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Inicio / Cuenteros Locales / psicke2007 / La vampira de Sta Rita: Canto de un ruiseñor. Presagio.

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Canto de un ruiseñor
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Deirdre estaba sentada detrás del vasto escritorio manejando laptop y proyector. Ella sabía que era imposible razonar con Roy, acostumbrado a seguir su propio consejo. Había dejado el hospital contra la opinión de sus doctores. Cuando Gómez visitó al convaleciente, comentó que por suerte se había calmado la ciudad porque no hubo más hechos de sangre, pero esto tuvo el efecto contrario en el profesor Vignac, y aumentó su ansia de salir.
–¿Qué puede hacer ahora? La policía ya sabe donde están. Tiene que descansar para recuperarse –le decía Lucas.
–Le aseguro que he asistido a cacerías y ceremonias en peor estado que este –replicó Vignac, cerrando la puerta de la biblioteca–. En este tiempo pude pensar con calma –dijo al doctor Massei, que seguía contemplando sus preparativos con indecisión–. Creo que nosotros debemos buscar y terminar con Charles, sin duda es peor que la otra. No dejo de odiarla, su padre mató a mi hermano, pero este vampiro tiene planes que dan escalofríos, si es lo que imagino... –susurró.
Lucas y el inspector Gómez se reclinaron en sus sillones, mientras el erudito corría las cortinas para oscurecer el ambiente:
–Como les explicaba, el mes de Nisán, lo que en el sur sería el inicio de la primavera, es el momento propicio para realizar ciertos ritos. Charles no dejará de celebrar el año nuevo de su raza, algo así como el akitu de la antigua Babilonia –los otros se miraron, como si todo el mundo supiera de qué hablaba–, para agradar a los vampiros más conservadores. Podemos suponer que allí reúnen a sus víctimas –Deirdre les proyectó un mapa de la ciudad–, y tal vez donde realizarán los ritos. ¿Con qué fuerzas contamos?
–La policía quiere que a este asunto se lo trague la tierra, pero no puedo dejarlos solos –afirmó el inspector Gómez con voz temblorosa–, cuenten conmigo.
Lucas se había contagiado de la alarma de Vignac por lo que contaba, y más por lo que ocultaba. Además, estaba la paciente recién ingresada, Cris. Su familia pensaba que se había metido en un culto. Antes era una joven retraída, con pocos amigos, primero católica fanática. De pronto al cumplir 16 dejó de ir a la iglesia, se empezó a vestir de negro y llenarse de maquillaje oscuro. Ahora sus padres estaban muy asustados porque desaparecía por días, y al volver a casa tenía gotas de sangre en su ropa.
No pudo contener su curiosidad al saber que creía tener una conexión con vampiros: Cris no había dudado en confesar que la sangre provenía de sus víctimas. Le habían dicho que si conseguía suficientes, su maestro la iba a convertir.
Fue una joven serena en camisón y bata, la que encontró Lucas sentada en el salón de la clínica, con un cigarrillo en la mano. Con fe en la inmortalidad por venir y en que sus amigos la iban a rescatar, soportaba estoica la internación. Miró al hombre alto de cabello sedoso y ojos tiernos, y notó que no llevaba bata blanca. Lucas le hizo muchas preguntas. De pronto, Cris se distrajo y volteó la cabeza como escuchando algo a lo lejos, y el doctor se alejó, decepcionado. Había pensado que trataba con algo real, pero sólo era una chica con delirios en su cabeza. No había comido bien por semanas, eso explicaba su extrema palidez y ojeras.
Fernando Tasse lo encontró mirando fijamente a la joven, que se paseaba como león enjaulado, tras la puerta de acrílico. El psicoanalista le palmeó el hombro amistosamente:
–Cristina... se ha refugiado en una fantasía de Bram Stoker –comentó, intrigado al haber presenciado el interrogatorio de su amigo.
