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BOB DYLAN EN CHILE

Luis Cifuentes S., 1995

El concierto de Bob Dylan en el viejo Caupo me dejó una impresión tremenda. Su sola aparición sobre el escenario fue sobrecogedora.

Ahí estaba. La leyenda. El hombre que nunca ha abandonado su búsqueda. El portador de las visiones de toda una generación:

Mothers and fathers throughout the land / don't criticize what you can't understand / your sons and your daughters are beyond your command / your old road is rapidly ageing / please get out of the new one if you can't lend your hand / for the times, they are a-changing.

El autor capaz de crear ominosas alegorías en las que cada lector puede encontrar su propia historia:

Gentlemen, he said, I don't need your organization/ I've shined your shoes, I've moved your mountains and marked your cards/
But Eden is burning/ either brace yourself for elimination/or else your hearts must have the courage/ for the changing of the guards.


Pero, también, el portador de sentimientos, emociones y contradicciones de una década que cuestionó la cultura imperante de mil maneras.

Yeah, you fake just like a woman / you make love just like a woman / and then you ache just like a woman / but you break just like a little girl.

Allí estaba, con una apariencia de mayor edad que la que se le atribuye, frágil, muy delgado, con la vieja corbata del estilo que ya utilizaba en sus comienzos, pero con una fuerza y autoridad indescriptibles en la mirada, mezcla de respeto y afirmación.

La sonrisa, a veces irónica, a veces infantil, el movimiento de piernas, casi una parodia de su generación musical, Zimmerman el judío cáustico y penetrante de New York, Dylan el mito y mensajero de su tiempo parece contemplarse a sí mismo en cada espectador, en la multitud que va adaptándose asombrosamente al estado de humor y exaltación del músico.

Yo mismo me siento Dylan, sintonizo con su caricaturesca versión de sus viejas canciones. Su registro musical notoriamente reducido, Bob ha cambiado sus propias melodías para poder interpretarlas. El público, los viejos y asombrosamente, muchos jóvenes, se saben no sólo "Blowing in the wind", sino también "Just like a woman" y nos esforzamos por seguir a Dylan en sus "nuevas", deformadas y simplificadas melodías. Por ahí, adivino la nueva secuencia de notas y me siento más Dylan, más Zimmerman, más marginal y más inmanente.

Luego viene la liberación del rock. La excelente banda se larga a tocar. Dylan no ha deformado sus melodías en la guitarra. Muchos se ponen de pié. Ovaciones al fin de cada pieza. De pronto, como en un sueño, vemos a Bob sacar del bolsillo una pequeña armónica. Ruge el público. No se escucha su solo, pero - ¿qué importa ?

Durante una de sus canciones se encienden las luces del teatro repleto y Dylan, cantando, nos contempla con una mezcla de sorpresa y satisfacción. Sonríe levemente, luego sólo observa, su voz gastada es el mensaje, el teatro un gran diálogo de mutua aceptación. El momento sustituye muchas confesiones debidas, muchos sentimientos no expresados. Siento la presencia de muertos queridos, pero los siento vivos y afectuosos.

Al final, cuando abandona el escenario el público sigue aplaudiendo, con emoción, con sobrecogimiento. Difícilmente lo volveremos a ver, luego queremos tan sólo una última salida, un saludo. Durante largos diez minutos lo esperamos ruidosamente. Pero no. Dylan no querrá hacer de cada actuación suya una despedida. El show ha concluído al cabo de una hora y tres cuartos. Miro a los que salen del teatro y la mayoría lo hace en silencio, con una sonrisa.

¿A qué habrán venido los demás? Yo vine a decirle gracias a Dylan por sus canciones, por interpretarme durante tantos años, pero, sobre todo, por su búsqueda permanente y por reafirmar en mí la curiosamente grata certeza de que ellas - la suya y la mía - quedarán inconclusas.

Texto agregado el 03-07-2009, y leído por 164 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-04-2010 ¡se me borró el comment! Te decía que Yo creo que ya no podré estar con Dylan al otro lado del escenario, ... quilapan
30-04-2010 coreando sus canciones, pero tu semblanza es cálida y casi he creído estar allí. http://www.loscuentos.net/cuentos/link/378/378364/ quilapan
30-07-2009 Bien, perfecto, yo lo vi hace muchos años en Madrid con Carlos Santana de telonero, todo un lujo. Suscribo plenamente tus sentimientos. olavera
 
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