La ventera de besos al otro lado del rio

Violeta del viento, de cabello riso y ojos apasionados.
Nadie la había visto nunca antes, era india poseedora del eco del aire, cautivaba y hechizaba con su andar, perfecta viviente del sur rodeada de mar por sus costas.

Siempre llegaba como a las cinco de la tarde, contaba un duende que la acompañaba.
Vestida de velo fino que dejaba ver algunas partes de su espléndida figura.

No necesitaba maquillaje, porque sobraba era tan tentadora su belleza que el sol se ensombrecía con su mirar.

Todos los días armaba su expendeduría, a la otra orilla del rio no se sabía de dónde venía. Ninguna mujer la había podido ver, solo se dejaba ver de hombres.
Pero salían de allí tácitos y paralizados con sus miradas elevadas, como si un ángel los hubiese tocado.


Ziel que era el gran jefe de esa tierra, se enteró de la existencia de la deidad mestiza y quiso comprobar por él mismo los comentarios de sus coterráneos. Este se enamoró perdidamente de ella.

Y el amor renació entre besos y más besos.

La linda violeta vendía besos de sabor a frutas dulces y extractos de flores. No vendía su cuerpo, no entregaba su alma, el pago que ella pedía, era que cada visitante le llevara una flor diferente. Si la flor ser repetía ese interesado no disfrutaría de besos.
Violeta tomaba cada flor, y le sacaba su coloración y su saborcillo y fabricaba esencias, para ungirlas en los rostros de sus invitados.

Pero muchos de los parroquianos, idiotizados por su belleza, querían llevársela, le ofrecían vida de reina.
Y ella daba un gran no como respuesta,
¡y les gritaba soy feliz entregando besos y abrazos, soy feliz dando alegría!
No me vendo, mi valor es excepcional, ustedes son hombres inclementes que han perdido el amor y la importancia de la vida.
¡Por eso estoy en este santo lugar dando un poco de sentimiento a los duros de espíritu!

Nadie comentaba lo que pasaba dentro de la tienda, pero ella además de dar sus besos y sus abrazos, sanaba sus corazones para que fuesen mejores personas con el resto de los prójimos, ya que ellos eran las cabezas de hogar, y el ejemplo de los nuevos linajes.

La vendedora de besos, un día se evaporó y no regresó a su tiendita.

Se escucho el rumor que anda en otro rio en otro lugar del planeta, pero al lado del Rey Ziel ya que ellos, eran esposos, y ahora los dos tenían la tarea de proveer sabiduría y felicidad al resto del mundo con solo abrazos por que los besos se acabaron para los demás. ahora Ziel del viento se había quedado con ellos.