–Alguien está jugando con la mente de estos chicos –replicó Lucas, pensativo.
Fernando consideró si debía contarle. Lina lo había buscado en su casa y habían charlado por largo rato. Aunque nunca lo tomaba en serio cuando la trataba en la clínica, ella confiaba en él y en su discreción, y además tenía que hablar con alguien. Lo probó:
–Mmm... Lucas, ¿qué sabes de Lina Chabaneix? ¿Está en problemas?
Le había parecido que estaba tratando de tomar una decisión. Era una mujer con mucho potencial, que debía luchar con una oscuridad que pugnaba por tragarse su cordura.
–Quería saber si podía hipnotizarla para recordar más detalles sobre un episodio de su vida –confesó Fernando, luego de que Lucas le pidiera por favor que repitiera todo lo que recordara–. No sé dónde puede estar, pero dijo que iba a enfrentar sus demonios…
Lucas entendió de forma literal que iba en busca de un demonio, Charles. Aquella noche funesta, ella se había desvanecido de la ambulancia, y no había vuelto al apartamento donde vivía. Tampoco iba por el club Venus, que los vampiros habían abandonado.
Iván, su antiguo manager, era el último hilo que le quedaba para hallarla. Lo ubicó en el pub donde ella solía cantar bajo el seudónimo Rina. Al acercarse a la barra notó la desconfianza en el pelirrojo y su acompañante, un fornido moreno que parecía un boxeador retirado, y se le atenazó la garganta.
–No sé qué quieres conmigo, esa mujer se fue del país hace un año –respondió Iván en tono cáustico, y Lucas notó que la masa humana se le colocaba atrás listo para sacarlo volando.
Era sólo precaución, porque Iván ya había tenido un encuentro desagradable con un socio de Charles, o mejor dicho con su navaja, quien también pretendía saber de Lina.
Lucas no cedió terreno, aunque tuvo que juntar todo su valor.
–Aunque lo vi sentado con ella en el salón de la clínica Santa Rita, hace menos de dos meses –sonrió el doctor, a lo que Iván se volvió a mirarlo detenidamente y le hizo una seña al músico, pianista y no boxeador, quien los dejó en paz–. Sé que la señora Chabaneix confía en Ud. y ya ha mostrado que podía guardar el secreto, pero le ruego que si sabe en qué anda me lo diga. Puede estar en peligro, ya no sólo es Vignac el que la persigue…
–¿Quién es Ud.?
Al escuchar su nombre, el rostro de Iván se distendió y lo hizo pasar a una pequeña oficina. Le mostró un sobre gris y él examinó el remitente, “Rossignol”.
–Yo le puse el apodo, entre nosotros dos, de “ruiseñor”, porque salía de noche y seducía a todos con su canto. Ya sé que suena trillado, pero creí que podía servir de nombre artístico hasta que el dueño del bar eligió Rina Lautrec –Iván extrajo un papel y se lo presentó doblado–. Esta es una nota para Ud, doctor.
Sus ojos volaron sobre las líneas apretadas. Se volvió para evitar la mirada curiosa del manager. Iván se disculpó, y salió.
Lucas reflexionó. ¿Por qué se alejaba, se iba a entregar o a unirse a ellos?
Su letra le quemaba los ojos, palabras rápidas escritas como al pasar y a último momento: ...nunca quise hacerles daño. Sólo pensé que Santa Rita era el lugar más adecuado para alguien como yo que se cree una criatura legendaria... gracias por tu hospitalidad, por aceptar lo que soy. Es lo más hermoso que puede hacer un humano por otro ser. Discúlpame con tus tías por el mal rato que les hizo pasar Charles. Ahora voy a arreglarme con él, para que mi pasado no me siga más, y conocer al fin qué sucedió en verdad. El vampiro la había intrigado con su tono al mencionar la muerte de Dimitri. No busques explicaciones, lo que hice no tiene ni necesita perdón...
