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Esperaba.

Sentía que el frío me corroía, que carcomía mi piel, mi carne, mis huesos. Sentía que me mataba poco a poco, quitándome la sensibilidad a todo menos al dolor. El huracanado viento de la mañana me empujaba fuertemente, atacándome. Debía resistirlo, para no caer, para no retroceder, mas mis precarias fuerzas no me permitían luchar. Retrocedía un par de pasos cada vez que me empujaba.
Esperaba, solo, de pie junto a un gran árbol seco y deforme, gris por completo. Temblando intentaba calentarme las manos, mas cuando las acercaba a mi boca, apenas salía aliento de mí. Un escaso vaho escapaba de mis labios para desaparecer rápidamente en la fría mañana de invierno.
Crucé mis brazos sobre mi pecho; como en actitud humilde, suplicante, rendida; cayendo al suelo de rodillas. Ya no podía aguantar más. Me acerqué a duras penas al árbol, donde me acurruqué junto a su tronco. El negro suelo estaba duro, húmedo, traspasando mis escasas ropas. La corteza del árbol se incrustaba en mi espalda, arañando mi piel desnuda.
Levanté la mirada hacia el cielo, observándolo cubierto de oscuras nubes, por entre las resecas ramas del árbol, que se veían completamente negras frente a la escasa luz del día. Pensé que el cielo sólo se burlaba de mí, riendo, disfrutando mi sufrimiento, regocijándose en mi dolor.
Poco a poco mi piel comenzó a cubrirse de diminutas gotitas. Una copiosa llovizna nació y creció, arremolinándose y jugando en el viento, cubriéndome caprichosamente bajo su manto.

Aun así, seguí esperando.

Las demacradas y afiladas ramas del árbol se mecían ante la imponente fuerza del viento, que traía hojas y tierra muerta, haciéndolas chocar contra mí, en una tormentosa retahíla de formas inertes pegando en mi pecho, mis brazos, mi descubierto rostro.
Observaba el gris paisaje, en el cual sólo las rocas y la tierra no se doblegaban frente a la fuerza del entorno. Observaba en derredor intentando buscar a la distancia unas colinas, que daban paso a majestuosas montañas. Muy a la distancia. Imposibles de ver a través de la lluvia.
No sabía cuánto tiempo había transcurrido, no sabía cuánto llevaba esperando, pero parecía que toda mi vida la hubiera vivido ahí. Aquella espera no era más que una comedia, una sátira sobre mi repugnante vida. Triste, sombría, solitaria; expectante a algo que nunca ocurriría, sólo sufrimiento, casi sin esperanza. Tan corta y tan larga al mismo tiempo.
La fina llovizna había empapado mis escasas prendas, pero el frío ya no era tan sobrecogedor. Tampoco lo había sido el hambre. Ni el sueño. Finas lágrimas corrieron por mis mejillas, mezclándose con el agua de lluvia.

La espera terminó.

El ser se acercó frente a mí, desde lejos, apenas visible entre la llovizna, que parecía envolverlo, adorarlo en remolinos multicolores. Su figura majestuosa destacaba por sobre todo el horizonte, alta, colorida, viva; lo único que parecía vivo en aquel sitio desértico y eriazo.
Se acercaba lentamente, paladeando cada estremecimiento de terror que veía en mí. Las coloridas plumas de su cabeza se abrían y cerraban en abanico, demostrando su felicidad, su repudio contra mí. Mientras avanzaba, su túnica ondeaba al viento, completamente seca entre la tormenta. Su cara radiante mostraba una feliz sonrisa cuando llegó ante mí. Yo, aún junto al árbol, me puse de pie a duras penas, pidiéndole a mi cuerpo que resistiera sólo un poco más.
Al verme luchar, al verme cansado, casi desfallecido, el demonio rió. Una risa grave, abismal, que resonaba en mis oídos desde la primera vez que la oí. Al mismo tiempo un par de truenos resonaron a la distancia.

Tuve miedo.

