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CLONACION: A LA BUSQUEDA DE UN DEBATE
Los clonados caminan entre nosotros.


Omar Barsotti,

Cada tanto, alguien sopla las brasas de las noticias, reavivando las preocupaciones en la cuestión de la manipulación genética en general y la clonación en particular..No hay un debate en regla, pero sí hay opiniones encontradas y, sobre todo, muchos temores, quizá ciertos pero ocultos y mal expresados. Parece el tiempo de provocar un debate explícito sacando a relucir las contradictorias verdades de todas las partes para determinar ( quizás nunca terminar de ) qué hacer con el progreso científico en una disciplina que nos toca tan de cerca como es la biología.
Hace unos días alguien anunció que un bebé clonado está siendo engendrado en algún reino de la mítica Arabia, lo que no sé porque prestó mayor veracidad al anuncio y a la vez lo presentó como algo remoto, misterioso e imposible de detener. Simultáneamente, desde un matutino de Bs.As., un artículo de Pedro Rodríguez indaga sobre las reflexiones que Francis Fukuyama hace sobre la influencia de la tecnología genética en el futuro del ser humano como tal, cuya cultura, alega, es hija de sus imperfecciones, a las que la ciencia genética está prometiendo hacer desaparecer.
A la vez terrorífica y fascinante, fruto de una pesadilla y parte de un sueño utópico, la posibilidad de producir seres humanos en serie por clonación y, además modificados, se abre como una puerta al abismo de nuestros más ancestrales temores. La ciencia, esa hidra fantástica cuyas cabezas se multiplican a medida que se las cortan, ha promovido, esta vez, una corriente de rechazo solo comparable con el que la energía atómica despertó cuando Hiroshima y Nagasaki nos mostraron el lado oscuro del progreso técnico.
La clonación, sin embargo, no es nada nuevo, ni tan siquiera puede ser clasificada como antinatural o monstruosa. La consideramos el máximo peligro de la revolución biotecnológica, pero la naturaleza ofrece múltiples ejemplos que van desde el de la estrella de mar, que puede generar gemelos a partir de sus pedazos dispersos, hasta las hidras y las levaduras que se reproducen por gemación, iniciando nuevos individuos a partir de brotes, es decir de clones.
Tenemos una visión antropomórfica y antropocéntrica de la realidad biológica. Concebimos al resto de la naturaleza como copias más o menos caricaturescas de nosotros mismos y obligadamente poseyendo nuestras formas y mecanismos biológicos.
El hermafroditismo, por ejemplo, que es tan común en el universo vivo, nos parece una excepción que violenta las reglas para confirmarlas. La autofecundación y la partenogénesis, mucho más abundantes que el bisexualismo como métodos reproductivos, son tomados como curiosidades biológicas. Los mecanismos de reproducción mixtos que integran un ciclo asexuado con uno sexuado, como es el caso del plasmodio, o un ciclo unisexual con uno bisexual como es de las avispas, abejas y otros artrópodos, o el de las ostras que son primero machos y luego hembras, son como ignorados por el ser humano que solo concibe una sola manera de ser y reproducirse, que es la suya propia.
La naturaleza tiene una criterio más amplio que el nuestro y ha buscado( y probablemente sigue buscando) todos los caminos posibles para garantizar la reproducción y la supervivencia. Los óvulos de especies que normalmente no se desarrollan por partenogénesis lo hacen, sin ser fecundados, al ser estimulados artificialmente en circunstancias que podrían ser también accidentales. Los óvulos de las ranas pueden ser estimulados de esta manera por una punción realizada con una aguja fina mientras que, en otros óvulos, la división puede ser inducida por agitación, por el agregado de sustancias químicas o por la simple modificación de las condiciones del medio. Por algunos de estos sistemas, hace ya fácilmente 40 años se produjeron ranas y conejos adultos en el laboratorio de Gregory Pincus. Por todo lo demás, la mutación es un método usual en la naturaleza y, si aceptamos la evolución debemos admitir que somos todos mutantes.
La literatura fantástica y la ciencia ficción se alimentaron de tales descubrimientos y sus implicancias. Aldous Huxley, en Un Mundo Feliz, hace que un entusiasta “director de incubación y condicionamiento”,describa al que llama método de Bobanosky : “ En esencia – dice – la “bobaniskificación” es una serie de paros del desarrollo. Controlamos el crecimiento normal y, paradójicamente, el óvulo reacciona echando nuevos brotes”.Es decir clones.
