TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / borarje / Un lugar cerca de ti (capítulo 4)

[C:424508]

Un Lugar Cerca de Ti (capítulo 4)


El gerente de turno en el motel se desvivía ofreciendo a Patricia toda clase de disculpas, poniendo a su disposición todo el apoyo necesario por si decidía interponer una denuncia ante la autoridad por el allanamiento. Patricia sólo quería terminar con tal incidente.

--No será necesaria una denuncia, puesto que nada de valor falta, quizá un par de prendas, pero no sé... Ahora no estoy segura si las empaqué, quizá no lo hice. Si me garantiza que esto no volverá a ocurrir será suficiente.

--Eso téngalo por seguro, daré instrucciones para redoblar la vigilancia, estas cosas no deben pasar. También he dispuesto que le transfieran a otra habitación para que se sienta más tranquila, y desde luego, esta noche corre por cuenta de la casa.

--Bien, lo acepto, ahora lo que necesito es descansar.

En cuanto Patricia se encontró sola en la nueva habitación buscó su teléfono celular, localizó un número y llamó. Apenas escuchó una voz somnolienta que respondía a su llamada comenzó a gritar más que hablar.

--¡Qué te propones Aurora! ¿Estas loca? En qué estás pensando... Mira, no sé en dónde estés ni lo que estés buscando, pero te advierto que te alejes de mí. No tomes a juego esta advertencia...

Cuando su interlocutora trataba de responder Patricia lo impidió.

--¡No quiero escuchar nada! Ya escuché suficiente y con lo que acabas de hacer me basta, esto ya pasó al campo de lo intolerable, aléjate de mí donde quiera que estés.

Enseguida cortó la comunicación y apagó el aparato. Sin más, se tiró sobre la cama y tal como estaba se dispuso a dormir.



Con el nuevo amanecer y un tibio baño de tina Patricia se sentía más tranquila, más animada. Salió en busca de Bertha, quien al verla fue a su encuentro.

--Me enteré sobre lo que ocurrió anoche en tu habitación, no sabes el revuelo que se ha armado aquí, ten la seguridad de que no se va a repetir.

--Entonces olvidemos el asunto y volvamos a lo nuestro ¿podremos ir a conocer esa mina?

--Claro que podremos, por eso me estoy apresurando a terminar, mientras aseo tu habitación, que es la única que me falta, puedes ir a desayunar.

--Y por qué no te ayudo, así terminas más rápido...

--No por favor, eso es algo que no permitiría mi supervisora. Anda, mejor ve a desayunar y no te preocupes, este es mi trabajo.


Mientras desayunaba en la cafetería de enfrente, Patricia meditaba sobre el incidente ocurrido con Bertha en el bar, trataba de decidir entre abordar el tema o mejor darlo por olvidado. No podía negar que su amistad se estaba estrechando más de lo esperado.


De nuevo ante Bulmaro renegociaron la renta de la vieja camioneta. El sujeto miraba de manera insistente a Patricia, quien comenzó a sentirse molesta, definitivamente no le gustaba nada tratar con tal persona, pero había comprendido que su auto era lo menos adecuado para esos caminos.

--¿A dónde se dirigen esta vez? –preguntó el obeso personaje.

--Vamos a visitar la vieja mina –respondió Bertha.

--No sé qué van a buscar allá... bueno, es su asunto.

Patricia decidió no intervenir en el comentario, prefería emprender la marcha cuanto antes, así que se dirigió sin más hacia el vehículo, pero se sorprendió con un comentario hecho por Bulmaro, comentario que encendió focos rojos en la mente de Patricia.

--Bonita ropa señorita...

Ya en el camino, Patricia preguntó a Bertha qué tanto confiaba en Bulmaro.

--Es un tipo rudo, solitario, digamos que algo extraño, pero en el fondo es buena persona, es como un bulldog, de aspecto atemorizante, pero no le haría daño a nadie.


Tras cerca de una hora de brincos en un camino secundario, llegaron a la vieja mina enclavada en medio de un paisaje desértico.

--Cuentan que a mediados de la década del siglo XIX era la mina que más plata producía, pero se fue acabando la veta y con ello la actividad, hasta llegar a ser lo que hoy es –comentó Bertha.

--Se ve prometedora, valió el traqueteo del viaje –dijo Patricia mientras contemplaba el entorno: vieja casona de piedra con el techo semidesprendido que sirvió como cuarto de máquinas, los rieles de los carros que sacaron millones de toneladas de material desde las entrañas de la tierra y la gran boca principal que estaba tapiada con gruesos tablones para impedir la entrada. El viento soplaba con fuerza y levantaba grandes tolvaneras.

--Pero no podremos entrar... –dijo Patricia

--Por la boca principal no, pero hay respiraderos por los que podremos hacerlo sin mayor problema.

Caminó siguiendo a Bertha. Ella dejaba ver que conocía el lugar. El sol caía con fuerza aún cuando la mañana era joven. A unos 400 metros del sitio donde dejaron la camioneta encontraron una estrecha oquedad.

