerlo bien”; justo la palabra correcta en el momento correcto, nunca perdió la fe en el mismo y con su toque de humildad despertaba algunas envidias, pero el siempre prefirió ignorarlas.
De algo estoy segura ahora, el me amó; no perdía oportunidad para hacérmelo saber.
Su tez trigueña resaltaba sus profundos ojos negros, que se hundían bajo las cejas tenues al color castaño de su cabello. Lo conocí cuando realizaba mi servicio social en el periódico donde el trabajaba; yo tenia acerca de veintiún años y el unos veintitrés, trabajé con el un tiempo, salimos otro más y decidimos vivir juntos.

Regresé al auto con mejor cara, sabía que era mejor dormir así el no vería mi expresión por el resto del camino; pero fue inútil. No dejó que lograra conciliar el sueño, apenas veía que cerraba los ojos comenzaba un nuevo tema de platica; después de un rato en esa situación comprendí que no podía seguir evitándolo, así que me propuse atenderle. Hablaba de política y de porque el mundo no llegaría al siglo XXII, me pedía opiniones y mis respuestas eran apenas las necesarias para sostener la platica.
-¿Qué pasa Juliana?, has estado tan alejada todo el camino…
-Solo estoy nerviosa no es nada- respondí. Hacia ya tres años que no visitaba la casa de mis padres, y francamente hubiera podido prolongar más tiempo esa visita, pero Marcos insistía en conocerlos y formalizar nuestro noviazgo. Yo consideraba eso innecesario pero el siempre tuvo ese aire tradicional que parecía romántico a los ojos de cualquiera.

Desistió de hacerme conversación y el silencio continuó creciendo, el ambiente se comenzó a sentirse denso. Mientras caía la noche, observaba fijamente la luna; era algo inevitable no recordar en esa noche, era como evitar respirar; en ese momento no sabía con claridad hasta donde me llevarían mis pensamientos; sin embargo las sombras de los árboles me llevaron hacia aquellos recuerdos, entonces un escalofrió recorrió mi espalda y de entre mis labios sin emitir sonido se escapo su nombre…, asombrada de mi misma pues hacia tiempo que no me atrevía a nombrarlo; ¿sería esa noche de otoño tan parecida a la de aquellos días?... No lo supe entonces y aun no lo sé.
-Es una noche tranquila ¿no lo crees?
-Si… pero hay algo que me inquieta --comente para mi misma--
-Dame una foto-
-¿Qué dices?...
-Si, tomate una foto ahora, anda para mi-.
Traté de aparentar ánimo y saqué la cámara de mi bolso, comencé a jugar con ella mientras tomaba fotos de ambos; poco a poco mi semblante cambiaba. Marcos se percato de mi cambio de ánimo, me pidió que me acercara y que le diera un beso.

