Lo más importante era comenzar a escribir para poder dar un ejemplo lógico a los alumnos, pero la pregunta era ¿qué escribir?, Una historia basada en las más recientes vacaciones o a lo mejor un poema tan triste para que se reconciliara conmigo el amor de mi vida… En fin, era tan incongruente esta situación, que no me quedó más remedio que pensar como lo hacen mis alumnos, ¿qué es lo que atraería a mi imaginación?, Durante algunos minutos pensé y pensé, hasta que por fin, comprendí que para poder escribir, necesitaría una historia verídica con toques de fantasía, ¿pero, cómo?... Según mi metodología, para poder escribir una historia fantástica, necesito inventarme una personalidad arrolladora y después salir al mundo a investigar. Así que sin pensarlo más comencé por cambiarme el nombre, busqué un nombre que no causara sospecha, pero que atrajera la curiosidad de las personas, así que intenté con Max Vetreé, la explicación que daría a las personas es que era un afamado psicólogo Centroamericano, que se encontraba tomando unas largas vacaciones en la Ciudad de México. ¿Y ahora?, por un instante me detuve a pensar, donde conseguir mi primera historia… ¡Pues en internet!, haría lo que hacen mis alumnos, meterme a un chat haber a quién me encuentro, la única ventaja que tendría esta vez que no me metería en problemas pues no manejaría sentimientos… ¡Bien!, que gran idea.
Así, que tome una sala de chat al azar y comencé mi búsqueda para mi historia escolar, al parecer, ese día habían asistido puras personas tontas y sin deseos de contar nada interesante, hasta que de pronto… Apareció “el oso”, un cuate que según su descripción, era un chavo buena onda que andaba un poco triste, pues aun no podía olvidar al amor de su vida. Y su historia era más o menos así…
Yo aún no terminaba el tercer año de secundaria, con el temor de ya no poder seguir estudiando, pues mis padres se dedicaban al campo, tuve que buscar trabajo para salir adelante y apoyarlos, con mis 14 años a cuestas, nadie quería darme trabajo, así que comencé desde vendiendo tortillas, hasta que una tarde, llegué al taller de pirotecnia del pueblo y aunque la verdad, la paga no era muy buena, por lo menos el trabajo era constante y supuse que no me faltaría. Así que solicité el trabajo y me empeciné a echarle todas las ganas del mundo. Y así fue, hasta que un día de tantos, llegó Pedro, el hijo del dueño del taller, un chavo de cómo unos 18 años, curtido por el trabajo y bastante payaso, al principio no quise ponerle mucha atención, ya que se empeñaba a tratarme mal, pero en fin, lo importante era trabajar para apoyar a mis padres.
Pedro, era el encargado de llevar los cohetes de un pueblo a otro y sin duda, le gustaba andar viajando. Y para mí era fantástico pues así me evitaba de su presencia molesta. Recuerdo que en las fiestas patronales de un pueblo en Oaxaca, su acompañante, enfermó y el dueño, su padre, decidió que yo lo acompañara a entregar el pedido, por un momento, pensé en renunciar, en mandar todo por un tubo con tal de no aguantar la prepotencia de este tipo. Pero en fin, el apoyar a mis padres era prioritario, así que ni modo, había que acatar sus órdenes.
Salimos muy temprano el jueves por la mañana, pues había que entregar ese mismo día en la noche, durante el trayecto en la camioneta, Pedro no mostró ninguna señal de vida, permanecía parco ante mi presencia. Después de 8 horas de camino, llegamos hasta el poblado, entregamos la mercancía y sin mostrar ningún gesto humanitario, solo me invitó a comer. Durante la comida, la lluvia se hizo presente, pensé que esto sería transitorio, pero no y no nos quedó más que rentar una habitación en el hotel del pueblo. Todo iba bien, hasta que de pronto sentí algo raro cerca de mi cara… Era su cara, mirándome fijamente, al despabilarme, rompió el silencio con un profundo beso… Después, después ya no pasó nada, solo nos quedamos abrazados por el resto de la noche…
A partir de ese día el trato siguió siendo el mismo, pero al cerrar el taller, se transformaban los gritos por susurros y caricias. ¡Fue lindo!, Hasta que como en toda historia de amor, apareció la bruja del cuento (y no precisamente era su mamá), como en todo pueblo había que cumplir con las tradiciones y más siendo hombre. Al poco tiempo de engañar y engañarme, se casó y con esto, vinieron los hijos… Aunque traté de alejarme, un gran amor permanecía en mi corazón.
Pasado el tiempo, las labores de la escuela aumentaban y esto hacía imposible cada vez más el que lo pudiera acompañar a entregar los pedidos… Un jueves me invitó a acompañarlo a Puebla, a lo que gustoso respondí que sí, solo que me esperara a terminar un examen y nos veríamos a las 20.30 p.m. Pero por azares del destino, el maldito examen se prolongó y llegué a la cita 10 minutos después, cuando iba llegando al taller él iba dando la vuelta a la esquina, traté de correr, pero nunca lo alcancé, así que desconsolado, me fui a casa.
Entré a mi cuarto entre las constantes preguntas de mi madre, pero sin pensar más me tiré a dormir en mi cama. Creo que eran como las 8.00 a.m. Cuando sonó el teléfono, era mi tía, angustiada, preguntando por mí… Y ante los gritos de mi madre salí corriendo de mi cuarto, mi madre solo mencionó… ¡A quí está junto ami! Y Colgó el teléfono… Tomándome del brazo me sentó en el sillón y me dijo: Tendremos que rezar una plegaria, pues Pedro, acaba de morir. Todo se había derrumbado en mí.
Tiempo después me enteré que al ir manejando en carretera, y por el calor extremo, un cohete explotó, detonando los demás, provocando que Pedro muriera quemado.
Fue horrible, pero aún me niego a creerlo.
Desgarradora historia de mi amiguito, pero verdadera, así que tras despedirme solo me puse a meditar sobre que hubiera hecho yo en su lugar.