Chantaje emocional
¡Qué importancia tienen los primeros diálogos en lo más lejano de la niñez! AMIEL
Era hija de padres divorciados. Me comentó que aquel día llegó temprano a la casa de su papá, Roberto, con una flor en la mano, una margarita. Su mamá que la había llevado la despidió con un beso en la mejilla, y la advirtió que ella la iría a buscar a la salida del jardín. En la casa de su padre estaba Valentín, su hermanastro. Los dos jugaron toda la mañana, parecían colmados de felicidad. Hasta que algo irrumpió el bienestar.
- Papá, guaaa, guaaa, ehem, me pegó- vaciló Valentín.
- ¿ Qué ocurrió? Preguntó, Roberto.
- Y qué va a pasar, me rompió mi flor, papi, señaló Camila.
- Roberto, colérico contestó: eres violenta, Camila ¿ por qué por una flor de...? le pegaste a tu hermanito que más chico que vos?
- Mirá Camila que sos de lo peor- Sentenció.
- La niña, atinó a decir entre voz cortada - ¡ y qué si me rompió la flor!
Luego, se escuchó hoy de castigo no llevarás ninguna galletita, ni monedas al jardín. ¡Ahora a lavarse las manos y a comer que se hace tarde!
Camino al jardín el papá de Cami insistió, pero ya con una voz un poco más comprensiva – hija esa no es forma de actuar:
- no debes pelear y menos aún con tu hermanito-
Camila caminaba con su mirada perdida y en absoluto silencio. Así caminaron dos cuadras, hasta que la pobre estalló en llanto. Su padre le secó su carita con un pañuelo, la acarició y dijo – no es nada ya pasó.
Los dos se abrazaron unos minutos. Ahí en ese momento ella dijo
- papá la flor era para mi señorita, porque ella me había enseñado a dibujar. Yo le prometí un regalo y Valentín lo destruyó.
De regreso por el camino Roberto lloró