Desperté en su hombro cuando el ruido de la ciudad sonó en mis oídos, lo abrasé suavemente y comencé a reconocer la ciudad, las calles, algunas casas, todo me era tan familiar como si me hubiera marchado apenas ayer.
-Detente ahí, en la casa blanca-.
Tocamos el timbre, un poco nerviosos, sus ojos me miraban de una manera tan cariñosa que tranquilizaba mi cuerpo de manera instantánea, tomó mi mano y en ese momento mi madre habría la puerta. Ella estaba contenta, tanto que alguna lagrima se le escapo de los ojos.
-Juliana, mírate si estas igualita, dijo mamá
La abrasé fuertemente y creo que también de mis ojos se escaparon algunas lágrimas de nostalgia; me limpié los ojos y le presenté a Marcos quien sin esperar algún gesto de aprobación la saludo con extrema cordialidad.
Los nervios desaparecieron por completo; pasamos a la sala y todos los recuerdos volvieron en un instante, eran los mismos muebles, las mismas cortinas, la silla en la que acostumbraba comer; era mi hogar, de donde huí para poder olvidar y ahora estaba ahí con recuerdos buenos de mi infancia y recuerdos tristes en los cuales trataba no pensar.
-¿Y papá?
-A ido a comprar pan para el almuerzo, no tardara, el esta feliz de que estés aquí-.
Marcos y yo recogimos las maletas; dormiríamos en la habitación de huéspedes donde la cama era mas grande, pero no pude evitar desviar la mirada hacia mi antigua habitación --No tiene caso entrar, ya no hay nada de mi vida ahí, solo recuerdos es todo—pensé. Después de dejar las maletas me detuve justo frente a la puerta; Marcos siguió a la sala, entonces me encontré sola e instintivamente abrí la puerta. Mi sorpresa fue que todo estaba en el mismo lugar, justo como lo había dejado; pensaba en que talvez lo habrían convertido en bodega o que regalarían mis cosas.
Me recosté en la cama y desde ahí contemple toda la habitación; cerré los ojos…
-Hay algo para ti en el buró- dijo mi madre al entrar.
En el buró encontré un paquete de cartas; miré a mi madre con desconcierto. Aunque traté de aparentar que no tenía idea de donde provenían esas cartas, sabía que solo podían venir de una persona… de él. Cuando termine de leer cada letra de los remitentes y confirmar mis pensamientos; baje la cabeza y quedé sin habla.
-Te tardaste en volver, pero esas cartas no dejaron de llegar
-No tenia caso que las guardaras tanto tiempo, es solo pasado, solo eso-. Levante la voz, deje las cartas sobre la cama y salí de la habitación.
En la sala me encontré a mi padre y a Marcos hablando; parecía que se simpatizaban un al otro.
Mamá sirvió el almuerzo y una plática surgió en la mesa. Todos parecían estar felices, contaban chistes y hablaban de algún programa de televisión, --nada importante-- pensé.
-¿Y tu que opinas Juliana?- pregunto papá.
-¿Eh?...- respondí desorientada
-Ha estado así todo el viaje señor, se ha vuelto su estado normal- interrumpió Marcos después de algunas risitas.
En ese momento me sentí una tonta y me ruboricé completamente; después de todo nunca supe como ocultar mis sentimientos, era bastante obvia; deseaba regresar a la habitación y leer una por una de las cartas.
Después del almuerzo papá y Marcos charlaban en una especie de plática de hombre a hombre; --¡donde era preferible no estar presente!--, decía mi madre.
Me quedé quieta observándola lavar los platos; le ofrecí ayuda, pero se negó totalmente. La verdad es que deseaba preguntarle más sobre las cartas; pero mi orgullo era grande y no pensaba mostrarme débil frente a ella. Preferí guardar silencio.
Al caer la tarde Marcos y yo salimos a caminar. Le había prometido que le mostraría el lugar en el que había crecido.
Primero recorrimos las calles del conjunto; mientras yo veía con melancolía el lugar, el parecía disfrutar el recorrido. En ese momento me di cuenta que estábamos siguiendo el mismo camino en círculos, pasábamos por la misma tienda por las mismas casas una y otra vez; no hablábamos y yo tan solo miraba el suelo.
-Mejor regresamos; estoy cansada
-Pero…
-Por favor- dije terminantemente.
Regresamos a casa, Marcos un poco decepcionado del paseo y yo con más ansias que antes de leer las cartas en el buró. Insistieron en que saliéramos a cenar pero me excusé en un dolor de cabeza que no existía, le pedí a Marcos que los acompañara pero el prefirió quedarse conmigo.
-Me voy a mi habitación- le dije demasiado insegura; el contesto mas seguro que yo
-Esta bien, yo dormiré en la habitación de visitas.
Hubiera estado bien agregar algo mas talvez un “no hay necesidad” o algo que liberara tanta tensión en ese momento, pero de nueva cuenta no fui capaz y no dije nada, solo camine hacia mi habitación, tratando de no hacer ruido y de no pensar en lo que Marcos estaba sintiendo en ese momento.

Me recargué tras la puerta y rompí el silencio con un suspiro, cerré los ojos y camine hacia la cama donde me acosté abrazando una almohada, sabia cuanto quería abrir las cartas pero aun me lo preguntaba a mi misma talvez como para alargar el tiempo de espera. Cuando ya no pude mas olvide la pregunta de si quería o no leer las cartas y simplemente tome la carta mas vieja y comencé a leer…


7 / 04 / 03

Juliana: … Se que he cometido errores, estoy realmente arrepentido, …la noche pasada no era yo quien hablaba, no se que fue lo que paso, …lo que mas me duele fue haber actuado en contra de mis sentimientos, de lo que en verdad sentía, porque yo solo puedo amarte y sin ti nada de mi mundo ahora encuentra sentido, … perdóname …, Rodrigo


