Un tren con retraso; el último respiro de mi amante (que es la sombra tísica de cualquier existencia); la suerte o mala suerte de la olla; mi escondite; la clave secreta para ingresar al despacho de tu alma; los segundos de tanto minuto extraviado entre sábanas crepusculares. El bastardo que es mi amigo. La noche que es mi bastarda. Los mercaderes. Los ilícitos pequeños que suelo cometer. Ese desdén. Un ojo de huracán. La mujer que amo. Otra lista de espera. Una lección después del coma mental en que me sumo durante los inviernos. El ladrido del perro del vecino. Caminar descalzo por las noches. Descalzar la nocturna compañía a la ténue luz de tu susurro de gata ardiendo, de luna retenida entre las pupilas.