Cuando Huxley imaginaba esta escena, la genética estaba aún en los pañales que les colocara el mendelismo. Pero la mente científica y literaria de Huxley preveía las posibilidades y temía sus consecuencias, y recurría a la ciencia ficción para analizarlas.. Su imaginario director interrogado sobre las ventajas de “ fabricar personas en serie!” nos revela, vehementemente convencido : “Pero hijo mío...de veras no lo comprendes?.El método bobanosky es uno de los mayores instrumentos de la estabilidad social. Hombres y mujeres estandarizados, en grupos uniformes. Todo el personal de una fábrica podría ser el producto de un solo óvulo...noventa y seis mellizos trabajando en noventa y seis máquinas idénticas”.
Huxley no era el primero en expresar literariamente el temor a la utilización de técnicas surgidas de la ciencia para manipular la naturaleza humana. El monstruo del Baron Von Frankestein, hoy una posibilidad científica, horroriza por su carácter de fenómeno extraño. El monstruo muere no porque su existencia no sea posible, sino porque su creador no puede controlarlo y los demás no pueden comprenderlo, no importa si la tecnología es prometedora. La sanción ética puede condenar el uso del producto científico, pero no clausurar anticipadamente la puerta abierta por la investigación y la imaginación..
En la isla del Dr.Mori, la cirugía convierte a animales en hombres horrorosos y singulares, todos son dominados mediante la tortura y el autoritarismo hasta que se rebelan y destruyen a su cruel creador. En Los Niños de Brasil el temor es que a partir del material genético y siguiendo el método de la clonación se multipliquen las réplicas de un ser tiránico y demoníacamente demagógico. En el “Hacedor de Universos” de Phillips Farmer, la manipulación biológica es total y quien lo domina, embriagado por su poder, crea seres de diseño caprichoso y transforma a seres humanos en quimeras. En “Cita con Rama”, Arthur Clarke imagina a unos viajeros del espacio alojados en una nave que replica un planeta, cuyos cuerpos, contenido mental, instrumentos y equipos, pueden ser diluidos y oportunamente reconstruidos en una sopa primordial cuyos elementos básicos se procesan en moldes electrónicos .En El Ojo de la Aguja, una de mi autoría recién publicada, un grupo de religiosos creen salvar al mundo clonando a Cristo. El tema plantea no pocos interrogantes habida cuenta de que parece ser que Cristo es más necesario que nunca.
Estos autores no sueñan. Arman, a partir de conocimientos científicos ciertos, hipótesis y presunciones y proyecciones lógicas, nuevas inquietantes hipótesis que, muy probablemente, sean realidad en el futuro. Sino se supusiera así ¿Porqué las prohibiciones de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en 1986?:
Se prohíbe:
1- Crear seres humanos idénticos mediante clonación u otros métodos.
2- Implantar embriones humanos en individuos de otras especies.
3- Crear hijos de personas del mismo sexo.
4- Fusionar embriones o toda otra operación susceptible de realizar quimeras ( organismos fantásticos derivados de una especie o de la combinación de varias).
5- Practicar ectogénesis ( matriz artificial)
6- Elegir el sexo mediante manipulación genética con fines no terapéuticos.
7- Reproducir gemelos idénticos.
Y también podríamos citar, en la misma línea de pensamiento, las normas que se crearon para los robots mucho antes de que estos comenzaran a ser lo que hoy se teme que sean, incluida la posibilidad de hacerlos verdaderos Golem semibiológicos fácilmente procesados por clonación.
Ya hoy, muchas de estas prohibiciones han sido violadas. A los seres humanos nos place sentir la fascinación del peligro caminando por la cornisa de nuestras extremas posibilidades. Nos embriaga el filo de la navaja. Por eso el conocimiento no se detiene y sigue incrementándose a pesar de los riesgos que conlleva.
Nuestra actitud frente al progreso es dicotómica. La curiosidad, el deseo de conocer, explorar y explicar es instinto en el ser humano, quizá uno de los pocos instintos que conserva, pero que define profundamente su existencia y hace la diferencia con lo mero animal. Buscamos, pero nos asustamos por lo que podemos encontrar...navegamos, pero en nuestros planisferios estampamos la advertencia medieval: “ Más allá, solo monstruos”. En todos los tiempos se ha prevenido sobre el conocimiento científico, pero seguimos incrementándolo fascinados por su ominoso vértigo.
Aldous Huxley estaba preocupado por la experiencia totalitaria en Europa entre ambas guerras mundiales. Tenía la pesadilla de un gobierno totalitario que utilizara la manipulación biológica como forma de extinguir la identidad y la individualidad. Combinado con los métodos psicológicos de manipulación mental los resultados serían previsiblemente espantosos. Hoy, casi cincuenta años después de Huxley y sus temores y Orwels y sus premoniciones, todavía la literatura, el cine y la televisión se empeñan en mostrarnos las amenazantes probabilidades del manejo de la mente humana y, aún peor, de su base biológica.
