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Desde lugares desconocidos, en tiempos sin remembranza existió, se llamaba mujer y corría libre por todos lados, con el pelo suelto, la mirada brillante y alegre, despojada de ropas, sin molestias ni dolor, solamente plena, llena de todo, de amor y felicidad.

Acostumbraba caminar por la playa y disfrutar de los gritos de las olas que presurosas unas contra otras se abalanzaban sobre la orilla para regalarle gritos de cariño y entregarle un poco de espuma blanca como presentes por su belleza, para de paso poder tocar sus pies y sentir su suave piel, la arena blanca se estremecía con cada paso y orgullosa contaba al mundo como era la sensación de tenerla por ratos tan cerca.

El viento alegre se divertía viajando por toda la tierra para regresar y traerle aromas nuevos de los lugares que ella no conocía, para darle ofrendas de olores exquisitos, dignos de su olfato, todo por acariciarla varios segundos y abrazarla sin reclamos y con gusto.

Las aves mas bellas y coloridas volaban jornadas largas y sin descanso con tal de deleitar su mirada, se acicalaban los felinos para ser tan suaves y servir de soporte a su regazo, el sol y la luna peleaban y cuchicheaban, alegaban horarios en secreto, presuroso el sol daba la vuelta para ser ocaso, pues se sentía querido y admirado por ella, la luna por su parte llamaba a todas las estrellas con ansía de iluminar a la mujer, que asombrada las observaba.

Los árboles daban frutos jugosos y deliciosos, que maduraban por su parte para llegar a ser hermosos y dignos de la mujer.

Cada uno de los ríos alentados y cuidados por las montañas, bajaban suave por las laderas sin alboroto para llegar a donde ella, y ser espejos, presumiendo al mar entero el reflejo de la mujer.

La lluvia tibia, bajaba eufórica de la emoción, para poder llegar al piso y fecundar la tierra, después de haber lavado el cuerpo de la mujer, que agradecida, lanzaba un beso a cada nube, y estremecidas hacían figuras para la hermosa mujer que entonces vivía en la tierra.

Después de un rato, cerré mi libro, me di la vuelta para mirarte como dormías linda mujer, te acaricié aun más alegre y presumido que todos los que mencioné antes, toqué tu rostro, besé tus labios, sentí tu pelo, olí tus sueños, y di mil gracias…
Por que te tengo.
Y eres la misma de este cuento, llena de vida y de alegrías.
Y ya muy pronto…
Seremos tres…
Y estoy tratando de hacer yo todo…

Lo que en el cuento hacían por ti.

Texto agregado el 07-12-2009, y leído por 177 visitantes. (2 votos)


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