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VIAJE CON NOSOTROS

El destartalado ventilador que pendía del techo hacía más ruido que aire conseguía mover. Abajo, tumbado bocarriba estaba Luis, con el brazo extendido que le sobresalía del camastro. Una aguja hipodérmica clavada en la extremidad delataba el estado de abandono en el que estaba sumido dicho personaje. La habitación, tan desordenada cómo la vestimenta del sujeto, hacía juego con la cara ida de nuestro amigo.
No era un avión, pero el cómodo asiento en el que Luis se alojaba y las atentas señoritas que le atendían en su más mínimo capricho bien podían pasar por un agradable viaje. Las nubes se mezclaban con el ambiente, no había ventanas, parecía como el vuelo de un pájaro, el aire le daba en la cara y su pelo se dejaba mecer por la brisa. De los altavoces de la aeronave sonaban los sones musicales de una canción pegadiza.

“Viaje con nosotros,
si quiere gozar.
Viaje con nosotros
a mil y un lugar.
Y disfrute.
De todo al pasar.
Y disfrute.
De las hermosas historias
que les vamos a contar”.

Luis estaba en la gloria, se movía al compás de la música mientras se deleitaba con un sinfín de bebidas y la atención de las bellas azafatas.
Cuando mejor se lo estaba pasando, una voz muy aguda y familiar le llamó la atención.
—¡Luis! Despierta.
Miró a quien pertenecía esa voz tan inoportuna, y dijo con sorpresa:
—¡Pero si eres Pinky, mi conejito! Cuánto tiempo sin saber de ti.
—Sí, amigo, soy yo, tu fiel y querido Pinky. Veo que te diviertes disfrutando del viaje.
—Esto es el paraíso, música, chicas simpáticas y barra libre —dijo Luis un tanto beodo.
—¡Luis! Despierta.
Nuestro amigo, entre enfadado e incrédulo, le contestó.
—¡¡No digas tonterías!! Ahora que me estaba divirtiendo.
El conejito, con voz suplicante, le refutó:
—Escúchame, Luis... Este viaje es sin retorno, pero todavía estás a tiempo. ¡¡Despierta, Luis, despierta!!
El muchacho, iracundo, aferró a su amiguito tirándolo fuera de la nave. El conejito, mientras caía al vacío, con su manita hacía movimientos de despedida.
De repente, todo cambió, luces de todos los colores inundaron la nave y el sonido estridente de miles de alarmas silbaron al unísono. Desaparecieron las señoritas, las bebidas y la música. No fueron más que mero recordatorio, por los altavoces consignas de peligro y salvamento trituraban los oídos de Luis.

