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Creo que fue el día en que cumplí 87 años. O bien 86. Que ya se me confundían los años, pero no eran 88, porque no fue este año.
Mi bisnieta, Margui, sentada en mis rodillas, pedía que le leyera un cuento. Y yo leía: “Entonces el hada, con su varita mágica, convirtió todo el jardín en un jardín de brillantes colores…”
Margui interumpió, curiosa: “¿Qué son las hadas?”
Se me confundían un poco los recuerdos de cuentos, y dudando dije: “Son mujeres chiquitas, bajitas y bonitas, capaces de alegrar todo con su varita mágica.”
“Ahhh…” dijo la nena, “entonces existen” “¿Y como se visten?” No tenía idea, pero me pareció que siempre eran blancas. “De blanco”, dije conocedor.
“¿Vos viste alguna?” “Por supuesto”. “En muchas películas de cuentos”
“No, de verdad” protestó Margui.
“Bueno, una vez” dije recordando sueños.
“¿Y como era? ¿Y como se llamaba? ¿Era linda?” se apuró Margui.
“Sí” contesté con los ojos entrecerrados, recordando “Era muy linda, y como te dije, se vestía de blanco siempre, y era bajita y bonita.” “Y no se como se llamaba pero era llamada Princesa”
“¿Tenía varita mágica?”
“Por supuesto” “Pero no la necesitaba para hacer su magia”
“¿Por qué?” se sorprendió la nena.
“Porque su magia surgía de su sonrisa hermosa”
“¿Qué quiere decir surgía? preguntó la preguntona.
“Surgía quiere decir que le salía de adentro, y se derramaba alrededor. De sus ojos surgía la alegría que se derramaba toda alrededor. ¿Entendés?”
“Abuelo!!!” exclamó Margui, ¡como no voy a entender…!” “Ella tenía un hechizo en la sonrisa y alegraba a todos”
“Exacto” “Te hechizaba, y mirarla te llenaba de alegría”
“¿Y donde vivía?”
“En una casa grande, llena de ancianos a los que cuidaba”
“Ahhh…debía ser buena” dijo calma la nena. “¿Y a veces lloraba también?” se preocupó, seria.
“Sí” “Es que en la casa grande vivía también una bruja mala, que la hacía sufrir y llorar, porque le envidiaba su belleza, y el que todos se enamoraran de ella.”
“¿Ella se enamoró alguna vez?”
“Creo que si” contesté por contestar, tratando de recordar… “Si, estuvo enamorada, y casada”
“¿Y vos te enamoraste de ella, cuando viste su sonrisa, como todos los otros?
“Por supuesto” “Y mucho” contesté, entusiasmado ahora.
“¿Y ella lo supo?”
“Claro… se lo dije en un cuento”
“¿Y ella se enamoró de vos?”
“Mira…te voy a decir un secreto que nadie sabe” “Creo que ella me amó de verdad, pero como era un hada sabia y buena, y conocía el futuro, prefirió decirme que no me quería, y que sufriéramos menos” “Nos sacrificamos los dos”
“Pero… ¿por qué no podían quererse?”
“Porque yo era un hombre real, que solo podía amarla en los cuentos, y ella, una mujer de cuento que necesitaba ser amada por un hombre libre” “Fue cuestión de tiempo” “Nuestros mundos no se cruzaron… solo se rozaron, suaves, como una vez nuestras manos”.
“¿Vos la querías mucho?
“Demasiado” “Tanto que mi vida cambió desde que la conocí” “Disfruté cada momento que pasé a su lado” “Nunca fui tan feliz como cuando le besaba los labios con mis ojos”.
“¿Y ella te quiso mucho?
“No se si es mi consuelo, pero creo que me quiso mas de lo que ella me demostró.” “Pero no quería hacerme sufrir, y calló”
“¿Y a la abuela la quisiste mas que a ella?
Iba a contestarle que si, porque hacía mucho que vivía con ella, pero que nunca estuve tan enamorado como del hada hechicera, cuando, por suerte, en ese momento, entró la mamá, mi nieta, gritando: “Ya está la torta, abuelo” “¡A soplar la velitas…!”
Me acerqué lentamente al comedor. La familia reunida coreaba “Que pida los deseos” “Que sople las velitas”
Cerré los ojos para pensar los deseos. Y de pronto estaba allí, a su lado. Casi treinta años antes, hechizado por una sonrisa, indefenso ante la belleza de sus ojos. La miré, embelesado, como siempre. Volví a sentir que no habría de ser mía jamás. Hubiera querido llorar, pero solo la miré y besé levemente su rostro. El contacto de su piel me estremeció. …, como siempre.
Abrí los ojos entre gritos: “¿Qué te pasó?” “Te tildaste”
Sorprendido, con la sensación de una lágrima cosquilleando mi mejilla, pregunté: “¿Por qué?”
Alguien contestó “Porque te quedaste como dormido, y de pronto dijiste “Hasta el viernes” y te pusiste a llorar”.
“No se preocupen” dije mintiendo alegría. “Debe haber sido un sueño” Y soplé las velitas.



Texto agregado el 10-05-2009, y leído por 97 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
14-05-2009 Precioso. Disfruté cada palabra. susana-del-rosal
10-05-2009 5 Dacler
 
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