A Fukuyama se le ocurre que nuestra organización social deviene justamente de nuestras imperfecciones. ¿Donde iríamos a parar si ellas desaparecieran?, se inquieta.
La inquietud crea una paradoja: ¿si nos mejoramos limando nuestras imperfecciones, empeoramos, nos destruimos?. No se nos escapa que este preconcepto puede aplicarse a todo progreso tecnológico: ¿somos peores con motor a explosión que sin motor a explosión?. ¿ Somos mejores sin antibióticos que con antibióticos?. Si logramos superar las barreras naturales a los transplantes, ¿seremos culpables de darles nuevas oportunidades a los inválidos?. El mundo posthumano que pronostica el autor del “Fin de la Historia...”¿ será necesariamente peor que el nuestro debido a los cambios que traiga la aplicación de la ciencia genética?.
El centro neurálgico de nuestros temores está en el uso del conocimiento. Estoy seguro que el hombre del neolítico que ideó la forma de encender fuego a voluntad, recibió el repudio de una parte de sus congéneres asustados por la posibilidad de quemarse ellos o sus posesiones.
Pero el fuego permitió que la humanidad sobreviviera y, también, le proveyó de un arma. ¿El motor a pistón debiera ser condenado porque gracias a él los B-29 americanos llevaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki?.Con igual pretexto podemos decir que los hermanos Wright son responsables por haber facilitado el desarrollo del avión moderno. Un martillo sirve para construir muebles o para hendír cráneos y el hacha, tan ominosa en manos del guerrero y el verdugo, es una útil herramienta en manos del hachero.
¿Podemos hoy todavía condenar la fecundación in vitro?. Ensayemos una hipótesis: si se diera el caso extremo de que la humanidad fuera destruida totalmente por una catástrofe y un último y solo ser humano tuviera el conocimiento y los elementos para clonar y reproducir nuevos seres humanos, ¿debiera hacerlo u abstenerse y dejar que la especie se extinga definitivamente?.
El progreso científico en biología nos va aun a sorprender mas, ya que ninguna prohibición podrá impedir su avance. ¿Quién sabe?. Quizá, como lo proponen constantemente la literatura y el cine fantástico, los clonados ya caminan entre nosotros.
Y si este avance es como creemos imposible de detener: ¿ Los límites los impondrán los mismos científicos?. En cierta medida en las manos de estos nuevos sumos sacerdotes de la tribu humana está, no tan solo el progreso del conocimiento, sino también la orientación de su uso. Aldous Huxley en “Ciencia, Libertad y Paz”, se pregunta con cierto pesimismo: ¿“Colaborarán los hombres de ciencia y los técnicos en la formación y prosecución de una política que impida el uso del conocimiento como instrumento de dominación? , o consentirán, como tan ha menudo los han hecho en el pasado, en convertirse en instrumentos conscientes o inconscientes de militaristas, imperialista y una oligarquía gobernante de amos capitalistas o estatales.”
Huxley rescata una proposición del Dr. Gene Weltfish de Setiembre de 1945 para que los hombres de ciencia y los técnicos hagan un juramento similar al hipocrático: “Juro que usaré mis conocimientos para el bien de la humanidad y contra las fuerzas destructoras del mundo y los intentos despiadados de los hombres: y que trabajaré junto con mis colegas científicos, de cualquier nación, religión o raza para estos nuestros fines comunes”.
¡Dios mío!, que bien que suena, ¿pero quien juzgará quienes son las fuerzas destructoras del mundo?. Imaginemos la disputa entre un neoliberal y un progresista sobre el particular. O pensemos en el dilema laboral de los miles de técnicos y científicos que trabajan para empresas que tienen la moral de un gato. Cuestión sobre la que machaca Francis Fukuyama.
Pero seriamos injustos si cerráramos el debate descargando todo el peso de estos problemas en quienes cotidianamente nos abren la caja de Pandora con sus bienes y sus males. Nosotros todos debiéramos adherir a ese juramento porque la responsabilidad es compartida y compartido es el mal o el bien. El conocimiento, recordémoslo una vez más no es malo ni bueno, simplemente es peligroso. Como puede serlo cualquier instrumento, equipo, herramienta o forma de energía.. Es el ser humano el que lo hace útil o perjudicial.
Alguna vez alguien tuvo que decir: ¡Gracias por el Fuego¡....Quizá la especie humana deba exclamar, algún día,¡ gracias por la clonación!


Omar Guillermo Barsotti
Omar Barsotti – Rosario Abril 2002

Texto agregado el 22-06-2004, y leído por 815 visitantes. (0 votos)


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