Cuando despertó, la situación era de lo más sombría. Restos del avión por doquier, árboles y vegetación destruidos por la nave. La oscuridad reinante no facilitaba en absoluto la visión, a duras penas logró ponerse de pie y caminar.
—¡Luis! —al oír su nombre se paró, mirando de dónde provenía la voz.
—¡Pero si eres Pinky! Pensaba que te despeñaste al salir apresuradamente del avión.
—No te burles, amigo... Vengo a salvarte. ¿Recuerdas, Luis, cuando eras pequeño y no podías dormir sin mi compañía?
Al conejito se le estaba acabando la paciencia, dando pataditas en el suelo, con esa ridiculez que caracteriza estos animalillos de peluche.
Luis, avergonzado y abatido ante esas verdades como puños, dijo.
—Perdóname, Pinky, ya sabes cómo soy... Te prometo que te cuidaré y respetaré como en los viejos tiempos; dame otra oportunidad, amigo.
El conejito se quedó meditabundo y, arrugando la nariz, dijo.
—Está bien, amigo, como en los viejos tiempos —y acto seguido se fundieron en un largo abrazo.
Un ruido como una estampida de elefantes se dejó oír por todo el bosque. Luis miró horrorizado a su amigo, y dijo:
— ¿Qué pasa, Pinky, qué es ese ruido?
El conejito, con cara larga y apesadumbrada, replicó.
—Tranquilo... Si sabes cómo actuar, saldrás de ésta. Solo escucha tu corazón.
Luis estaba estupefacto ante las palabras de su amigo; sin comprender muy bien el significado de las mismas dijo.
—Pero ¿qué dices del corazón?
—Cuando los veas venir comprenderás —contestó muy tranquilo.
Efectivamente, el ruido cada vez se acercaba más y más, cuando por fin Luis pudo ver qué era lo que tanto sonido hacía, gritó como un poseso.
—¡¡Pero si son mis padres, hermanos, amigos y un motón de gente que desconozco!!
—¿Estás seguro? —le contestó su amigo, entre serio y cabizbajo.
—¡¡Míralos bien!! Y muy detenidamente, que de seguro te suenan —siguió diciendo muy enérgicamente.
Entonces, Luis, lleno de sorpresa, contestó:
—¡¡Tienes razón, Pinky!! A ese lo engañé, a este otro le di una paliza para robarle y al de allá lo maté en una pelea...
El conejito, triste y melancólico, dijo.
—Ciertamente, amigo. A todos y cada uno de los que ahora ves que vienen gritando haciendo tanto ruido son personas a los que tú les hiciste mucho daño, en este momento vienen a por ti.
La marabunta de gente estaba bastante cerca, a nuestro amigo se le acababa el tiempo. Pinky, desesperado, tomó la cara de Luis con las manos y le dijo.
—¡¡¡Vamos, amigo, reacciona!! Di las palabras mágicas.
Luis pareció entender; entonces, entre sollozos y lágrimas, dijo:
—Padres, hermanos, amigos y conocidos a todos... perdón —la voz sonaba afligida y sincera.
Al terminar sus palabras, todos desaparecieron y, como por encanto, el bosque recuperó su calma.
Pinky, loco de contento, daba botes de alegría diciendo.
—¡¡Al fin acertaste!! Vas por buen camino, amigo.
—Es verdad, Pinky, al recordar todos y cada uno de mis actos, aquellas palabras me salieron del alma —dijo alzando y volteando de pura alegría a su amiguito.
El conejito ya no participaba del júbilo de su amigo y con voz seria le dijo:
—Suéltame, bájame y escúchame con mucha atención.
—¡¡Tienes que despertar!! Este viaje es sin retorno, amigo.
Luis, que le duraba todavía su reciente satisfacción, lo miraba entre molesto y confuso, contestándole.
—Pero ¿de qué viaje hablas?
Pinky, ya muy impaciente e iracundo, le contestó:
—Tú sabes muy bien de qué viaje te hablo, ¡¡no te hagas el despistado!!
Y así el par de amigos siguió su camino en ardua discusión.
Poco a poco, el bosque fue dejando paso a los campos de cultivo, se adivinaba la cercanía de la ciudad.
A las afueras de la misma, una algarabía de gritos llamó la atención de nuestros amigos.
Unos enanos con vestimentas esperpénticas rugían a la vez que tiraban piedras a un ser de aspecto monacal, con capucha que le tapaba cara y extremidades.
El par de amigos se aceraron entre dubitativos y curiosos. Conforme se acercaban, la escena se les fue dibujando con extrema claridad.
Aquel ser de apariencia religiosa arrastraba un ataúd, a duras penas podía con él, mientras los enanos incordiaban con sus insultos y pedradas.
Luis, encolerizado, se abalanzó sobre ellos profiriendo gritos.
—¡¡Malditos enanos del demonio!! Fuera, fuera, dejad al monje en paz.
Acercándose al personaje, le dijo:
—¿Está... usted bien?
El monje detuvo su marcha y, sin soltar palabra, quedó quieto.
Luis volvió a repetir:
—¿Está usted bien?
Al no obtener respuesta, se acercó más al mismo, dándose cuenta de un olor nauseabundo emanando del individuo. El conejito, con semblante preocupado, le dijo.
—No te acerques, Luis, no te gustará...
Luis se moría de curiosidad, y haciendo caso omiso a su amigo levantó la capucha del fraile.
La faz de Luis perdió repentinamente su color, tornándose pálida como la luna.
—Pero... tú, cómo es posible —balbució Luis.
Aquel individuo pareció despertar y alzó su mano señalando al ataúd.
Luis, cabizbajo y gimoteando, se dirigió al mismo con intención de abrirlo.
El conejito, raudo, le asió de las piernas suplicando.
—¡¡No, no lo hagas!! Te arrepentirás.
Luis, a duras penas, llegó al mismo consiguiéndolo abrir, un grito de horror salió de su garganta.
Nuestro amigo, abatido y desolado, se arrodilló juntando sus manos, disponiéndose a rezar.
Pinky se acercó diciendo.
—¡¡Reza, reza!! Aún no es tarde, has tenido que verte a ti mismo para reaccionar.
Mientras tanto, el encapuchado siguió su macabra marcha. En cuanto estuvo lo bastante lejos de nuestros amigos. La jauría de enanos salió de su escondite para seguir atormentando con sus insultos y pedradas.
—Lo peor no ha sido eso, mi padre tiraba del féretro —dijo con lágrimas en los ojos.
La canción pegadiza inundó los oídos de los dos amigos sacándoles de su situación.

“Viaje con nosotros
si quiere gozar.
Viaje con nosotros
a mil y un lugar
Y disfrute
de todo al pasar.
Y disfrute
de las hermosas historias
que les vamos a contar”.

