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Las calles no tienen huecos, ni están sucias ni son grises, por el contrario tienen lineas blancas que a veces parecen interminables y otras se ven saltando como jugueteando sinuosamente por el pavimento. En las paredes no se ven escritos ni afiches viejos, están perfectamente pintadas con algunos murales que anuncian la llegada del nuevo sistema de buses. Orgullosa se ve la gente caminar por las aceras y si se mira con atención se puede ver como inflan el pecho y alzan la cabeza al pasar cerca de alguno que parezca turista.

Julio vive en ese lugar perfecto hace 15 años, ese lugar, elegido por el con toda libertad, seleccionado para establecer allí su casa, su familia y su trabajo. Lo pensó durante varias semanas, se le veía caminar por el parque con unas carpetas que al frente tenían escrito: “Pueblo A” y “Pueblo B”. Carpetas llenas de fotos y hojas impresas con números, estadísticas y opiniones. Se sentaba en el café de la esquina, y mientras acomodaba sus lentes, revisaba foto por foto, comparando bancos, sistemas de transporte, calidad de escuelas y servicios públicos. Regaba las fotos sobre la mesa ponía su café en un esquina y las repasaba preguntándole a los que le saludaban que lugar preferían. Era una decisión difícil y sus miedos no eran para menos: casi nunca a un reo le dan la posibilidad de escoger su cárcel.

Entonces él ya había entendido que esa iba a ser su cárcel, una vez aceptara ese trabajo y comprara su casa ya no saldría de ahí nunca más... sabia que era una cárcel de esas que dan seguridad, de esas que se disfrutan, como la hermosa jaula dorada de un canario, pero a fuerza de no parecer injusto con los canarios y por falta de información sobre su opinión con respecto a las jaulas, solo se puede decir que lo que él buscaba era un “hogar”.

Una vez la decisión fue sabida por quienes se consideraban cercanos, se organizó una cena de despedida más bien austera: ensalada y arroz con pollo, platos preferidos de Julio. Aún guarda fotos de ese día, especialmente una, que tiene colgada en la pared de su sala como recuerdo de su otra vida y de esa novia con la que la compartió.

Elegir la casa fue más fácil, todas eras nuevas o muy bien cuidadas, todas con un jardín al frente y un balcón que daba a algún parque o canal. Todas con vistas maravillosas de ese pueblo perfecto, vistas de esas que en días soleados traen a la memoria paseos a la playa y en días fríos, invitan a tomarse un te con sabor a nostalgia. Julio no podía estar más contento con su decisión. El traspaso de vida se hizo un día de Abril y de más esta decir que solo él recuerda con precisión fecha y hora de llegada a su nuevo hogar.

Aún se pregunta que fallo, abre las carpetas con papeles arrugados y fotos descoloridas y revisa foto por foto, reacomoda sus lentes, piensa como pudo equivocarse, recorre números y datos en busca del error que hace 15 años no vio. No encuentra nada, limpia sus lentes mientras revisa su vida, sus recuerdos, sus defectos, sabe que es solo un humano más y que no tiene menos o más errores que otros humanos, y lo sabe porque ha hecho los cuestionarios que encuentra en internet, cuestionarios que aseguran él es uno más del montón.

No hay error aparente, todo en sus planes se ha realizado y su casa es perfecta, su trabajo también, su perro espera ansioso su llegada olfateando sus pasos y su gato ronronea mientras que se deja caer sobre su regazo.

Julio esta confundido. Julio odia. Odia esas calles perfectas por las que sale a caminar en las noches frías, odia no poder patear basura mientras camina, no poder quejarse de los huecos y de esas malditas lineas bien pintadas. Detesta que los conductores de los buses y los policías sean respetuosos y honestos. Le molesta sobre todo cuando sale y toda la gente le saluda.... le recuerdan que lleva demasiado tiempo allí y que ni siquiera 15 años le han permitido descifrar su error. Acepta que los 10 primeros años estuvo adaptándose a su nueva vida y estuvo tan ocupado en eso que no se percato sino hasta el abril de el onceavo año que se había equivocado.

Un día como hoy, soleado o por el contrario gris y frió. Un día normal, como él, recoge las carpetas, las quema y decide no pensar más. Julio guarda sus lentes viejos, decide que nada es suficiente, que tal vez fue el azar o su falta de suerte lo que lo llevo a esta situación. Julio acepta entonces que ya ni pueblo ni casa ni perro o gato perfectos lo sacaran de su inagotable soledad.

Texto agregado el 07-07-2009, y leído por 207 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
11-07-2009 Un relato por demás interesante, muy bien llevado, atrapante de principio a fin, me gustó. Saludos. mr_tlacuache
07-07-2009 un relato muy vivencial me conmueve mucho la aceptación del personaje en cuestión una realidad que nos atañe. felicidades te dejo mis 5 HOJASNOMARCHITAS
 
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