Nunca había conocido a una mujer con tantos problemas, como alguien me dijo una vez, con más problemas que maletín de abogado. Pero por alguna extraña razón, le tuvo que pasar algo malo para que de la fe se hiciera fuerzas y hasta se volviera bonita.
No estaba casada, más bien estaba separada y ya el amor le había jugado chueco un par de veces y ahora se resistía a que le pasara nuevamente, fue por esta razón que cuando estaba a las puertas de perder al hombre, que de un tiempo hasta ahora le había entregado alegrías, se hizo de garras uñas y dientes para no perderlo. Pero es hombre y cuando un hombre se aburre, se va.
Y se fue, y entre sollozos de todos dejó la casa que lo cobijó, según él, dizque estaba cansado. Ella por su parte hace dos semanas lloraba por anticipado y sufría por una retirada anunciada, creo, con seguridad, que el dolor más grande para ella era saber que se estaba por ir, pero no se iba.
Quizá en su interior, con unas ganas locas de mandar a la mierda todo, dio un respiro grande cuando tras él cerro la puerta con todo y ropa.
Se fue, al fin se fue, seguramente suspiró.
Recuerdo haberla conocido hecha trapos, llorando por el que no se iba, llorando porque no la tocaba, llorando y parecía que le gustaba. Ahora ya se había ido y no tenía que llorar porque se iría, a lo mejor podría llorar porque se había ido.
Pero había hecho algo que muy pocos conocemos y que es, gastar las lagrimas, simplemente se le acabaron, para cuando el había cerrado la puerta, las ganas de llorar estaban pero lagrimas no habían y no es que duela esa terrible situación, pero es de esas cosas que te cansas de hacer y aunque con el tiempo se te vuelven costumbre, luego de mucho hacerlas, dan ganas de mandarlas a buena parte junto con la vieja de la esquina que no vive sin saber el chisme de la semana.
Le dolía, no había duda, pero para que llorar, si ni las lagrimas le quedaban para ese que se demoró meses en salir.
Finalmente se hizo de algo que todos conocemos y muy pocos usan, la fe, porque tenía fe de que ese hombre era como las malas costumbres, te alejas de ellas por un tiempo y luego vuelven sin que las llamen, así que de fe se hizo, a esperar que volviera, quien sabe si él volvería, pero desde el día en que la fe se le planto en el corazón, hasta linda se veía.
Sonreía por nada, se maquillaba y el rostro se le iluminaba, por dentro aun le dolía pero luego aparecía la famosa fe, a recordarle que ese hombre volvería y cambiaba nuevamente su cara. Hay que ver, hasta de peso bajó, se puso esbelta, se compró ropa, a lo mejor, no vuelve, quien sabe, pero la fe la tiene de pie y la hace levantarse con el pensamiento que si se demoró en irse, ¿Por qué no, a lo mejor, podría demorarse en volverse?