Al leer esto a mi mente regresaron imágenes que parecían perdidas en mi mente y los recuerdos se convirtieron en sombras grises del pasado --cosas que pasan-- dije entre dientes. Mire al techo fijamente para no mostrarle a esa habitación la mirada sin rumbo que tomaron mis ojos. Justo en ese instante desperté del transe en el que me encontraba al entrar Marcos a la habitación; enseguida coloque la almohada sobre las cartas y disimule una vez más.
-Escucha, ¿estas segura que no quieres que me quede contigo esta noche?
-Es mejor por hoy… mis papas y tu sabes…
-Entiendo, no te preocupes eso era todo… buenas noches- dándose la media vuelta.
-¡Oye!, espera un momento, te vas y no me das mi beso de buenas noches, ven acá.
Lo tomé en mis brazos como si se tratara de un niño que ha sido castigado, ambos necesitábamos ese abrazo. Acaricio mi rostro y me beso tan delicadamente que pareció el roce del sereno.
-Buenas noches-.
Después de su paso por mi habitación quede sin intenciones de seguir leyendo, entonces tomé las cartas y las guarde de nuevo, excepto una, la mas reciente de todas las cartas. La sostuve un buen rato entre mis manos mientras me cubría con las sabanas y me acomodaba en la cama; en otro impulso abrí la carta.


11 / 12 / 05

Ya no importa si no has leído ninguna de las cartas que he escrito, seguro que tu madre no las envió como me dijo cuando las comencé a llevar a tu casa…, si es que acaso estas leyendo esta será la ultima. Me iré de la ciudad, me hubiera gustado saber de ti antes de marcharme, pero debo admitir que no te busque mas por respetar tu decisión; me dijiste que me alejara y lo hice pero no te deje de amar, talvez alejarte de mi fue lo mejor que pudiste hacer, ahora entiendo que irte fue tu salvación… yo no te logre olvidar espero que hayas podido olvidar el mal que te causé; me iré en un mes... te dejo una dirección y seguiré el camino...


Esa noche no dormí, me acogí leyendo las cartas; y llore cada letra escrita. Hacia tiempo que no lloraba así, ese llanto que comienza desde el alma, desgarrado todo a su paso y al salir apenas emite un triste y melancólico sonido. No fue fácil mas no me fue extraño darme cuenta que esas llagas seguían abiertas; aun temblaban mis labios al recordarle.

