Marte se debatía en estrategias sobre el campo de batalla y no percibía que Venus le dirigía una mirada divertida por su dispersión mental. El dios de la guerra plantaba minas por sitios por los que Venus ya había pasado.
Venus se llevó la mano al corazón enternecida y se sentó junto a la fuente a la que Marte no se acercaba pensando que la diosa la pasaba muy mal con esa llovizna cristalina bañándole el cabello ensortijado.
Tan ocupado estaba en recorrer el perímetro en busca de cobijo que no escuchó la canción divina que compuso Venus:
Si me tocas te prometo con cada fibra de mi ser que me dejaré tocar.
Si me dices lo que quiero escuchar te prometo que no intentaré hablar por llenar el silencio.
Si finges que acariciar mi brazo con tu codo no es pemeditado te prometo que no te voltearé a ver para no inhibirte.
Si acaricias mi cabello cuando te rodeo la cintura con mis brazos te prometo que me quedaré ahí lo justo y necesario para que te des cuenta que es ahí donde quiero estar.
Si me preguntas algo interesante con la misma espontaneidad con la que te burlas te prometo que me reiré hasta que mi alegría te colme los poros y te vuelvas adicto a mi humor.
Si me pides mi opinión honestamente te prometo que te responderé cabalmente y con plena consciencia de que tú eres el señor y amo de las estrategias de tu vida.
Si me confiesas algo que me estremezca te prometo que te lo haré saber para que puedas decidir qué hacer después en lugar de quedarte intrigado por mi gesto indescifrable.
Si en vez de buscar mi rodilla o mi cintura buscas mi mejilla o mis labios te prometo, por lo que me es más preciado, que tendrás mi rodilla y mi cintura.
Si y sólo si avanzas sin retroceder te mostraré lo que siempre te digo pero no entiendes: el que persevera alcanza.
Marte quedó bajo un árbol contemplando a Venus, quien lo veía de reojo, y el dios vencedor y triunfal creyó que ya tenía una treta infalible para ganarse la atención de Venus. Aprendería todo sobre ella, rodearía la situación, la sitiaría y entonces sí… ¡por el Olimpo que la haría suya!
¡La pobre ingenua no tiene idea de lo transparente que es!, esbozó media sonrisa Marte en dirección a Venus.