Aithor.

1. La Resurrección.

Desde lo más alto se divisaba bajo un cielo limpio y oscuro, la luna llena con su luz plateada sobre unas aguas, que rompían con bravura contra las rocas del acantilado.
La fortaleza de piedra negra, se elevaba grandiosa justo encima de aquellas rocas, en las cuales el mar moría con esa cruda fuerza del invierno.
El silencio que habitaba en los alrededores no era bueno, no señor.
Ni un solo pájaro se escuchaba.
Todo parecía estar en demasiada calma.
Sólo el sonido del mar daba vida a tan peculiar ambiente.
Pero dentro del castillo y entre la claridad de las velas de diversos colores, un personaje situado en el centro de la estrella de David, dibujada sobre el suelo de una habitación fría, conjuraba algo que espantaba la conciencia de cualquier ser humano.
De sus labios descarnados, salían frases de una letania en un idioma ya muerto hoy dia.
Al unísono del ritmo en que las palabras salían de la boca de quién las pronunciaba, las llamas de las velas se movían a su compás con una horrible danza, haciendo que las paredes que componian aquella habitación se doblaran, retorcieran y reconstruyeran una y otra vez.
En ese momento, frente a la figura del extraño ser, un fuego con la forma de algo grotesco y terrorífico que no quemaba ni se consumía se elevaba cada vez más alto.
De pronto se hizo el silencio, no habia más palabras.
El ser parecía mirar fijamente desde las cuencas vacias donde debería de haber unos ojos, a la alta hoguera de fuego incosumable que ahora llegaba casi al techo de la habitación.
Trás esa corta pausa, comenzó a extender los brazos introduciendo las manos de uñas largas en la hoguera.
Su cara de calavera parecía sonreir con una felicidad insana.
Los jirones de carne blanca podrida de su infesto cuerpo, se iban transformando en algo rosado como la piel de una bebe recién nacido.
Estaba siendo devuelto a la vida lentamente, su sangre comenzaba a cobrar vida, recorriendo poco a poco su organismo, al son del lento pero apreciable bombear de su corazón.
Sus órganos que aún parecían existir, tomaban fuerza desde ese bombeo, consiguiendo la forma que en su inicio confomaban.
La hoguera empezaba a desvanecerse.
El objetivo había sido cumplido.
Un nuevo espectro emergente desde el mas allá, entraba en nuestro mundo de nuevo, retornando a una vida que le fué arrebatada en la horca, ajusticiado por el pueblo a causa de su brujería.
Con lentos y torpes movimientos comenzó a incorporarse.
Un viento frío y seco se levantaba al mismo tiempo acompañando a aquella criatura diabólica y pestilente.
Las llamas de las velas se apagaron de un sólo golpe. La oscuridad era total.

Escrito por Carlos Them.

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