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El diario de Bárbara.

1. La acampada del fin de semana.

El ático se encontraba todavía un poco oscuro a aquellas horas de la mañana.
Sólo una porción de luz entraba por la pequeña exclusa situada en el tejado.
Bárbara se encontraba todavia en la cama, recordando el último fin de semana.
"La acampada desde el viernes hasta la tarde del domingo fué una auténtica pasada.
Los chicos estuvieron a tono con nosotras, pienso que eso fué lo más importante, porque otras veces la verdad, se portaban como unos bobos con sus absurdas bromitas de grandullones infantiles.
Sobre todo Jorge, él si estuvo bien conmigo. Me gustó la forma en que me habló, me acarició y sobre todo el beso de despedida en la estación, cuando volviamos todos a nuestras casas.
Amo tanto a ese chico, la verdad es que no me atrevo a decirselo, tengo miedo de que no me acepte en ese sentido.
Y David, ese bravucón, pero también, a veces tan angelical y desde luego, buen amigo de todos en general.
También me gusta, pero no tanto como Jorge, él es una persona tan especial, al menos para mí.
No me importaria perderme un día entre esos árboles, sin mi móvil, sin reloj, sólo Jorge y Yó en medio del bosque, en un tiempo de amor detenido entre la naturaleza."
De pronto, unos suaves golpecitos en la puerta de la habitación, hicieron a Bárbara salir de sus recuerdos.
Era su madre, llamándola para que se levantase y fuera a desayunar, hoy era día de instituto.
Bárbara al tiempo que se incorporaba y se ponía su bata rosa, contestó: "Ya voy mamá, gracias por llamarme".
Salió de su habitación y bajó los tres pisos hasta llegar a la cocina.
Allí estaba su padre, vestido con su pantalón de pinzas, su elegante camisa y su bonita corbata, como iba siempre, cada vez que le tocaba visitar a sus clientes.
Bárbara dió los buenos días y besó a su padre dulcemente, después se puso su tazón de cafe con leche cogiéndo algunas magdalenas, hechas por su madre la tarde anterior.
Una vez desayunada volvió a subir a su habitación.
Cogió su pequeño diario de color azul celeste, su nombre estaba grabado en rojo sobre la cubierta del mismo.
Comenzó a escribir todas las experiencias de aquél inolvidable fin de semana, reseñando los periodos que estuvo con Jorge con su stick verde fluorescente.
Aquél stick sólo lo usaba en los momentos más sobresalientes, se podía apreciar que a largo de las hojas de aquél librito, estaban marcados algunos párrafos.
Casi siempre los que se referian a Jorge y Diana, su mejor amiga, con quién iba de compras muchas veces y desde luego, la chica que más había ligado de todo el grupito de féminas.
A veces, Bárbara se decía a si misma: "Si Diana supiera que escribo cada ligue que tiene con los chicos del grupo, no se que pensaría".
Después de unos veinte minutos, Bárbara paró de escribir, cerrando el libro.
Su madre sabía que era el cofre de los secretos de su hija, un cofre que nunca abriría, "los secretos son siempre secretos Bárbara, Yo también tuve mi diario hija, y desde luego nunca dejé que nadie lo leyera.
Mis secretos escritos en el mismo, eran importantes para mí, por lo tanto, siempre fué mi pequeño cofre escondido".
La decía un dia en que intentó leerla sus primeras lineas escritas.
Bárbara se acordaba de aquello con una sonrisa, miéntras guardaba su diario en el último cajón de su mesita de noche.
Acto seguido, se duchó. Después subió por la escalerilla que había al lado de la exclusa, abriendo esta última.
El aire de la mañana dió en su cara, Bárbara sintió un escalofrío por toda su espalda. Cerrando la exclusa de nuevo, bajó las escalerillas y se dirigió a su armario.
Abriendo este, empezó a mirar entre sus ropas lo que luciría aquél lunes frio de noviembre para gustar a Jorge.
Finalmente se decidió, unos pantalones de cuero negro brillante muy ceñidos, camisa rosada abierta un poco.
Eso lo conjuntaría con una elegante cazadora, a la que aún no había ni siquiera quitado la etiqueta, la cuál se compró en su última escapada con Diana.
"Este es un buen día para estrenar esta cazadora de piel", se dijo.
Una vez se peinó, pintó sus ojos y labios e introdujo las últimas cosillas que la faltaban en su mochila, salió de su habitación, bajando de nuevo los tres pisos hasta la entrada de la vivienda.
Alli estaba el resto de la familia, sus padres, sus dos hermanas y su hermano pequeño.
Bárbara dando un beso a todos abrió la puerta, saliendo de la casa en dirección a la parada del bus escolar, que la llevaría junto a sus compañeros de instituto y amigos durante los fines de semana.
El bus llegó a su hora, Bárbara subiendo al mismo y acomodándose en uno de los asientos libres, cerró sus ojos, el bus tardaría unos cuarenta y cinco minutos en dejarla en el instituto.
Durante el trayecto, Bárbara soñaba con Jorge de una forma tan profunda, que no se enteraba de las paradas que el bus iba teniendo.
Su pequeño reloj tenía el contador cuenta atrás inicializado como todos los días, cuando el reloj sonara, estaría en su destino.
A los cuarenta y cinco minutos justos, el reloj empezó a emitir la alarma que indicaba la proximidad a su parada.
Bárbara abrió los ojos, el instituto estaba frente a la misma.
Parando la alarma del reloj, bajó del bús.

Escrito por Carlos Them

© Copyright Carlos Them 2006. Todos los Derechos Reservados. All Rights Reserved.

Texto agregado el 15-06-2009, y leído por 103 visitantes. (0 votos)


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