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Inicio / Cuenteros Locales / quiquelux / El Muchacho de la esquina dorada.

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¿Pero que objeto tendría para el joven Alberto, situado en Cochabamba esquina Perú, amasar una idea para después abandonarla? Fueron muchos días pensando en como emular a su peor enemigo de los sentimientos, competidor de amores ¿Porqué ahora justo frente al arco solo habría de claudicar? Las chicas quedaron en a llamarlo él, sería tonto dejar pasar la oportunidad haciendo pegar la pelota en el travesaño.
Es evidente que su nuevo look está dando sus buenos resultados. Pero a Dios gracias el jopo de siempre no fue puesto en duda y aun continua al frente de la cabeza.
Fueron memorables aquellos días de vacaciones en la sierra, donde por vez primera se sintió de verdad enamorado de la vida. Repito: las chicas lo eligieron por su conducta de adulto, bien plantado en la vida, sobre rieles de acero; por memorables instancias que le marcaron las líneas del rumbo.
Entre las vigas de cartón maleable de la discoteca quedaron los ecos de frases lanzadas con seguridad y prestancia. Pero finalmente se decidió por la rubia de ojos celeste, que a ambos los estuvo enloquecido desde el comienzo de la carrera.
Ellos se dieron su primer y único beso hasta la fecha, quedando la mejilla de Alberto impregnada con rayones de manteca de cacao, por culpa del sol fuerte quien en especial opacó los labios de Jimena.
Lanzó sinnúmeros de piropos cual discurso de gato en celo. Mientras su rival agazapado, observaba a las doncellas con los colmillos choreando saliva (El maldito anodino es un muchacho hijo de terratenientes, que en vez de competir con los de sus quilates se infiltra con la población de la clase media, estando detrás de Jimena todo lo que duró la partida).
Ahora luego de un tórrido verano ante un flojo Abril inestable, toda esta linda muchachada permanece estudiando en sus respectivos establecimientos, lo que hace difícil encontrarse para continuar las relaciones pendientes.
Pero el millonario de Rodolfo ha organizado una fiesta para que puedan reencontrarse. Así es que pasado mañana tendrán la posibilidad de continuar la relación que dejaron en suspenso.
Lo mío es tuyo, fueron palabras del propio Alberto mezcladas con el saludo inicial, mientras Jimena observa encantada la mansión en el campo. Y algo desubicado continuo diciendo: Yo al mundo le doy sin solicitar nada a cambio, agrega mientras alisa su peinado a lo Elvis Preysler, percibiendo un raro ambiente, sintiendo ser la guarnición de un plato exquisito, que hay un mórbido clima de burla a su alrededor.
Pasen gritó el dueño de la estancia desde la piscina cristalina, no pierdan más tiempo, coman, bailen, y diviertanse.
Una notable noche, llena de grillos felices y estrellas que titilan sin descanso, los espera como radiante. Niñas que parecen mujeres, conduciendo el cuerpo con suma elegancia, armando el porvenir sin revisar las consecuencias. Jóvenes que abandonan la lactancia dispuestos a clavar sus espinas en el destino imprevisible. Bocas que no dejan de reír y que saben repeler el amargo sabor de la desdicha, con la simple labor de tocar la piel amiga que ahora es un pan caliente.
Son todos arbolitos que sueltan frutos, manojo de llaves de un mosaico de vida.
La fiesta, del esperado reencuentro, transcurre tranquila, sin que se pueda predecir un magro final. Pero un mensajero, perteneciente a la familia de Rodolfo, dio aviso de que una procesión de campesinos muy enojados viene marchado.
Entonces el grupo de amigos detuvo el festejo y luego de algunas discusiones quedaron divididos en bandos diferentes, con ópticas distintas, pero todo en torno de cómo hacer para escapar del escarmiento sin resultar alcanzados por la ira de la turba. Un acontecimiento de tono improcedente que cual inundación fue invadiendo la intimidad de los chicos.
En pocos minutos la entrada quedó totalmente copada de campesinos que alzan sus herramientas en son de protesta, exigiendo la presencia del padre de Rodolfo, quien se encuentra amotinado en un escondite bajo tierra.
Toda la concurrencia quedó en vilo, con sus semblantes gélidos del susto, ya que la revuelta es más importante de lo inicialmente establecido.
Pasó que Rodolfo, con tan solo catorce años, se hiso presente ante los sublevados, solicitando únicamente un salvoconducto para sus compañeros.
