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I

Un famoso director de orquesta recibió el encargo de seleccionar un trompetista para la orquesta de un nuevo casino en Las Vegas. Como, para atraer a los mejores músicos, se había ofrecido un salario desorbitante, se presentaron más de trescientos candidatos, entre ellos varios primeros músicos de orquestas de otros casinos. El director delegó en su asistente las tediosas audiciones, y pasaba los días jugando al póker —juego al que era muy aficionado y asaz invencible— con algunos renombrados músicos de la ciudad.

Cuando al fin su asistente le presentó a los cinco finalistas, el director reconoció a cuatro que él mismo hubiera seleccionado sin necesidad de escucharlos, sólo por su renombre. Al otro, un muchacho oscuro y flaquito, no lo había visto jamás.

—Cuatro ases y una jota —les dijo a los finalistas a manera de saludo, provocando la risa de todos los asistentes. (Juego de palabras intraducible. En inglés, el nombre de la carta marcada con una J es Jack, que también puede traducirse como tonto —si uno es mojigato— o pendejo —si uno es más espabilado.)

—Y un rey —repuso el muchacho tímidamente, lo que provocó aún más risas.

Cuando pudo hacerse oír:

—Tienen cinco minutos para improvisar —dijo el director, ignorando el comentario del muchacho—, y yo los calificaré con esto —explicó haciendo aparecer de la nada un mazo de naipes en su mano.

El primer trompetista empezó a tocar, mientras el director seguía el ritmo moviendo la cabeza y barajaba diestramente los naipes con una sola mano. Antes de los cinco minutos hizo un gesto de basta, y colocó boca arriba un as sobre la mesa. A los otros tres trompetistas que ya conocía los escuchó barajando las cartas y moviendo la cabeza, a los tres los detuvo antes de los cinco minutos con un gesto de basta, otros tres ases colocó boca arriba sobre la mesa. Entonces:

—Póker —dijo, abriendo los brazos. Luego, buscó dos cartas en la baraja y, mirando al muchacho—: Ya no quedan más ases, sólo quedan estas —añadió, mostrándole un rey y una jota—. ¿Todavía quieres intentarlo?

Como única respuesta, el muchacho empezó a tocar, y por más de media hora, nadie se atrevió a interrumpirlo.

El director escuchó sin dar señales de interés; lo único que hizo durante esa media hora fue jugar con las dos cartas en el aire, colocando velozmente una delante de otra pero sin dejar que nadie viera su mano. Cuando el muchacho dejó de tocar, el director colocó las dos cartas sobre la mesa boca abajo, se levantó, le dió la mano al trompetista que había tocado primero, y salió sin decir palabra.

II

Mucho asombro causó la decisión del director entre los que habían asistido fascinados a las ejecuciones del muchacho. Los mismos cuatro trompetistas que habían sido calificados con ases le dieron la mano y le dijeron casi lo mismo: que nunca habían escuchado música como esa, que su técnica era impecable, que sus variaciones geniales, y que era una injusticia que no hubiera consiguido el puesto. Pero ya el asistente del director traía el contrato, ya los otros músicos se iban retirando, y el muchacho —flaquito y oscuro— salió por la puerta casi arrastrando su trompeta. Esa misma noche, desapareció de Las Vegas. El director de orquesta también dejó la ciudad esa noche.

III

Algunos años después, ese mismo director de orquesta regresó a Las Vegas para dar una serie de conciertos con su nuevo ensemble, en el que se destacaba un joven trompetista que estaba revolucionando el todavía —por aquellos tiempos— incipiente género musical que ahora se conoce como jazz. Y cuando, en el momento de las felicitaciones, le preguntaban al director dónde había ganado para su banda a ese genio oscuro y delgado, el director cambiaba una mirada y una sonrisa con su músico, e invariablemente respondía:

—En una afortunada mano de póker.

IV

Dice la leyenda que el chico que hizo la limpieza del salón donde una noche ya lejana se hicieron las audiciones para trompetista de una orquesta de Las Vegas que no ha pasado a la historia, cuando volteó las dos cartas olvidadas por el director de orquesta sobre la mesa, volteó dos reyes. También se dice que el director de orquesta salió por una puerta y entró disfrazado por la otra, para ofrecerle al trompetista oscuro y flaquito un contrato aún más desorbitante que el que acababa de negarle en nombre de los dueños del nuevo casino, con la condición de que esa misma noche dejaran Las Vegas, y que por eso olvidó las cartas. Y también se dice que si procedió de esta laya, fue por no correr el riesgo de que los dueños del casino que lo habían contratado tomaran represalias contra él por haberles birlado a músico tal. Pero ya han pasado muchos años de estas cosas, y los que podrían corroborarla desaparecieron, algunos fueron asesinados, y los demás se han muerto de viejos. Así que la verdad nunca podrá saberse.

V

¿Cómo, colorín colorado? ¿Y no va faltando algo, señor cronista?

—¿Algo como qué?

Pues el nombre del trompetista flaquito y oscuro, nada menos.

—¿Y qué, no lo has adivinado, amigo lector? Pues vuelve a leer el título de esta historia, y no me creas tan descuidado a la hora de poner las mayúsculas.

Texto agregado el 13-10-2009, y leído por 169 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-10-2009 jaja... la historia está bien contada. La parte IV no me llegó a convencer del todo, pero hay algo en el conjunto que se me hace agradable. flucito
13-10-2009 muy buena historia,sabes regrese al titulo jajaNo conozco de musicapero supongo que Miles debio ser un genio******** shosha
13-10-2009 Ya... ¿y? Bacha
 
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