Corridas allá en el fondo del pasaje que veo desde mi ventana, son sombras oscuras y con cascos que corretean de un lado al otro. Palabras gritadas en un leguaje que no entiendo, saltos, trepadas a unas paredes y gritos incomprensibles entre estos hombres de negro.

Al fin el botín. Gente sin casa, con mochilitas y bultos pequeños, parecen jóvenes y quizá por eso son empujados, amontonados y golpeados.
Gritos violentos, golpes con algo que no alcanzo a ver pero duele; más gritos. Carajos y ayes, de un lado del otro.

¡Callate mierda! y mas golpes y mas hombres oscuros que rodean a los menudos muchachos con bultos y mochilitas.

No se que han hecho: ¿Habrán robado, habrán buscado donde pernoctar, donde tener amores?

¿Que tan grave ha sido lo que han hecho para golpearlos?

A los empujones los sacan del pasaje, a los gritos y a los llantos estos ciudadanos se retiran pegándose y gritándose, mutuamente.

El pasaje se calma y me siento un miserable habiendo visto todo y sin actuar. La noche se silencia de nuevo y busco conciliar el sueño.

En poco minutos nuevas corridas y pasos en el pasaje. Una sombra furtiva, seguida de perros salta de nuevo la medianera hacia el baldío. Los perros esperan y la sombra busca entre las plantas algo olvidado. Lo encuentra lo arroja hacia donde están los perros. Salta la pared de nuevo y con sus compañeros de soledad desaparece hacia la otra entrada del pasaje.

Con secreta esperanza, espero que nadie los vea.