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En el cielo había un ángel que soñaba. Dicho así, podría parecer normal, porque acá en la tierra todos soñamos. Soñar, realmente, parece ser bastante fácil…nos recostamos en cualquier parte…y dormidos o despiertos simplemente nos dejamos llevar por la imaginación.
Habitualmente soñamos con ganarnos la lotería… ¡cuántas veces lo hacemos!... o con tener un carro o una mansión. Nosotros los humanos, siempre estamos soñando.
Pero esto no ocurre con los ángeles. Los ángeles solo son ángeles. Esto implica estar ocupados todo el tiempo en los asuntos de Dios y no deben distraerse de tales menesteres.
Pero aquél ángel soñaba. Por éste motivo era un ángel diferente.
¿Y qué tipo de cosas podría soñar un ángel?...bueno, nuestro ángel deseaba comer fresas. Ah, porque allá en el cielo los ángeles no necesitan comer. Tampoco les da sed, tienen el agua viva del Señor y la eternidad.
Nuestro ángel, sin embargo, no había superado este pequeño detalle que lo hacía distinto a los demás. Él había estado en la tierra de niño como humano. Recordaba con claridad el barrio soleado donde había vivido hasta los doce años. Había sido un muchachito -¡claro!- muy soñador que vendía cambures y mangos a la orilla de una gran autopista donde circulaba mucha gente. Pero en aquél tiempo, él hubiera preferido vender fresas que le parecían mejores. Las fresas eran rojas, húmedas, jugosas y no se cultivaban en su patio. Siempre le parecieron inaccesibles. Cambures y mangos había en todas partes…eran dulces, sabrosos, si…pero los podía comer todos los días. En cambio las fresas… ¡bueno!... las fresas eran otra cosa.
Una mañana, vio del otro lado de la autopista un camión, descargando grandes cajas de anime. Resaltaba el color blanco contra el sol y contrastaba su rojo contenido. No podía creerlo, eran fresas. Grandes y hermosas fresas. Tenía que tomar dinero de su venta de mangos para comprarlas.
Pero los carros no dejaban de pasar y el camión se iba. Debía darse prisa.
Y se hizo una gran oscuridad.
Su último recuerdo fue, el billete arrugado en su mano y la suave comodidad de las nubes donde abrió los ojos.
Ahora era un ángel supervisor. Estaba encargado de vigilar la oración de los pequeños ángeles de su nube. Y menos mal que éstos eran muy disciplinados, porque le habían evitado muchos malos ratos por descuido. Y es que por soñar, a veces dejaba pasar errores.
Una noche, nuestro ángel soñó que había fresas en la luna. Con los ojos cerrados, saboreó las bellas frutas que eran. tal como las recordaba…rojas, dulces, jugosas.
Fueron horas de deleite. Aquellas fresas eran mejores que las del camión de la autopista. Más grandes. Más perfumadas.
Y la luna fue perdiendo su forma redondeada.
Alarmados, los ángeles que estaban en la fila dispuestos para orar titubearon, vacilaron un instante.
Pero El Señor permaneció tranquilo. No importaba que la luna cambiara de forma, también así le gustaba. Su ángel por fin dejaría de soñar y sería totalmente feliz. Él lo amaba tanto que lo perdonaría.
Porque Dios, ése Padre Bueno que está en todas partes, desea que nosotros, sus hijos, estemos contentos y sólo nos pide a cambio que confiemos en Él, que seamos fieles a sus mandamientos y mantengamos limpio el corazón.
Fue una noche de fiesta. La luna se escondió. Ahora el día, radiante, está iluminado. Si cierras los ojos un instante, podrás oír el canto de oración del angelito que soñaba, diciendo: GLORIA A DIOS.

Texto agregado el 24-02-2010, y leído por 323 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
05-04-2010 Me sorprendio este cuento, me trasportó a los cielos de la imaginación Ragnarok_Os
25-02-2010 Magnífico relato, Susana del Rosal...***** lord-camilo
24-02-2010 un maravilloso cuento, lleno de ternura, amor e imaginación...un cuento para niños y adultos... nocheluz
24-02-2010 Dulcísimo relato. Una belleza. Mis***** Beticita
24-02-2010 Que decirte que ya no te hayan dicho los demás amiga, que eres única relatando, y que como el ángel soñador de tu cuento también fui soñador, pero mis sueños no pasaron de ser sueños, y los sueños, sueños son. Muy bueno y te dejo mis estrellas. Un abrazo amiga. Yosep
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