Hoy es día jueves, bueno ya viernes y me gobierna un sentimiento de melancolía, tal vez por el hecho de que es noche y estoy solo trabajando, o porque cada vez me doy cuenta de muchas cosas que se tienen que apagar, como el correr de ríos hacia desiertos para solamente ser evaporados, y quizá después uno ni recolección tiene de ese hecho, nada más un momento impreso en el viento. Sé que estos preámbulos divagan entre verdades, y que me es difícil poder disipar este tormento que llevo conmigo en mis adentros. Pero es necesario ponerlos en prosa para con un bisturí extraer fragmentos, poder ayudar en esta escala infinita hacia los montes más fértiles y frescos, donde pueda destrozar los afines existentes que me mantienen sujeto a esta fábrica de sueños. Y mas allá de simples y creadas imágenes que hacen de esta vida una menos trágica, menos real, y más comprada, están los rescatables, esos instantes que se adhieren como goma a mi alma, a ese fragmento de infinidad interna y personal, que se transpira y escapa, en el momento de yacer con los tiempos a trascendencia inmaterial e impalpable. Esos los cuales plasmo en todos los versos en todas las letras escritas, y ese remordimiento de conciencia que se apegan a mí como olas en guerra con la arena, instantes más vivos en breves bocanadas de aire, como latidos fulgidos de mis entrañas hacia mis cinco sentidos. Que me acosan entre mis mantas de seda, refugios fabricados, y no esperan, solo arrasan como León a su presa desamparada entre llanos baldíos, desplomando las pocas columnas de mi alma a sus cimientos, destrozando paz, guerra, amor y sobre todo esa nube expandida a lo largo de las extensiones de mi vida que sofoca la luz y el fuego, donde reina la incertidumbre, y eres digno esclavo a ese momento dulce de creación sin medida. Donde nada está cubierto, todo muestra la justa cara que es por dentro, y las llanuras son lienzos vacios donde el amor, razón, lógica, ética y pasión, se vuelven momentos, más híbridos y más completos. Esas imágenes-momentos, es lo rescatable en el encuentro, de lo carnal con la ausencia trascendental al paredón de ser y estar hacia el misticismo de la humanidad, la muerte.