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La tarde pasaba entre café y arte. Nunca había sostenido una conversación tan interesante con otro artista, aunque conocía muchos, la verdad es que el nivel cultural de John era simplemente superior.

Lo otro que no dejó de llamarme la atención, era que no lo veía como un trabajo. Sinceramente, vivía del arte, pero jamás lo vio como un trabajo, para él recibir dinero, era un plus.

- Como los grandes artistas- me decía- les pagaban grandes comisiones por sus obras, pero ellos respiraban arte, perfeccionaban su técnica, todos los días se superaban a sí mismos, a través de la observación, de la sensación. Nadie acusaría a Miguel Angel de ser un vendido, o de no ser artista o que su arte era sólo trabajo. Para él, era su vida y si le pagaban por ello, excelente.

- Entonces- dije maliciosamente, lo admito- te ves a ti mismo como un Miguel Angel moderno.

- No sé si alguna vez llegue a estar a su altura- me respondió- pero sí considero que vivo bajo su filosofía de vida y, en ese aspecto, somos iguales.

No podía creer lo fácil que me había desarmado. Usualmente cuando iniciaba una pelea de ese tipo, el artista común, solía rsponderme más a la defensiva y evitando totalmente la pregunta en cuestión. No había dudas de que John fuera alguien diferente. Aunque no sé qué tan bueno o malo puede ser eso, en estos días.

- No me has contado nada de ti- me dijo- Has permitido que yo hable y te cuente toda mi vida en una tarde, pero tú eres un misterio, sólo sé que eres la artista que convirtió la fabricación de muebles en un arte y que acaparas portadas en las revistas de diseño más chic de Inglaterra.

- No hay mucho más que saber- respondí- La verdad es que vivo en Nueva York, pero nací en Sudamérica por cosas del destino. Tengo estudios de arte y de periodismo, pero jamás terminé una carrera. Pintaba desde que recuerdo y tengo memoria, me gusta Jackson Pollock, me gusta Kandinsky y me inicié en lo de los muebles casi por error.

- ¿Cómo es eso?

- Llegué a un taller de arte a trabajar y muy pronto el dueño decidió conmvertirlo en un taller de muebles, de esos de diseño, para venderlos súper caros, a gente que creía que con eso eran cool y con clase. Pronto me gané una reputación, me fui a Nueva York, a perfeccionarme y decidí quedarme... y acá estoy, la artista de los muebles de la Reina.

- Y te gusta lo que haces o ya has perdido las ganas?

- Me gusta. Creo que puedo quedarme en este rubro algunos años más, antes de volver a la pintura o dedicarme a otra cosa... Tal vez a escribir, que es algo que me apasiona.

- Sí, siempre es bueno darle un giro a lo que uno hace, es sano. Yo solía escribir... Lo que más hacía eran canciones, pero me aburrí, era desalentador. Un negocio restrictivo la música, en estos tiempos, hay que estar dispuestos a jugar el juego y yo, en el arte, encontré más refugio.

En ese momento se acercaron dos jóvenes, libreta en mano, a donde estaba John.

- Oh, mi Dios, es él- dijo una de ellas- es realmente él.
- Señor, nos daría un autógrafo?- dijo la otra más decidida- somos fans de usted desde hace mucho tiempo, de hecho tenemos una banda gracias a usted.

John les sonrió, agradeció los halagos de las chicas y firmó las libretas. Yo sólo me dedicaba a observar la escena, aparentemente había sido un músico de renombre en Inglaterra, aunque lo negara.

Por lo visto, aún quedaban aspectos de su vida por conocer y no me quedaría tranquila hasta conocerlos...

Texto agregado el 10-11-2009, y leído por 143 visitantes. (3 votos)


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