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Ni una sola nube en el cielo; nada que ocultase el brillo de las estrellas. Tan lejanas, tan frías, tan solas. A ella siempre le habían parecido tristes, se limitaban a estar allí, aguardando que alguien posara sus ojos en aquel puntito que brillaba para sí mismo, en algún lugar al que nadie llegaría jamás. Le fascinaba el cielo nocturno, a menudo dejaba que su pensamiento se abandonase entre aquel azul aterciopelado; solía estirar los brazos e intentar rozar la inmensidad con la punta de sus dedos.

Estaba sentada sin más compañía que las criaturas nocturnas, había preferido disfrutar de la noche a quedarse encerrada entre cuatro paredes. Un soplo de brisa agitó sus cabellos, al tiempo que le arrancaba una sonrisa. Sentía el frío del aire como un abrazo; la rodeaba y se llevaba todo aquel pensamiento que no consistiera en ser consciente de sí misma en aquel momento.

El sonido que trajo aquella brisa fue tan imperceptible, que por un momento creyó que había sido su imaginación. Pero no, agudizando su fino oído, distinguió claramente el dulce compás de una melodía.
Atraída por el tenue sonido, se levantó para encontrar su procedencia, llena de curiosidad. No tardó en distinguir a cierta distancia una figura casi transparente, que se movía entre los árboles. Nunca había visto una criatura semejante, no era un hada, ni un espíritu del bosque; al verla experimentó una extraña sensación, de pronto la vida le parecía increíblemente hermosa, y todo era posible. Cada nota que aquella criatura cantaba hablaba de todo lo bueno y la llenaba de confianza en sí misma.
Sintió deseos de salir a su encuentro y danzar con ella entre los árboles, pero temió que si revelaba su presencia allí, aquel ser desaparecería asustado. Por lo tanto, continuó siguiéndola entre las sombras, sin hacer el menor ruido para no ser descubierta.
En la distancia podía distinguir sus rasgos. Era joven, o al menos eso aparentaba. Sus ojos brillaban alegres, y sonreía mientras cantaba. Toda ella era de un color impreciso, pero desprendía un resplandor muy tenue. Tanto su larga melena plateada como el vestido que llevaba, así como ella misma, se confundían en una sola cosa.
De pronto se detuvo y se quedó en silencio.
Frente a ella había aparecido otro ser; eran idénticos, como si se estuviera mirando en un espejo. Salvo que aquella nueva aparición era mucho mas definida, menos etérea. Y al mirarla, Iridriel sintió como desaparecía todo lo que hacía un momento la hacía tan feliz. Se vio a si misma tal y como era, el mundo que la rodeaba, la vida que le había tocado vivir. Tuvo conciencia de todo aquello en un fugaz instante.
Se sintió tan aturdida que apenas se percató de que estaban hablando, hasta que vio que sus labios se movían. Poniendo toda su atención, consiguió escuchar.

-“Te conozco”- decía la chica alegre, que había cambiado su sonrisa por un gesto de curiosidad. Era ciertamente bonita, ladeando ligeramente la cabeza y mirando frente a ella con inocencia.
Iridriel se sorprendió entendiendo lo que pensaban aquellas criaturas; no sabía porqué, pero estaba segura de saber lo que les ocurría.
-“Sí, me conoces”- fue la respuesta de la segunda. Su voz era como meter las manos en agua helada; fría y casi palpable.
-“Eres Realidad”- no era una pregunta, ni siquiera una afirmación; era una certeza que no necesitaba ser pronunciada.
Por toda respuesta, Realidad sonrió con un leve asentimiento de cabeza.
Esperanza, pues estaba segura de que aquel debía ser su nombre, o tal vez Ilusión, guardó silencio mientras pensaba en aquella situación.
-“Nunca antes te había visto, ¿porqué has aparecido ahora?”- le preguntó al fin
-“No he aparecido, es ahora cuando has decidido verme. Siempre he estado aquí; siempre he existido a tu lado”
-“Pero entonces, ¿porqué no te he visto hasta ahora?”- Esperanza parecía muy confusa.
-“Porque no querías”- Realidad respondía con la tranquilidad de quien sabe que las cosas son como son, y no pueden ser de otro modo.
-“¿No quería? No veo porqué no iba a querer verte..”
-“Tal vez deberías preguntarte porqué sí querías verme ahora”
-“Yo...no lo sé...”
Realidad la miró casi con ternura; pero no dijo nada más.
-“Supongo que sabía que estabas ahí, y que tarde o temprano me encontraría contigo”- dijo Esperanza finalmente.
- “Nadie desea encontrarme, pero todos acaban haciéndolo”
-“Tu matas sus sueños”- aunque Esperanza no lo había dicho como un reproche, Realidad pareció profundamente ofendida
-“¡Yo no mato los sueños de nadie! Me limito a mostrar las cosas tal cual son. No es mi culpa que ellos vivan en castillos en el aire, negando aquello que les daña”
-“Pero a veces eres demasiado cruel; demasiado difícil de aceptar”
-“¿Qué se gana negando la realidad?
-“Tal vez, intentar alcanzar la felicidad”
Apenas terminó de decir esa frase, Esperanza se encogió ante la furia que brillaba en los ojos de Realidad. Pareció a punto de decir algo, de dar rienda suelta a su ira, pero se calmó tan rápidamente como se había enfurecido.
-“Mi pequeña Esperanza, nadie es feliz negando lo que en el fondo de su corazón sabe que es cierto. Quien vive de sueños vive con el miedo constante a despertar”
-“Pero, ¿qué hay de malo en conservar la esperanza?”
-“No hay nada malo en ello, esa es la razón de tu existencia; pero la esperanza no debe cerrar los ojos a lo que es cierto; y eso es la razón de la mía”
-“Pero hay esperanzas que tal vez se cumplan”
-“Y hay otras que no se cumplen nunca, y acaban consumiendo a quien las alberga como un fuego mal apagado”
-“¿Y si por perder esa esperanza se deja de luchar por algo que podría ser posible si no se rinde?”
-“¿ De qué sirve luchar por imposibles?”

Esperanza no respondió. Su hermoso brillo había sido apagado por el velo de la duda. Parecía tan abatida que Iridriel pensó que acabaría desapareciendo.
No desapareció, recuperó su bonita aura y su feliz sonrisa
-“No puedo enfrentarme contigo. Pero no puedo rendirme ante ti. Soy tan necesaria como tu, y mientras seas demasiado dura para alguien, yo estaré para que salga adelante”
Realidad sonrió con dulzura, y no dijo nada mas. Observó como Esperanza se alejaba, cantando de nuevo, como si nada hubiera ocurrido.
Iridriel se quedó allí, esperando verla desaparecer. Pero incluso cuando dejó de oír la dulce voz de Esperanza, Realidad seguía allí.


Texto agregado el 01-10-2009, y leído por 92 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-10-2009 Me encanta la forma en que planteas, la forma en que día a día debemos enfrentar la lucha perenne entre la realidad que a la mayoría no les gusta vivir y la esperanza que nunca hemos de perder. Madeleins
01-10-2009 una gran metáfora de la vida misma...cada dia nos enfretamos a esa realidad, sin perder de vista la esperanza. genial texto!! un_universo_diferente
 
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