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La Dama De Negro

La dama de negro se despierta a la mañana, se despide de sus hijos y se prepara para irse a trabajar. No le gusta pensar en el pasado, ella sólo vive su presente. Pero no vive, sobrevive. Y en realidad no trabaja, sino que lucha.
Todos la miran sintiéndose superiores, creen que ella no vale nada, que depende de su aprobación y su limosna. En realidad, sí depende de su limosna, ya que lo único que lleva a su casa es el dinero que le dan por “lástima”. Por la forma en que se rebaja y se denigra para pedirle lastimosamente al exitoso empresario que pasa con su portafolios lleno de papeles si puede darle alguna moneda. Y se resiste a contestar como le gustaría cuando recibe, a cambio de su pedido, una mirada seca y palabras groseras y degradantes de alguien que tendrá el pan sobre la mesa al volver a casa.
Se queda parada con sus ojos cerrados sólo imaginando. Se ve con una linda casa preparando la comida para su feliz familia y esperando a sus hijos que llegan del colegio. Entonces abre sus ojos y todo vuelve a lo mismo, vuelve a su triste vida y a esperar la tan ansiada limosna que la ayude a sobrevivir.
Ella aguanta, soporta y encara todo. Pasa largas horas parada a la salida de un banco o en la esquina de una plaza con su mano extendida, esperando que venga alguien que se compadezca y le deje un par de penosas monedas a cambio de un triste y resignado “gracias” y mil miradas de “no me gustaría estar en tu lugar”.
Ella no ríe ni llora. Sólo espera. Su vida pasa y, con ella el tiempo deja en su rostro, marcado el sufrimiento y el dolor. Y en su mirada, queda reflejada la desesperanza y el sentimiento de culpa que la invade, la impotencia y el remordimiento de no haber actuado, de haber aceptado, de no haber tomado a sus hijos y escapado con ellos cuando tuvo los medios para hacerlo.
Siente que ya es tarde, nada cambia. Sabe que cada día al volver a casa la estará esperando aquel hombre dominante y violento que estará dispuesto a todo si ella no logra saciar su sed de alcohol. Varias veces se ha visto como escudo para sus hijos, ha recibido los golpes de furia del padre de ellos, pero sabe que los defenderá como una leona que defiende a sus cachorros. Para ella, ésos, son golpes que le da la vida para hacerla más fuerte, lo cierto, es que esos golpes quedan gravemente grabados en su rostro y cuerpo, como marca clara de su dolor y sufrimiento.
Se inclina, abraza a sus hijos y deja caer el tan contenido llanto. Llora, en silencio, en la oscuridad de la habitación, siempre esperando, que mañana sea un día nuevo y que algo mágico suceda que cambie las cosas. Mientras tanto sólo queda soportar.
¿Por qué la gente no la entiende? No busca aprobación, ni lástima, ni comprensión. Lo único que busca son monedas. El dinero que pueda conseguir para que sus hijos sigan adelante, lo suficiente como para que estudien y se alimenten. Se preocupa por tener algo para saciar el vicio de su marido y encargarse de esconder el resto. Aunque sabe que si él se entera de que ella le esconde algo, su vida correría grave peligro, así como había sucedido un para de veces antes.
Entonces vuelve a cerrar sus ojos y a imaginarse aquella vida de ensueño que espera llegar a tener algún día. Pero, igual que siempre, al abrirlos, vuelve a encontrarse con la miseria y tristeza de siempre.
Todos saben por lo que pasa ella, pero nadie dice ni hace nada. Sólo le dan una mísera limosna creyendo que con eso ya se ganaron un lugar en el cielo. A nadie le gusta ni quiere ver. Piensan que lo que ella hace es optar por el camino fácil. Muchos dirían que sería mejor trabajar de empleada domestica que pedir dinero en la calle. Pero sólo ella sabía, no tienen ni idea. Sería más fácil denunciar al abusador y quedar tranquila sabiendo que él está tras las rejas. Pero ella no lo veía así, al salir él podría volver furioso y matar a sus hijos. Lo único que a ella le parecía fácil era hablar, opinar sin estar en la situación del otro, eso sí era fácil. No le importaba lo que dijeran de ella, su único fin en la Tierra era lograr el bienestar de sus hijos. Caminaba sola e indiferente por la vida oyendo sin escuchar. Añorando algo imposible sabiendo que su vida ya no podría cambiar.
Así transitaba, sola, cada día después del trabajo, el largo camino hacia el Infierno. Fue así, cuando una tarde al volver a su casa escuchó los gritos de su hijo y entró corriendo con lágrimas en los ojos anticipando la tragedia que se vendría. Encontró a su marido, completamente alcoholizado golpeando a uno de sus hijos, que se encontraba sobre la cama, con una fuerte barra de metal. Se lanzó como una fiera sobre él para proteger la vida de su hijo, y aquel ser dominado por el alcohol la golpeó en la cabeza con la barra.
La dama de negro cayó inconciente al suelo. Los niños quedaron nuevamente indefensos ante aquel monstruo y se lanzaron al suelo y abrazaron fuertemente a su madre. Con los niños llorando en su cuello, cerró sus ojos por última vez.


Gonzalo Mila

Texto agregado el 24-10-2009, y leído por 94 visitantes. (1 voto)


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