Cuando no se quiere reconocer la verdad.
Este relato describe a quienes no quieren reconocer la verdad y recurren a cualquier artilugio

Hay personas sumamente obcecadas, les resulta imposible reconocer la verdad que conlleva la realidad. A veces, suele ser una cuestión de carácter, en muchos casos producto de un entrenamiento, que entre otras cosas se ajusta a una conducta unidireccional.
Suele suceder que lo antedicho se dé con una amistad, a nivel familiar o en las relaciones laborales.
Adquiere un matiz inquietante, cuando se produce a un nivel corporativo, y en el peor de los casos a nivel gubernamental, en particular en países de sistema presidencialista, donde las normas se fijan alineando las conductas y procederes, a partir de razones especulativas, en las que prácticamente el individuo denominado ciudadano, se encuentra de un día para el otro con novedades que alteran su propia vida, tanto en lo particular como a nivel de la sociedad en su conjunto.

Por este motivo, tantas veces solemos sentir en nuestro interior que lo que nos venden es “trucho”, (por utilizar una palabra de moda).
Nos llenamos la boca con la palabra Democracia y solemos pronunciarla con devoción, cuando en realidad hemos vivido pocos años en democracia, conocemos la acepción, pero desconocemos su verdadero funcionamiento, entonces, es corriente escuchar a gente que se siente feliz por que “vive” en democracia. ¿Cuantos creen que viven en democracia, por el hecho que ejercieron el poder del voto?.
La pregunta sería ¿qué hicieron después de votar?, ¿como es posible en sociedades como la nuestra, aceptar que un Sr. elegido presidente por confiar en sus propuestas?, un buen día nos diga: “señores, si yo les hubiese dicho lo que pensaba hacer, seguramente que no me votaban”, y la gente feliz, porque deduce que este acto de franqueza descarada, que merecería el mas severo de los castigos, es una forma simpática de construir un carisma.

Creo, que hay que pensar seriamente en establecer plazos cortos y razonables para la implementación de consultas al pueblo, (plebiscitos), y así permitir que el pueblo evalúe con su voto si está de acuerdo con el rumbo de sus gobernantes.
Hablar de esto, puede sonar a desestabilízante.
Se suele alegar que si al gobierno le faltan un par de años por gobernar, esto es mellar la autoridad del mismo. Si esto fuera así, debiera cambiarse por un sistema parlamentario. En este caso solo quedaría afectada la responsabilidad de un primer ministro.

El costo que pagan nuestros países latinoamericanos, por dar un ejemplo, es verdaderamente lamentable y muy perjudicial para nuestros pueblos.
Se nos adueñan del poder y terminan llevando adelante políticas movidas por intereses político partidarios, haciendo lo que se les antoja, incluso en muchos casos facilitan la corrupción y son caprichosos para aceptar la “realidad”.
Muchas cosas van a tener que “obligarse” a sí mismos de “entender”.
Es urgente que los pueblos trabajen con firmeza ante las inequidades y los caprichos de los gobernantes.
Deben fundamentalmente saber que no son “intocables”, no son reyes que suman el poder humano al divino, son simples funcionarios de una administración a la que deben agregar un sentimiento patriótico, donde no se funcione por lineamientos partidarios, solo y únicamente los intereses del país son deber sagrado y el pueblo debe encontrar formas inequívocas para peticionar. Los gobernantes, deben responder rindiendo cuentas y poniendo la cara, más las explicaciones debidas, para que por lo menos entendamos de que se trata, por que a decir verdad, “no sabemos de que se trata”.

Nuestros hijos continúan escuchando el discurso de endilgar la culpa a los gobiernos antecesores. ¿hasta cuando?, hasta cuando habrá que escuchar que no pueden arreglar los problemas en un año de estar en el gobierno, ¡por supuesto que no!. pero, ¿qué paso en los años anteriores.
Nos están simplemente diciendo de que fuimos estafados. Si no es así, que nos expliquen de que otra forma hay que interpretarlo.
Basta por favor, basta, pero basta en serio.
Andre, laplume.