Me has desafiado
con eso de la desenfocada mirada
hacia la vida.
Es que yo no quería dar rienda suelta…
intentaba huir de los guiños de las estrellas
que invitan,
hacía caso omiso a las luces de bengala
lanzadas por una guitarra.

Yo quería con todas mis fuerzas elevar las alas,
pero me arrimaba al pavimento la voz lejana del retoño.

Hoy estoy entre pensamientos desmesurados
que me fascinan,
abandono las treguas principiantes
para dar comienzo a los amables tiempos
que surgen en mis entrañas.

Estos tiempos intangibles
que vuelven a nutrirse de la necesidad
del comienzo,
que abandonan el claustro de mis pechos
y el claustro de mi cuerpo.

Dije estar resuelta
y Resuelta no puede admitir anzuelos,
yo tenía instantes de almas compartidas
y no se comprendieron;
visualizaba la brisa de mar sonando
aquí en mi almohada
para un amor eterno y férreo,
digno de mis piel sedienta.


Hacer el amor,
es como empezar éste, el mejor libro.
El que viene de los ensayos cimientos y
los anteproyectos del tiempo ingrato.

Es entregarse enteramente
a la luz que encandila
a la vela titilante que me atrapa
cuando un dejo de razón se aisla
y trae hasta mi piel
el deseo perpetuo de tu fuego.

El mejor libro perturba,
lo imprimo velozmente para que todos lo lean,
para que quede aquí el trozo de mis zonas ocultas
pidiendo candentes la resolución del pacto.

Esta ciudad me ha raptado en un arranque de rebeldía
vuelvo a ser poeta, la noche ya no es
el control remoto adherido a mi tacto,
es la bulla, los baches de las calles
acudiendo a la llamada de mis letras.

Es la intención de ti respondiendo a tu negación
a tu distancia sin ecos, que te aparta de mis espasmos;
la respiración entrecortada a la orilla de la sábana y
mis piernas desnudas son ahora una pintura al óleo.

Acto seguido. La muerte es insensible como tu alma.