Lo que no escribió, aunque estuvo a punto de hacerlo, movida súbitamente a mandar esta nota como despedida a la vida que había llevado, y que había aprendido a querer, fue la decepción por no llegar a convertirse en su amiga o al menos tratarlo mejor, abrirse con él, y por ponerse difícil cuando intentaba ayudarla. Pero hubiera sido muy difícil de explicar. Sabía que era un hombre de buen corazón y no un muñeco vanidoso como pensó al principio, cuando se conocieron. Revivió su estadía en la sociedad humana, aunque fuera entre descastados, locos, y se despidió de ella mientras se acercaba al club nocturno Tártaro para comparecer ante su raza.
Por fuera era un galpón de dos pisos, situado en un barrio comercial, entre garajes y una fábrica de galletitas. El letrero de neón estaba apagado a esa hora de la tarde, y al sol presentaba un aspecto deprimente, los muros despintados y la vereda rota. Lina entró sin tocar por una puerta angosta y, pasando un pasillo corto, se presentó ante una docena de personas que parecían estar esperando, bajo la tenue luz artificial, tumbados en los sillones que ceñían la sala. El interior era confortable: alfombras color vino tinto, paredes oscuras, enormes arañas de hierro, y más allá la pista de baile en tinieblas, con la puerta de entrada doble encadenada.
Varios habían vuelto la cabeza hacia ella, pero ninguno habló porque en el acto Charles apareció detrás de una cortina que ocultaba su oficina del público.
–Yo soy Niobe, última hija de los Tarant –Lina se dirigió a los otros, reclamando su atención. Al entrar Charles se irguieron con respeto y ella lo ignoró–. Y quiero saber por qué todos Uds. mi gente, siguen a este hombre sanguinario que atenta contra su propia raza...
–¡Defiendes a los humanos, y te atreves a desafiarme! –exclamó Charles, y alzó los brazos al cielo, dirigiéndose en parte a un hombre mayor que observaba desde la pasarela cerca del techo.
Lina avanzó arrogante hasta situarse frente a su novio y rival; iba a bluffear, y aun rodeada, no les tenía miedo.
–¿No es verdad que me atacaste, aliado con los Llorente, y también atentaste contra la vida de mi familia, de mi propio hermano?
Aunque de momento los tenía dominados, Charles notó el movimiento incómodo entre sus filas, y decidió que merecían una explicación de cómo sucedieron las cosas en realidad, seguro de que le iban a dar la razón al saber su versión de la historia: sólo había tratado de salvarlos del intruso que quería exponer su forma de vida, Tomás Lara, y además Dimitri era un simple recogido.

Un presagio

Fue por el descuido de un mozo del hotel que en lugar de poner la carta en el correo de inmediato, como le pidió Lara, la dejó en una bandeja sobre la recepción a la vista de cualquiera que pasara. Casualmente, Charles leyó la dirección y desconfiando, robó el sobre para leer más tarde el contenido. Eso les contó de cómo había descubierto que Lara, el supuesto amigo, era un rastreador, aunque en realidad se había dado cuenta antes de que este conociera a Tarant. Llevaba tiempo vigilando, viéndolo acechar al hombre que se había mostrado dispuesto a ser su suegro si su bella hija no se oponía. En ese momento su ambición le sugirió una estrategia funesta para empujar al destino. Como al descuido, cambió su propio boleto de tren con el de Tomás Lara, cirunstancia que Lara aprovechó para amigarse con su compañero de viaje. Compartían el interés por la historia antigua y los ritos olvidados.