Aunque en menos tiempo de lo imaginado, como en una épica pesadilla, fue desnudado, y puesto atado de los pies detrás de un carro que pronto lo habría de arrastrar.
Sinceramente Alberto se sintió aliviado de saber que la imagen del héroe romántico quedaba en llamas ante tamaña vergüenza, pero de todos modos avanzó cuatro pasos al frente y con voz serena invitó a los campesinos a que depongan la insolente actitud. Pero vaya resultado, que en pocos segundos también fue crucificado siendo colgado de los pies en un hermoso árbol.
Así es que el pánico acaparó la reunión de amigos. Las niñas no hacen más que gritar, y el resto de los varones corren asustados hacia el fondo de la vivienda. Mientras la turba de campesinos avanza enfurecida queriendo atrapar al resto de los presentes.
Uno a uno fueron apresados, siendo los muchachos castrados sin piedad, exhibiéndose los testículos clavados en delgadas flechas, que fueron puestas al costado de los fogones, para ser asados más luego deglutidos.
Las niñas no corrieron mejor suerte, ya que sus cabelleras fueron arrancadas como en la época de los indios del norte del continente Americano.
Finalmente el único sobreviviente fue Albertito, que debido a tanta saña desplegada, quedó olvidado en el Nogal.
Y a los dos días de terminado todo, alguien como disfrazado, que misteriosamente salió del salón donde se desarrollaba el baile, lo liberó para luego marcharse sin hacer comentarios.
Alberto, medio resfriado, pero bastante bien de salud, recorrió la dantesca escena presa de un llanto inconmensurable, bastante arrepentido de su pasado de envidia, presa de una cuasi malaria que eruptiva avanza sobre su piel lastimada.
Enseguida ocupó un altar que existe en la vivienda poniendo su cuerpo a rezar.
Más luego de infructuosos llamados telefónicos, trato de insertar un C-D room con manchas de sangre, pero fue imposible hacerlo funcionar en dicho estado.
Como cuando se balanceaba colgado, aun tiene visiones de espanto sobre un mapa mental de negro nácar. Siente vida en el corazón, no sabiendo como continuar sus pasos de sobreviviente que asoma a la nueva realidad.
El lugar aun sigue vibrando por la tropilla de campesinos salvajes; sin criterio piensa que todo ha sido por falta de aumentar los salarios, que por cuatro garbanzos se produjo una cruel matanza, puestos a disecar sus amigos al asador.
Haciéndose presente una furia loca, sin rumbo, intenta unir los retazo de humanidad de Jimena entre mocos que descienden de a chorros.
El sol azota la nuca, básicamente es un muerto entre los muertos.
Cuando mira el horizonte todo parece normal, pero al volver la vista en su entorno, queda pelado de estupor.
Suena atrevido, pero recorrió la habitación de los dueños en busca de algo de valor, encontrando joya y alhajas, más dinero en efectivo, que sin titubear guardó con celo en una mochila.
Luego se dirigió hacia un almanaque a los pies del teléfono e intentó registrar la fecha del día.
Algo prosaico, dijo adiós a los amigos asesinados, luego caminando hacia el faro del fin del mundo sin intentar conspirar contra el futuro por delante.
Un montón de tristeza se refleja sobre los campos trillados, una ruina es su estampa, un engrudo su sangre que recorre lenta las venas.
Dispuestos a exiliarse en quien sabe donde, imagina estar ante el jurado mintiendo para salvar su honor.
Partículas de espigas que arrastra el viento golpean su rostro uniforme, redondeado por los cachetazos aun tibios, moja su boca en el agua de una laguna, su lengua blanda musita barbaridades, y en su núcleo de la memoria quedó la imagen de Jimena a quien tanto amó.
Se hace preguntas sobre el futuro, desea hervir en aceite, o renacer en una maceta, suda lagrimas de impotencia con el botín sacudiendo la espalda. Intenta trepar la cuesta que lo lleva directo a la ciudad. Aunque a lo lejos divisa una patrulla de gendarmería que avanza hacia la estancia.
Con apuro realiza un poso donde sepultar el botín.
Imberbes, hace dos días que ocurrió todo, como puede ser que, vestidos del oliva de la patria puedan estar así de inoperantes; pensó, mientras su cuerpo se ladea al compás de los motores de las cuatro por cuatro, maquinas perfectas que surcan con vigor las salinas; destacadísimos móviles que mejor se lucirían con los panaderos; continuo parafraseando con las manos llenas de tierra seca.

Texto agregado el 10-02-2010, y leído por 149 visitantes. (2 votos)


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