TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / tiralineas / Un día luminoso

[C:426831]

Un día luminoso

Los dos alambres atraviesan el ancho del terreno desde la pared cubierta por la enamorada del muro hacia la opuesta de ladrillos de color viejo por el que asoma el limonero del vecino. De la desganada curva de uno de ellos cuelgan dos calzoncillos, una camisa celeste, una pollera a lunares negros y verdes y, lejos del grupo, un estricto par de medias que niega el agua, la exposición al sol. El viento fresco de las ocho y cuarenta de la mañana del 4 de octubre mueve las prendas como se manipulan las cosas inanimadas.
La perra corre hacia la rosa china, se detiene de golpe, mira fijamente hacia la copa de la acacia. Las dos primeras calandrias aparecieron este año con bastante antelación. De cara al patio, la puerta de la cocina se ve abierta. Antes de llegar a la cocina hay que atravesar dos canteros, redondos y simétricos, donde comparten el insuficiente espacio, violetas, lavandas, rosas, malvones. Se nota que la idea original del jardín ha sido más modesta en número y especies. Caminos de baldosas rojas completan el espacio hasta el lavadero, una pequeña galería a un lado de la hoja entornada.
En el interior la heladera regula el silencio en luz pobre que ingresa por la ventana, envuelta por el naranja tenue de la cortina. Desde ese rectángulo la ropa colgada, al fondo, es un dibujo mal hecho. Sobre el fogón hay un termo rojo y al lado un mate ancho listo que espera cebado. En la mesa redonda de algarrobo, dos tostadas con manteca sobre un plato de postre, un cuchillo plano. Lo flanquea el frasco de mermelada de frutilla sin abrir. Más allá el reloj pulsera, una lapicera sin capuchón, un papel con la lista para el supermercado, el diario del día sin arrugas. Sobre su virginidad de papel, las llaves del auto.
En las paredes verde claro hay fotografías de un hombre y una mujer que envejecen de izquierda a derecha: vacaciones, actos de graduación, el nacimiento del primer hijo, la familia completa. Por el respaldo de una silla, el saco negro.
Una arcada de medio punto permite acceder al comedor, que desprende una alegría propia de su inmediatez a la cocina, la escasez de muebles, el espacio de machimbre bien lustrado. En el rincón más lejano, el teléfono recibe mensajes en la memoria de infancia perpetua. La mesa grande, en el centro, recibe la computadora, que se rodea de discos compactos muy ordenados, pocos apuntes anillados, una carpeta azul con etiqueta grande. Cerca de una ventana generosa con cortina de tela cruda hay dos cuadros: el hombre despliega un plano en cualquier lugar de la ciudad; la mujer sonríe detrás de un escritorio con su diploma profesional enmarcado arriba, a la izquierda. Estanterías paralelas muestran por la pared celeste pastel volúmenes de arquitectura, diseño gráfico, informática, programación. La radio suelta poca música y muchas palabras.
La puerta cancel, de vidrios repartidos, madera noble, permite ver la otra puerta, metálica, que da a la calle a través de una reja artística. Alguien pasa gritando y queda un penacho de voz retenida en el ambiente de techos altos y excesivos. En el escritorio cerrado, a la derecha, suenan las nueve campanadas de felpa de un reloj de péndulo. Por el lado opuesto las celosías del dormitorio no están abiertas.
La perra ladra desde el patio. Pese a que la puerta de la cocina se abre aún más por el viento cálido, no entra. Mira las baldosas de granito, el celular que vibra sobre el piso, la mano abierta, el amarillo tenue de la camisa, el cinto de cuero, el pantalón negro, la silla caída. Imperceptibles motas de polvo cubren la figura. Un zapato disfruta su quieta independencia. La media de nylon lo extraña. El otro se aferra a la posición incómoda del dueño. Los anteojos de fino marco, algo más allá, distorsionan el pelo negro, las gotas rojas que se encharcan bajo la cabeza. Son las diez y cuarto cuando la cerradura principal cruje en los dientes de la llave, deja pasar un suave taconeo femenino que avanza en la calma del día.

Texto agregado el 17-10-2009, y leído por 137 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
20-11-2009 Es evidente que cuando acaba la vida, sólo queda el escenario, mudo y estático. La minuciosa descripción de objetos ya inútiles resulta un compendio de lo que fue, de aquello que ahora no tiene sentido de existir. Muy bueno, amigo. Salú. leobrizuela
20-11-2009 La descripción precisa de una calma matinal antecede al horror del descubrimiento de la muerte. Buen texto. Saludos. Gatocteles
17-10-2009 Relato que se centra en las descripciones, donde subyace un fino humor. Es obturador que al abrirse deja entrar la luz y con ella la realidad. Te felicito. peco
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]