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Estrellas en Chapala

por Alpha y omega

La noche se antojaba perfecta. Salió de su casa sin saber que sería la velada más larga de su vida. Como cada año en esas fechas, iba al malecón de Chápala a ver la lluvia de estrellas, pero en esta ocasión iba solo. Armado de una botella de vodka, sus marlboro rojos y sus ilusiones; llegando al lugar se sentó en una banca, encendió un cigarro y esperó. Ricardo tenía esa afición desde que era pequeño. Su padre lo llevaba junto con sus hermanos cada año a ese lugar a ver las estrellas. Escuchaban muy atentos como su viejo les narraba historias sobre las viajeras cósmicas. “Relatos que él mismo solía inventar”. Seguía repitiendo todos los años aquella ceremonia, ahora sin compañía, púes los hermanos ya habían olvidado todo lo que su padre les contó sobre la magia nocturnal de ese lugar. Él estaba esperanzado, tenía la firme certeza de que algún día en la fiesta del manto estelar. –“Quizá alguna de las brillantes amigas le concedería el deseo que él pedía”.–

Él, muy soñador escribía de forma aficionada en una página Web de Internet donde vertía todos sus idilios. La gente le decía que a ver cuando dejaba de fanfarronear y decidía unirse a ellos en el mundo real, pero sabía que él necesitaba de sus sueños para vivir. A su edad aún seguía a su “dulce quimera”; había conocido a muchas mujeres, pero sabía que algún día conocería a una que apreciara las ilusiones tanto como él, alguien que tuviera sus mismas ganas de volar de escapar y convertir el mundo propio. Sabía que esa persona existía pero aún no la conocía. Por eso a todas las estrellas fugaces les pedía un deseo.

Aquella noche en Chápala no aparentaba ser demasiado distinta de las demás. –Pero se antojaba con magia. –

Llegó al lago, como todos los años se sentó en la misma banca. Hacía tanto frío qué llevaba ya un rato apretando los dientes y temblando, tomo vodka con agua quinada, y encendió un cigarro junto con sus deseos. He ahí al chico conversando para sí todo acerca de ese sueño tan suyo, de la incertidumbre que era ya una agonía. “Las ansiadas invitadas no llegaban” esperó. Entre cigarro y cigarro varios vodkas tonic estuvo ahí a la expectativa por horas. Entonces una lágrima se derramó por la mejilla del infinito ¡aparecieron por fin! Les observo y pidió su deseo, aquel que llevaba años repitiendo. De pronto voló una después otra y otra, de repente lo que estaba en calma hacía unos momentos se convertía en una danza celeste incontenible; en aquel magnífico lugar se veían perfectamente las estrellas volando. Presencio una cosa que no había visto jamás en sus años de observador, una más pequeña que las otras, pero aún mucho más brillante fue a caer al lago haciendo un ruido ensordecedor. Se quedó perplejo, se pellizcó para comprobar que no se había quedado dormido; a lo lejos escucho una voz – “una dulce voz” –que pedía auxilio.






– ¡No se nadar!

–Repetía gritando.

No dudó, corrió hacia el lugar de donde procedía ese grito de ayuda. Cuando llegó nadando vio que se trataba de una mujer que se ahogaba sin remedio. La tomo de la mano de inmediato y la sacó del agua. La joven estaba un poco aturdida, mareada. Era de piel pálida, ojos verdes, cabello rizado, castaño y brillante como si alguien hubiese esparcido algún tipo de polvo procedente de la luna sobre él; en su figura estilizada llevaba un vestido blanco que brillaba reflejándose en el agua. En sus ojos se podía apreciar esa luz que solo ellas saben regalar.

¡Que belleza! -Pensó él.-

La joven se puso en pie lo miró y le susurro al oído.

– “Eres como había imaginado”... ¡Perfecto!

Le subió un escalofrío a Ricky por toda la espalda.

– ¿Te conozco?

– “No” pero año tras año me has venido a ver bailar con mis hermanas. Nos has contado tus secretos en cada deseo, te hemos visto ahí sentado pasando frío y siempre regresas. Te vi crecer y soñar con “volar como vuelo yo, quizás.”

– “Se quedó aún más asombrado.”

– “¿eres una estrella?”

Preguntó contrariado.

– “Si, todos los años acudo a este lugar con mis hermanas”

– “¿y porqué has bajado?”

– “Porque me he enamorado de ti.” Todos los años vengo solo por verte y escuchar tus pensamientos. Dime ¿querrás venir conmigo a volar por el firmamento? ¿Querrás ser libre por el resto de tu vida? “Sólo toma mi mano, agárrame y déjame enseñarte el mundo que ansías con su felicidad”

–Dudó. –No sabía si todo aquello era cierto o el producto de su imaginación, pero sintió una punzada en el corazón que le hacía saber que debía aceptar y apretar aquella pálida mano, así lo hizo, la abrazo y beso sus labios. De pronto los dos comenzaron a brillar y como sí de un suspiro se tratase. “Se alejaron de la ribera para siempre”




A la mañana siguiente, un turista encontraba sentado en una banca del malecón, el cuerpo inerte del joven, que había muerto de frío por haberse metido en el agua por la noche. Pero tenía en el rostro la sonrisa más grande que jamás vio nadie y estaba cubierto por algo extraño –era polvo estelar – ¡brillante! con una blancura incandescente. Se sentía en el aire una gran tranquilidad pero sobretodo un amor sin igual, –parecería que murió encantado. –

En la ribera de Chápala todos dicen que estaba loco y murió en un acto de locura. Hay quienes prefieren acudir todos los años a ver la lluvia de estrellas de Chápala y saludar a Ricardo cada vez que ven dos estrellas muy juntas, púes saben que él los mira desde el firmamento cuando sale a pasear en compañía de su amada.



Alpha y Omega.
(Alejandrornelas)



Copyrigth © 2009



Texto agregado el 18-05-2009, y leído por 256 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
05-03-2014 Hay una felicidad trágica en esas muertes dulces que se narran, en que un ser alcanza sus anhelos escapando de las miserias del mundo. Siempre queda ese espacio mágico, que no sabes si es la percepción del alma abandonando el cuerpo o una ensoñación antes de perder la conciencia y la vida. Me recordó a La Cerillera de Andersen (con sus diferencias, claro está). Me gustó que Ricardo pasara a ser leyenda en el lugar. Ahí encontró su instante de gloria, su inmortalidad junto a las estrellas :) Ikalinen
19-05-2009 Es una preciosa historia de amor. Aunque no me agrada repetir los comentarios que ya hice a otro cuentero (a), en este caso lo haré: Este relato me hizo recordar el bello poema "La niña de Guatemala" de José Martí. Sí, aquella que dicen que murió de frío, pero yo se que murió de amor. Como tu personaje Ricardo. Grata lectura. *****Afectuosos saludos. sagitarion
 
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