Al principio es una pulsión agazapada que no se sabe de donde brota, un espasmo silencioso que sacude cada fibra. El llanto acecha en el interior de piedra como una gota que busca horadar el templo de la firme apariencia. Un alejado y nítido yo observa imperturbablemente alienado como la primera grieta aparece lentamente en lo profundo. La humedad busca los ojos como un condenado la luz y ya sólo basta que un simple parpadeo haga brotar la primera lágrima sigilosa.

Por un momento imaginás que esta vez vas a ganar y tratás de pensar en otra cosa, en cualquier cosa que te saque del presentido precipicio. Pero algo dentro tuyo sabe que ya es tarde...

Y entonces estallás en un gemido que no podes parar y las gotas transcurren primero como hilo y luego como río, como fuente interminable del dolor maldito que nunca acaba , de la soledad , de toda la tristeza inmensa que acecha detras de la eterna oscuridad.

Ahora estas agachado, derrumbado el último bastión de serenidad, y llorás con abandono y sin resistencia con los hombros sacudidos por los sollozos que provocan súbitas pausas solo para tomar aliento y seguir llorando a los gritos con furia con desesperación.

Parece que vas a estar siglos de rodillas, cantando tu infinita desazón, mojando las piedras, absorto en los más ásperos abismos de la pena. Pero te irás calmando de a poco, no agotado el dolor sino la posibilidad de evacuarlo, hasta que solo quede un resuello afligido anidado en el pecho y luego ni eso. No consolado, sino vacío, roto, sin más lágrimas que verter , los ojos rojos , extraviados

Te incorporás en silencio , como un borracho escalando las paredes del horror del presente. Y te arreglás la ropa, el pelo y el rostro con gestos reflejos. Al fin suspirás

Ya calmado ensayas una sonrisa y te transformás de nuevo en el impostor que ocupa tu lugar todos los días.