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no tenía un centavo cuando me llegó la nota de embargo por tantas locuras que había cometido a mi vida... el corazón, aquel traidor, se puso a saltar como mono... mis pensamientos auguraban cataclismos urbanos... dios mío, pensaba, qué pesada es la vida... uno llega y no hace más que tropezar contra medio mundo... es tan duro vivir estar en la línea de lo correcto... nací imperfecto, mis padres decían que era terrible desde niño, yo no recuerdo tanto... dios mío, volví a sentir... bajé la cabeza y sentí una ganas inmensas de morir... sabía que las deudas vendrían conmigo... pero, también, sabía que todo pasa, así como el tiempo, que acomoda al más desacomodado, o sino, lo vota por la ventana del mundo... cogí el papel y llamé añl teléfono que indicaba. aloooou, respondió el teléfono. ¡alo! señorita, aquí me ha llegado un papel en donde dice tal y tal... y yo no tengo nada ni donde caer muerto... tiene que haber una solución, le dije... ¿no tiene nada?, preguntó. sí, le dije, nada de nada... entonces, venga a llenar un formulario y así veremos qué hacemos con su deuda... volví a respirar armoniosamente, y el corazón dejó de saltar, y mi voz parecía a la de un ángel... le pedí la dirección y sin perder un segundo, fui... era un gran edifico. entré y busqué el piso que me había indicado. llegué y entré a una pequeña oficina. miré el lugar de arriba a abajo y vi a no menos de cincuenta personas, y todos parecían tener los mismos problemas que yo... había una silla. me senté y esperé a que llegar mi turno. me quedé dormido. una mano de despertó. lo están llamando. entré y dentro de un cuartucho había una señora mayor de sesenta años, gorda, vestida de un traje colorido, y con mas pintura en la cara que un lienzo de Van Gog... me miró a los ojos y le dije lo que tenía que decir. me entregó un formulario, lo llené y se lo entregué una vez firmado... me paré y fui a la calle... caminé hacia mi casa y en una esquina vi algo muy hermoso. me senté en el suelo y me puse a contemplar lo que ocurría... un perro estaba orinando en la falda de un viejo árbol... le vi terminar, y no sé porqué, sentí acompañarle... cuando llegó la noche, el perro entró por unos callejones que me hicieron dudar en seguirle... igual lo hice y cuando entré, vi a una manada de muchachos que estaba sentados en el suelo, hablando de cosas que no entendía... me di la vuelta y volví a mi casa... iba a entrar, pero decidí seguir paseando por las calles, por la noche, por esos rincones que no sabes lo que tienen que ofrecerte...

Texto agregado el 25-03-2010, y leído por 196 visitantes. (0 votos)


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