Clavé la vista al suelo, sin atreverme a mirarlo. La llovizna se hizo más espesa, más dura, mordiendo mi carne desnuda, golpeándome con toda su fuerza, ahí, descubierto frente al monstruo. Sentí cómo agitó sus alas multicolores, mofándose. Sentí cómo se arrebujó en su túnica, riéndose. Los truenos volvieron a explotar en el cielo, un poco más cerca.
Obsérvame, me dijo. Contra mi voluntad, levanté mi mirada. Su hermoso rostro sonreía, pero no a mí, si no que una sonrisa de desprecio y triunfo lo adornaban. Sus ojos amarillos, brillantes, penetrantes, afilados, tanto que arañaban mi carne; me observaban, escrutaban y escudriñaban en mi ser, hurgando, acechando cada recodo de mí, quitándome la fuerza, los recuerdos, la escasa esperanza.
Sus rojas y largas trenzas revoloteaban al viento, acercándose a mí, como serpientes sedientas de sangre. Intenté retroceder, alejarme de él, pero resbalé en el barro. Hubiera preferido mil veces el frío suelo húmedo, fangoso, detestable; pero no tanto como su garra en mi piel, su gran mano con afiladas uñas, sosteniéndome. Una sensación de ardor se adueñó del sector en el que ponía su zarpa: mi brazo comenzó a ponerse de un color púrpura. Luego extendió su otra mano, y me sujetó del cuello, lastimando mi piel. Me levantó en el aire, con su fuerza sobrenatural, dejándome a la altura de sus ojos. Sentía como sus garras se clavaban en la tierna piel del cuello; como corrían hilillos de sangre por mi piel.

Sentí pavor.

Sin abrir su boca, sin siquiera mover sus labios, me preguntó por el trabajo, la promesa, el destino. Yo le dije la verdad, le dije que había cumplido, le dije que se había acabado esa noche. Le pedí que me dejara en paz. Nuevamente rió. Los truenos resonaron, más cerca esta vez.
Me dijo que mentía, que no había cumplido, que tendría que repetirse todo. Nuevamente todo.
Repetí que decía la verdad, que yo había cumplido, que no intentaba engañar a nadie, que él lo sabía, él sabía que era así, que yo decía la verdad; le rogué que no siguiera castigándome, supliqué su benevolencia. Apretó con más fuerza su mano en mi cuello, asfixiándome, haciéndome callar.
Nuevamente rió, nuevamente resonaron los truenos, casi sobre nosotros. Me hizo recordar todas mis penalidades, todas mis tristezas y sufrimientos, todos los trabajos y labores que tuve que hacer por él, todo por su culpa, bajo su mano, reavivando mi odio.
Me hizo recordar aún más atrás. Recordar los errores, recordar los pecados, infinitas perversiones e impiedades que alguna vez hice, que me llevaron a eso, todos los crímenes que cometí.
Me hizo recordar la culpa que corroía mi ser, mi alma. Como sentía que moría por dentro, sin soportar la carga que llevaba. Me hizo recordar como le supliqué su ayuda, como rogué e imploré su amparo, su auxilio. Como le pedí que fuera mi maestro y mi mentor; mi guía y mi dueño, hasta mi corrección. Me hizo recordar como le supliqué mi castigo, la expiación de mi inmunda alma.
Me hizo recordar que yo merecía todas las penalidades que sufrí por él. Que yo las pedí por propia voluntad.
Mitigó la fuerza de su garra, hasta soltarme.

Se alejó.

Dándome la espalda, dejándome de rodillas en el suelo, se fue, batiendo sus alas. Magnífico, altivo, silencioso, con su hermosa túnica ondeando a la brisa matutina. Muy a la distancia, volteó, observándome. Sentí sus ojos en los míos, con la misma monumental fuerza de siempre, pero sin escrutar, sin doblegarme, sin odio. Rió, mas esta vez no hubo truenos, esta vez no se burlaba, esta vez no fue desprecio, esta vez no fue una risa abismal; sino que clara, limpia, hermosa. Sus serenos ojos amarillos brillaban ante los rayos de luz que salían entre las nubes. Sus tersas manos alisaron su túnica, sus lustrosas trenzas bailaban ante la plácida brisa. Me dio la espalda, mostrándome sus alas multicolores, su abanico de plumas, flamantes en el cielo despejado.
Pude ver las verdes colinas, las majestuosas montañas, la verde hierba bajo mis pies, el frondoso árbol en el que había buscado refugio esa misma mañana. Levanté la vista al cielo despejado y radiante. Pensé que por fin me aceptaba y respetaba, que por fin podría caminar bajo el sol y las estrellas sin esconderme, sin culpa, sin miedo. Dichosas lágrimas corrieron por mis mejillas.
Nuevamente observé a mi maestro, alejándose. Nuevamente lo oí, por última vez, claramente a la distancia. Rió.

Rió para mí.


wS

Texto agregado el 15-01-2010, y leído por 111 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-02-2010 ...una epopeya exorcizando los demonios internos... un abrazo darknesshbt
 
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