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Un día, en Puebla, todo mundo se estaban preparando para el magnifico día de muertos que pensaban que sería este año. Los ancianos y adultos ponían respetuosamente las ofrendas y los adornos para darle la bienvenida a sus ancestros difuntos que ese día regresarían para comer y pasar a ver y recordar el mundo en el que antes habían vivido mientras los niños, en las plazas se hacían travesuras asustándose con títeres de esqueletos o simplemente comprando alegrías o mazapanes en las coloridas plazas que se preparaban para ese esperado día del año.
Pero este año no sería igual que los otros, pues algo realmente escalofriante pasaría.
Los altares brillaban con sus coloridos adornos y las guirnaldas de papel picado adornaban no solo las plazas, sino toda la ciudad, los platillos para las ofrendas constaban de chilaquiles, enchiladas, sopes, tacos, frijolitos, elotes, calaveritas de azúcar, alegrías, dulces como mazapanes, paletas, tamarindos entre otras cosas.
Los pétalos de las flores de cempasúchil sirven para guiar al difunto a su respectivo altar. El vaso de agua debe de servirse en vaso de vidrio transparente para cuando el difunto paso por el deje la impureza y se llene el alma de pureza y beba después del cansado viaje que realizo. La sal se esparce por todo el altar simbolizando a los niños que nunca fueron bautizados. Las velas simbolizan la luz contra la oscuridad de la muerte. Sirven para iluminar el camino de los muertos para que así lleguen con bien. El copal con incienso, es para que las almas adultas se guíen a través del olor. Para guiar a las almas de los niños, se colocan ofrendas desde la puerta para que sepan bien a dónde los esperan.
Todos estaban emocionados por el gran desfile que se presentaría esa misma tarde.
Pero después del maravilloso desfile, todos se fueron muy cansados a sus respectivas casas, aunque los niños seguían haciendo travesuras como cambiar las fotos de los altares, aunque luego las volvieron a colocar como iban, por miedo a que los espíritus de los difuntos se enojaran con ellos.
Ya eran las tres de la madrugada cuando las calles y plazas se quedaron en absoluto silencio y no se oía más que el murmullo del aire.
Una luz apareció de la nada y también la voz que decía
--¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor!—cuatro o cinco personas que todavía estaban celebrando en sus casas fueron afuera a ver que era ese alboroto. Pero se petrificaron al divisar a un anciano con capucha que estaba muy pálido.
--¿Dónde voy? ¿Dónde está mi familia?—gritaba el desconsolado anciano arrastrando los pies que no sonaban al pisar. Los testigos de aquella aparición supieron al instante de que a ese difunto no le habían dado ofrendas y por eso no sabía a dónde iba. El espíritu doblo a otra calle para luego desaparecer misteriosamente y vagar por toda la eternidad buscando las ofrendas que se supone que su familia le había hecho, pero nunca pudo saber que su familia había muerto hacía años, un año después de que el muriera en la guerra mundial…

Texto agregado el 14-07-2009, y leído por 12832 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
16-08-2009 Me gustó mucho,muy bueno escofina
17-07-2009 te felicito. fabiandemaza
14-07-2009 Es una experiencia muy grata leerte amiga, lo haces muy bien, me gustó mucho este texto recordando una de las tradiciones más famosas********* JAGOMEZ
14-07-2009 me agrado tu cuento...como las costumbres y mitos populares dejan de ser una fantasía para convertirse en algo terrorifico... liuthy
14-07-2009 Cuento de terror que se lee fácil sin mayor complicación. Entretenido. Un gusto leerte. Saludos. Azel
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