La noche enamora los tejados con su ala de sombra. Un temblor de nido en la respiración me sosiega a tu costado. Te inquietas como un
niño fatigado, balbuceando en sueños.
Es un grillo insistente el aliento acompasado en el vaivén de tu pecho. Danzas en mis brazos con el ritmo enamorado de mis cavilaciones
insomnes.
Como un gato, la luna se desliza sobre el lecho y en el claroscuro de la habitación llueve su magia.
A lo lejos, alguien canta acariciando una guitarra y es entonces cuando el cerco de tu abrazo se hace estrecho.
Una estrella desnuda tus pupilas y en el instante eterno de un beso el gemido exhalado por mis labios, es el único sonido perfecto de la
noche.