La Zona.

Prólogo.

El origen de la puerta del abismo: La muralla de sangre.

La contienda estaba justamente al otro lado de la muralla.
Cerca de ésta, se encontraba una división acorazada a punto de entrar en lucha con el ejercito enemigo.
La división, esperaba la señal de su oficial para entrar en la zona de fuego, cómo refuerzo a los que ya se encontraban allí.
El oficial dió la orden, y los soldados comenzaron a adentrarse.
La batalla era encarnizada, tanto, que la sangre de aquellos que iban siendo heridos ó de aquellos otros que se encontraban muribundos, se iba calando a través de los poros de la tierra, hasta lugares impensables.
Aquella sangre, bañaba también las piedras de la muralla que se alzaba justo detrás de la contienda.
Una muralla que tomaría la ansiedad de beber aquél liquido rico en sustancia nutritiva, una sustancia que haría de ella algo que después todos temerían.
Pero mientras tanto, los hombres caían y la guerra continuaba su curso sin que importara
demasiado, ese detalle en aquella muralla.
El muro de piedra, iba abriendo poco a poco una puerta oculta, el olor de la sangre, iba atrayendo a los que nunca debíeran de haber accedido a nuestro frágil mundo.
Los espíritus macabros y oscuros, se íban infriltrando por aquella rendija, que iba aumentado progresivamente sus dimensiones, permitiendo acceder a algo más que a un simple ejercito del más allá.
Los soldados se seguían debatiendo en la zona de fuego, mientras los que caían, sin saber cómo,
iban desapareciendo de la visión de los demás.
En un momento, tán sólo quedaron en pie algunos pocos hombres a la redonda, sin encontrar a nadie más que su propia soledad.
Se miraron entre ellos con miedo, con desorientación, ¿ dónde estaban el resto de los hombres de sus ejercitos ?.
Ya sólo quedaban ellos, miraron sus manos ensangrentadas y a la hierba, que más que verde, era un manto rojo, un rojo, que se iba evaporando, embebido por la saciedad de los que bajo la misma, iban bebiendo, aquél caldo aún caliente y lleno de vida.
Giraron sus cabezas hacía lo que parecía un extraño ruido, y vieron que las piedras de la muralla
que había a espaldas de ellos, iban cayendo al suelo, y en su lugar algo dificil de describir,
comenzaba a salir al exterior desde el hueco dejado por éstas.
El terror invadió su interior, se aferraron a sus espadas y trataron de defenderse de aquellos que iban poco a poco rodeándoles sin demasiada prisa.
Uno de ellos se abalanzó sobre el espectro oscuro que tenía más cerca de él, hundió su espada en su tórax, aquéllo miró la espada hundida y sonriendo irónicamente, la sacó de nuevo.
Cogiéndo la misma con ambas manos, hizo un movimiento en el aire y la cabeza del soldado salió disparada a la velocidad del viento.
El cuerpo de éste último cayó, y la hierba se hundió llevándoselo con élla.
El resto de los soldados miraron la escena con pánico, soltaron sus espadas y cayeron de rodillas sobre aquella hierba movediza.
La misma comenzó a bajar, a hundirse con todos ellos, cerrando sus ojos, en un grito ahogado, comprendieron que no había salida alguna.
La muralla, lloraba sangre, la sangre de aquellos que iban siendo oprimidos por las paredes del inframundo.
La hierba volvió a subir y todo quedó cómo siempre, sin ningún vestigio de lucha alguna en aquél lugar.
Tán sólo quedaron algunas medallas con una cruz gamada.
El ejército de rescate, las encontró, al igual que la cabeza cortada del soldado.
A partir de entónces y trás sucesivas apariciones y desaparaciones inexplicables, se dió el nombre de 'La Zona', a aquella parte de la tierra.
Se prohibió el acceso a la misma a los civiles y se cercó ésta, dándo paso a un lugar, dónde la muerte tenía su cabida, el refugio de los fusilamientos.

Escrito por Carlos Them

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