Después de su “descubrimiento”, continuó Charles para su audiencia, decidió vigilar cada paso de Lara, intimando a Dimitri de su descubrimiento. Le sugirió que actuaran inocentes, acompañando al cazador a un montón de clubes, casas y otros sitios que no le iban a aportar nada. Al final, Tomás decidió actuar y ellos cayeron, demasiado confiados en su propia fuerza. Eso fue en el castillo de... como Niobe recordaría, añadió. Ella tenía fresca la imagen del cuerpo roto, vacío, del rostro soleado de su hermano congelado en una mueca de infinita tristeza; pero no hizo más que apretar sus labios. También recordaba el cadáver carbonizado que hallaron en el viejo granero de piedra en ruinas, en medio del campo, que tomaron por Charles.
–Yo fui atravesado por un hierro, pues el tonto intentó estacarme –prosiguió él, notando sus dudas–. Todavía estaba tratando de librarme de la barreta cuando hirió a Dimitri. Él no podía ser salvado, pero yo me batí con mis manos desnudas contra sus armas y hasta una molotov que me arrojó al tratar de correr, y caí prendido fuego, por fortuna en una quebrada. Era de noche y no bajó a buscar mi cadáver. Las fieras me arrastraron... pero luché y gané. Me rescató mi amigo Igor y me ocultó. Puede contártelo él mismo, querida, estuve inconsciente muchos días. Por eso no supe que Uds. me confundieron con el cadáver de un sirviente hasta mucho tiempo después, cuando ya te habías ido sin dejar rastro.
Lina bajó la cabeza, nada conmovida por los tonos profundos de su voz, la encarnación del arrepentimiento. Aunque fuera sincero, hacía mucho que había abandonado su hechizo. En cambio, las vampiras jóvenes que lo oían admiraron su valor al exponerse así ante todos, y envidiaron a la novia elegida.
Se había alejado un poco de la verdad al decir que Dimitri se había enterado por él de la identidad de Lara, en realidad fue quien interceptó una carta y alertó a su padre. En el interín, Charles había invitado a Lara al castillo de su amigo cerca del mar Negro, con la excusa de descansar unos días. Si no le servía para terminar con Tarant, al menos ganaría unos puntos con su futuro suegro ajusticiando al intruso.
Tomás aceptó la invitación de Charles aunque no confiaba en él, porque llevaba un veneno que en los manuales de magia medieval decía ser muy potente. En la cena, Dimitri, que había llegado de improviso siguiendo al vampiro por otros motivos, lo vio volcar el contenido de un frasquito en la copa de Charles, aprovechando que había salido a buscar una foto de la que estaban hablando, y hábilmente apartó la bebida antes de que volviera su cuñado. Los tres siguieron bebiendo y charlando como si ninguno abrigara una idea asesina en su cabeza.
Dimitri estaba intrigado, ¿cómo su padre se había dejado engañar por Lara? Sin embargo, reflexionó mientras se paseaba frente al fuego de la biblioteca, él mismo había confiado en Charles. Aunque en su caso tenía la disculpa de que nadie entre su gente sospecharía del miembro de una familia pura. Pero Dalila, una amante despechada le había contado...
–Y bien, hermano, ¿qué haces aquí? No te esperaba esta tarde –lo interrumpió el mismo objeto de sus pensamientos. Charles vio la copa aún llena sobre la mesa y sonrió–. Tenía pensado encargarme del cazador yo mismo, pero si quieres participar...
–No, le corresponde a mi padre –replicó Dimitri con vehemencia–. Lo que quiero es saber qué pretendes de mi hermana.
–Ja, ja. ¿Qué quieres decir, muchacho? Es mi futura esposa, nada menos.
Charles lo apartó con una carcajada, aunque comenzaba a creer que algo se había colado hasta él. Primero desestimó sus dudas, pero se fue irritando con su inquisición hasta que se le escapó lo que opinaba realmente de su cuñado. Tomás escuchó voces alteradas mientras iba curioseando por la casa, y se detuvo tras la puerta. De pronto, la discusión cesó y escuchó el estampido de una silla derribada.
El vampiro se había abalanzado sobre Dimitri, le apresó con una mano la cara y con la otra le abrió la garganta con un abrecartas de plata, para luego saciarse en su sangre.