A la mañana siguiente Marcos me levanto con mucha prisa debíamos llegar a misa de ocho de la mañana. Yo nunca fui muy religiosa pero Marcos tenía la costumbre de ir los domingos temprano a la iglesia; al parecer su familia era de carácter algo religioso.
Esa mañana replique un poco, generalmente lo acompaño con gusto pero mi noche anterior havia sido bastante desagradable y no podía ocultarlo en mi rostro desvelado.
Casi en contra de mi cuerpo llegamos quince minutos temprano antes de que comenzara; aun no havia mucha gente y se podía sentir un silencio muy agradable.
Me arrodille y le pedí a Dios en silencio que librara mi mente de recuerdos inútiles y dolorosos; Marcos también hizo lo mismo, pero el pensó en voz alta.
-… te pido que nos des paz, amor y sobre todo hoy te doy gracias por tener a la mujer mas maravillosa del mundo justo a mi lado.
--En ese momento tomó mi mano tan tiernamente que sentí algunos escalofríos--, lo abracé y le di las gracias por sus palabras; pero el nunca me había aceptado las gracias, siempre contestaba con un –solo digo la verdad-.
No deje de pensar en sus palabras durante toda la misa. Pensé que era demasiado afortunada por estar con el y estaba decidida a llegar a casa, entrar a mi habitación y destruir todas las cartas y así romper por completo con el recuerdo que me producían, todo volvería a sepultarlo en el fondo de mi mente y corazón.
-Tengo una sorpresa para ti Juliana. Sonrió Marcos
-Pues ya quiero que deje de ser sorpresa… dime anda- respondí animada.
Condujo por algún rato y comencé a pensar que se había extraviado; hasta que al fin comenzó a preguntarme algunas calles; yo lo guiaba con impaciencia. Llegamos a un acogedor restaurante frente a la playa. Me di cuenta que estaba siendo muy ansiosa y me mostré desde ese momento poco sorprendida.
-¿Qué hacemos aquí? son las nueve y media de la mañana…
-El restaurante lo abren a las ocho… eso decía en la sección amarilla- respondió.
Nos sentamos en la mejor mesa y no fue difícil ya que éramos los únicos en el lugar, podíamos mirar las olas y la arena no tan clara, más bien oscura pero limpia; y puse sentir una brisa fresca por mis pómulos; era un buen momento, el perfecto talvez. Comenzó a jugar con mis dedos; mientras yo observaba el horizonte el tenia sus ojos clavados en mí.
-¿Te puedo preguntar algo?- rompió el silencio
-Sabes que si…
-¿Qué es lo que te sucede últimamente?, acaso te arrepientas de traerme con tus padres.
-No digas eso, que no es. Te amo y eso lo sabes…
-Casémonos- y sus manos sobre mis manos temblaron.
-¿Qué dices?... no entiendo esto, ya lo habíamos hablado
-Pero es que ahora pareces estar en otro mundo, estas cansada de mi- bajo la cabeza y pude sentir su tristeza a través de su expresión.
-Nadie nos va a separar- dije sin pensarlo
-¿Nadie?... desde cuando hablamos de alguien más, ahora si estoy seguro ¡a ti te pasa algo!.
En ese momento estaba demasiado nervioso, dude de mis palabras de mis expresiones de todo; no pude mas y me levante de la mesa. Tomé un taxi que me llevo hasta la casa de mis padres; al llegar Marcos aun no estaba ahí; empaque y salí sin despedirme de nadie en la casa.
Talvez fue la reacción mas inmadura que pude tener pero no me sentía con animo de dar explicaciones, era mejor así pensé. Al llegar a casa, el y yo podríamos hablar mas tranquilos; así podría pensar mejor las cosas.
Pero el camino no fue condescendiente, sentí que duró una eternidad y las paredes del autobús se venían sobre mi; no pude dormir ni un segundo, pensaba en Marcos pero también no podía dejar de pensar en Rodrigo, ¿qué habrá sido de el? Me preguntaba, ¿donde estará?...
Baje del autobús con mucha prisa, empujando a la gente frente a mí. Sentía una extraña desesperación por llegar a casa; ya no estaba molesta más bien tenia miedo de perder todo una vez más.

El departamento estaba oscuro, busqué su maleta pero el aun no estaba ahí. Me tranquilicé y caí rendida sobre la cama; de nuevo no conseguí dormir, a pesar de que ya me sentía mejor aun continuaba tensa. Preparé la ducha --eso me relajaría--; me oculte bajo las burbujas y deje de pensar por algunos minutos.
--Se oyó abrir la puerta--

-¿Juliana estas ahí?- tocó a la puerta del baño
-Aquí estoy…- respondí titubeando.
Abrió la puerta y en silencio se sentó sobre el escusado; solo la cortina de baño nos separaba y una ventana empañada nos reflejaba a ambos, apenas podía distinguir hacia donde miraba, parecía pensar, querer decir algo. Yo también quería hablar, pero estaba ahí junto a mí y no encontraba excusa para mi actitud, ni siquiera podía describir el motivo de la pelea. Sentía que en el fondo el sabia todo.
-Lo siento… actué como un tonto
-Olvida todo eso ya- respondí
-¿Así de fácil?
-No hay porque hacerlo más difícil
-Tienes razón…

Tan simple como tan superfluo; sujetó mi mano y nos dimos un calido beso, que no dejo de ser hermoso, a pesar de que sabíamos que no todo era tan fácil; tal vez era miedo a descubrirnos débiles y dudosos o miedo a que nuestra relación no resultara ser aquella que creíamos era.

Cuando Salí de la ducha Marcos tenia preparada una agradable mesa y la cena olía muy bien.
-Has cocinado; delicioso hacia tiempo que no lo hacías
-Hoy lo merecemos ambos- respondió entre una risa picara.
Cenamos con una enorme paz, lo sucedido en casa de mis padres no había sido mencionado; obviamente en ese momento a ninguno de los dos nos convenía recordar.
En el fondo no había por que hablarlo, todo estaba claro. Decidimos olvidar.


INCOMPLETA.... :( †

Texto agregado el 24-06-2004, y leído por 237 visitantes. (0 votos)


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