no sabía yo que sin comerlo ni beberlo
me despertaría y ya estaría llegando tarde,
no por la hora sino
por esa pequeña sensación
de perderte a mitad de un camino sin retorno.

y mire usted que no soy yo
de los que se debilitan por
los malos despertares,
que sí, aunque le suene extraño
prefiero un mar de legañas
y un par de hostias contra la puerta
a saber que después de tanto
no sé nada.

pero no se alarme: no hay tristeza en mis letras,
aunque de tanto en tanto empiezo a odiar
y a amar en el mismo renglón.
será que entraste, tras avisarme
una fiesta negra de tu presencia.
serán las medicinas que no quieres,
el tabaco que te mata,
o la revolución, la puta revolución
en mitad de tu agonía.

y vas y me dices “buen día, David”.
y voy sin poder dejar de pensar
en lo trágico,
en lo hermoso de
este dulce día de mierda.