Viene con paso alegre y decidida la princesa intoxicada,con su pelo rubio sucio y desgreñado y el cuerpo consumido.Lleva por galas un pantalón vaquero negro tan desgastado como ella misma y una sudadera dos tallas por encima de la suya que lleva el logo de "Los Suaves".No entiende ella de semáforos ni de asfalto y cruza la avenida sin ni tan siquiera mirar,jugándose la vida a cada paso mientras son los coches los que a ella la esquivan entre estruendo de claxons e insultos.
Sigue con la mirada puesta al frente su paso firme,que para ella es todo campo,y al tiempo que muestra su podrida dentadura en lo que intenta ser una sonrisa,alza su brazo derecho para ser encontrada por aquel que la espera.
Es entonces que su príncipe ruinoso,enfundado en cuero manido ,agrietado y mugriento,se levanta adormecido de uno de los bancos del parque donde la aguarda y muere la avenida.Él tiene gesto intrigado,como esperando que ella diga o haga algo,y ella que así lo intuye,busca en su bolsillo para sacar al instante de él y mostrar como tesoro,la bolsita blanca con la que juntos levantarán esta mañana su reino.
Él aplaude,no puede disimular su alegría y con gesto de complicidad abre un lado de su chaqueta para que su princesa vea cumplida la otra parte del plan en forma de brillante rollo de papel de aluminio.
Eufóricos y excitados desaparece el resto del mundo a su alrededor cuando se produce su encuentro y, sin apenas mediar palabra,dirigen su impaciente caminar al rincón donde acabarán sus temblores y la realidad que les atormenta.
Poco a poco desaparecen de mi vista por entre la arboleda del parque.Ahí van ellos a su asunto mientras yo,saboreando un cortado,vuelvo a centrarme en los míos.