Lara escuchó el grito sofocado, un gorgoteo, y retrocedió espantado.
–¿Qué... me sucede? –exclamó entonces Charles, tambaleándose.
El otro no podía contestarle, hecho un ovillo inerte en el suelo, pero su mano parecía señalar la mesa, donde Charles posó los ojos y vio, incrédulo, la copa vacía. En medio de sus insultos, comprendiendo cuál sería su fin, Dimitri se tragó el veneno sin que lo percibiera. Trataba de proteger a su hermana aun desde la muerte, de una unión con un ser cruel, egoísta y calculador.
Pero a fin de cuentas, aunque le debía meses en un estado lamentable, había logrado sobrevivir y allí estaba, admitiendo nuevamente a Lina como su prometida, quien gracias a su apoyo fue perdonada por su comunidad.
–Apenas me recupero de los balazos que me dio tu doctor. Ya habrás entendido cómo nos tratan los humanos –comentó Charles. Desde la oscuridad de la pasarela donde colgaban los focos sobre la pista de baile, observaban los cuerpos danzantes bajo las luces que giraban al ritmo frenético de la música–. Mira, nuestra gente vino desde Europa, para poder celebrar juntos el año… y nuestra reconciliación.
–¿Tan seguro estabas de que vendría a ti?
Charles sonrió y sus dientes limados en punta relucieron. Del otro lado, Lina tenía al Spec, un viejo amigo de su padre, a quien le cedió el brazo para ir hasta la oficina, libre del estridente ruido electrónico.
–Lástima que te perdiste el inicio del festival, pequeña. ¿Recuerdas que puntilloso era tu padre con los ritos? Al menos puedes presenciar el vaticinio que mi hija Alejandra realizará para este año –la consoló el amable caballero.
Esta ceremonia se realizaría más tarde, entre los árboles del baldío tras la tumultuosa discoteca. La casta Alejandra, con sus trece años y larga trenza oscura, bebió los chorros de sangre que brotaron del carnero degollado sobre una piedra, se tendió de bruces en tierra, y poseída al instante por sus poderes adivinatorios se puso a gemir en distintas lenguas, sobrecogiendo a los doce vampiros presentes. Un mensaje para cada uno, y uno para ella, por cada mes lunar del próximo año.
El círculo se cerró sobre la joven, que ahora yacía exhausta, su túnica rota y manchada de revolcarse en sus paroxismos místicos, y la alzó hacia la luna menguante.
Nadie comentaba jamás lo que le había tocado oír sobre su destino o el de los demás, y la fiesta seguía hasta el amanecer, para olvidar en risas y música, vino y placer, el futuro. A pesar de las palabras vagas y confusas, cada uno entendía su significado, o le daba el que más le gustaba, o el más terrible. Para Lina más que un augurio, las palabras de la pitonisa sonaban como una advertencia, y la impulsaron a seguir su intuición. Antes de ceder debía visitar una vez las ruinas que quedaban donde habían vivido su padre y su esposa Diana.
Para no alertar a Charles, salió a la tarde acompañada de Spec. Por su parte, su novio estaba de malhumor porque había recibido un mensaje extraño. Aunque tratara de convencerse de que se trataba de los balbuceos incoherentes de una imberbe, lo tenían extrañamente excitado. Primero, le había dicho que tenía un obstáculo en su camino. Y que un muerto lo iba a visitar. No podía dejar de sentir un escalofrío al pensar en Dimitri, relatar esa historia fabulada lo traía al presente.
Miró en el espejo las marcas que perduraban en su cuerpo, tratando de desechar toda preocupación. Tenía que afeitarse y el peluquero lo estaba esperando hacía una hora. Tenía que prepararse para el festejo de la noche. Sonrió satisfecho. Por fin entendía cómo hacer que Lina se entregara a su voluntad.

Texto agregado el 24-01-2010, y leído por 155 visitantes. (0 votos)


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