—¡Pinky! ¿Estás escuchando?
—Sí, pero no hagas caso de los cantos de sirena, ¡¡despierta, despierta!!
El conejito, enojado con su amigo, no paraba de dar saltos de impaciencia ante la pasividad de Luis.
Él, en contra de todo pronóstico, sacó fuerzas de flaqueza. Raudo, se encaminó en dirección a los sones que tan embriagador efecto causaban a su persona.
Pinky salió de inmediato corriendo detrás de su estela, pero las pequeñas piernas del conejito no daban para más. Pronto, Luis se perdió entre las primeras casas de la ciudad.
—¡¡SEÑORAS Y SEÑORES!! EN BREVE ZARPAREMOS AL VIAJE SIN RETORNO, TODO EL QUE QUIERA VENIR QUE SE APRESURE.
Un presentador con tupé y chaqué se desgañitaba arriba de un escenario dando cómicas zancadas de un lado a otro del mismo.
Los espectadores ahí reunidos estaban ensimismados ante tanta palabrería. Unas bellas señoritas agasajaban con guirnaldas de flores a los recién llegados. Luis era uno de ellos, pletórico de contento desfilaba como todos por la pasarela, llevándolos a bordo de un velero.
Aquello era espectacular, cientos de personas se apiñaban en las dársenas del puerto. Tiraban confetis de papel agitando sus pañuelos al son de la música que provenía de una banda de músicos esperpénticos, enanos toreros, vestidos con sus mejores trajes de gala, seguidos de monos saltarines, osos saltimbanquis y cabras locas.
De fondo, un castillo de fuegos artificiales remataba tan pastelera postal.
El presentador bramaba los nombres de cada uno de los afortunados al viaje sin retorno. Cuando por fin llegó a Luis dijo:
—¡¡Señoras y señores!! He aquí a uno de nuestros mejores viajeros, Luis ese hombre que desde muy joven siempre viajó con nosotros. Demos un gran aplauso a este gran hombre.
Acto seguido, el rugir del público se hizo sentir en todo el puerto.
Todos los pasajeros idos de contento hacían la ola al unísono de la pegadiza canción.
Se soltaron amarras y el velero poco a poco fue desapareciendo en el lejano horizonte.
Pinky, afligido y decaído, lloraba desconsolado. Moviendo su manita se despedía de su pobre amigo...
Con los ojos muy abiertos e inexpresivos, Luis seguía bocarriba encima de su cama. El ventilador, con su monótono ruido, continuaba moviendo ese poco aire que a duras penas llegaba a cualquier rincón de la destartalada habitación.
Pinky seguía en ese desván adonde lo abandonaron años atrás, cuando el niño pasó a hombre, junto con tantas otras cosas que fue renunciando.

FIN.
J. M. MARTÍNEZ PEDRÓS.


Todas las obras están registradas.

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Texto agregado el 17-12-2009, y leído por 247 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
31-12-2009 Dueño del arte de narrar atrapas al lector desde la primera palabra semantex
22-12-2009 Sin palabras. Me ha encantado. Sabiendo que era la última parte, releí nuevamente todo el cuento, paladeando las irreverentes imágenes, y te digo que es un viaje psicodélico en toda regla, muy bien relatado, esos saltos de escenas, ese delirio... Sobre todo la escena final, el retrato del embarcadero y del chico... Soberbio. Aplaudo hasta que me sangren las manitas! nayru
21-12-2009 Wowwww.... Un momento espeluznante!!! Iba a decir que me muero de ganas por que continúe, pero, visto lo visto, mejor digo que espero expectante!! Solo dos apuntes: puedes cambiar "de aspecto monacal" por "con atuendo" o "con pinta monacal" para no repetir "aspecto; y un pequeñisimo error de tipeo en "eNanando" (eManando). Chapó, Jose María!!!! nayru
18-12-2009 Bien, bien!!! Me gusta como esta avanzando la historia, aunque miedo me da pensar en lo que pueda acontecerles a lo largo de su camino!! Me escama un poco el conejo de peluche, jajaja, sabe demasiado. Me gusta el tema, esta muy bien llevado y, al ser fantasioso, como de sueño, nunca sabes en lo que va a derivar. Esta continuacion la veo mejor estructurada en cuanto a lo que te comente. Un beso muy grande y estrelitas varias (en este caso van a tener que ser simbolicas!!) nayru
17-12-2009 Bravo, Kasi!!!! Me encanta esta historia, realmente es como un sueño, en el que se mezclan imagenes confusas y diversas. Me tiene intrigada el tal Pinky. Avisame cuando continues, no me lo quiero perder!!! Abrazos y estrellas, voy a privi. nayru
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