--Al principio será difícil, hay que deslizarse por empinada rampa de tierra, serán unos diez metros, quizá menos, pero después el camino es parejo.

Provistas cada una de dos lámparas de mano, además la mochila con el equipo fotográfico de Patricia y una botella de agua, se dejaron llevar por la ley de la gravedad sentadas en un costal de yute, que llevaron para el caso, al través de aquella boca del infierno. Primero fue Bertha, quien al llegar al fondo gritó a Patricia que todo estaba bien, que podía entrar. No sin experimentar temores se dejó tragar por la tierra.

Una vez juntas en aquel ambiente cargado de humedad, con un aroma putrefacto, Bertha recomendo.

--Lo más importante aquí son las lámparas, debemos cuidarlas muy bien, son nuestro seguro de vida, quedarnos en la oscuridad sería lo peor que nos pudiera ocurrir.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Patricia. No pudo responder ante la impresión experimentada al imaginar la escena, sólo movió la cabeza de arriba abajo.

No tuvieron que caminar mucho para llegar a una de las cámaras. Una vez que la mina fue abandonada, crecieron gigantescos hongos, estalactitas y estalagmitas comenzaban a surgir por todas partes, cristalizaciones asombrosas que daban al paisaje un aspecto surrealista. Ante las dos mujeres había cientos de kilómetros de estrechos túneles. Patricia no se cansaba de captar imágenes, de buscar ángulos, hasta que Bertha le alertó.

--Debemos salir ya, el aire está muy viciado, esta vez sólo vinimos a que la conocieras, pero si te interesa podremos regresar con equipo para explorar lo mejor, las cámaras profundas.

--Sería un error no incluir este lugar en la guía, así que vendremos. Por ahora me parece bien que regresemos por nuestros pasos.

--¿Regresar? No, nunca podríamos salir por donde entramos, debemos seguir adelante, a unos 200 metros veremos otro respiradero que nos permitirá trepar entre las piedras para volver a la superficie.

--Tu eres la experta, de manera que será lo que tú digas.

La temperatura superaba los 50 grados que hacían el ambiente pegajoso. La ropa humedecida se adhería a la piel. Bebieron hasta consumir un tercio del galón que portaban. La presión atmosférica era mayor que en el exterior. En un momento dado se detuvo Bertha haciendo un ademán de sorpresa. Indicó a Patricia que pusiera atención, que escuchara a lo lejos. Le pidió su lámpara, como ella respondiera que no escuchaba nada, además de su corazón que latía acelerado, Bertha le hizo caminar unos metros más. De pronto percibieron un lamento, como un largo suspiro fantasmagórico.

Bertha apagó ambas lámparas y todo quedó sumido en la más negra oscuridad. Para Patricia la sorpresa fue mayúscula, nunca había imaginado que tal oscuridad fuera posible. Hay que agregar que por momentos crecía la intensidad de aquel horrible lamento, era como si quien lo producía se iba acercando a ellas. Patricia estiraba los brazos tratando de encontrar a Bertha.

--¡Bertha... Bertha! ¡En dónde estás! –gritaba desesperándose --¡Habla! ¡Bertha, estoy asustada!

Buscando con los brazos extendidos entre la oscuridad tocó algo repugnante, pegajoso, extremadamente baboso y frío, un grito se ahogó en su garganta.

Volvió la luz. Bertha reía y enseguida fue al encuentro de Patricia para abrazarla. Patricia se dio cuenta de que tan sólo había tocado un escurrimiento de agua por la roca impregnada de hongos.

--Cálmate, cálmate, fue sólo para que percibieras esta sensación, es parte del paseo para quien conoce este sitio.

--¡No vuelvas a hacer algo así!

Aquel tétrico lamento creció en intensidad.

--¿Qué es eso que se escucha? Me va a matar el miedo...

--Tranquila, eso que se escucha no es más que el viento entrando por lo que podría ser nuestra salida.

--¿Podría?

--Sí, podría, porque en ocasiones se dan deslaves en las piedras que nos permitirían alcanzar el respiradero.


Continuará la próxima semana


Texto agregado el 30-09-2009, y leído por 370 visitantes. (19 votos)


Lectores Opinan
29-12-2009 Muy muy interesante este capítulo y realmente emocionante. Felicitaciones. Un abrazo y sigo... josef
30-10-2009 Esta entrega está cargada de suspenso, mantiene la excelente narrativa que predispone al lector a continuar inmerso en el trama. *****Afectuosos saludos. sagitarion
20-10-2009 Me doy cuenta que estoy como trabada,los brazos los tengo tensos. De verdad es vivir lo que vas contando y sintiendo el temor que siente Patricia. Es un relato con tu esencia,como todos los que te he leído. Qué raro pero me gusta sentir que me mata la adrenalina.... Y quiero saber más... ********* Victoria 6236013
14-10-2009 chispas amigo, esto es genial!!! gracias a Diosme atrasé en la lectura, y ya subiste la continuación ;) ***** MariBonita
10-10-2009 Continua impecable tu historia amigo. Un abrazo , Carlos. carlitoscap
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]