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Inicio / Cuenteros Locales / jota59 / La otra navidad de Luis

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El verano me quema los pies, pero igual corro hasta la casa de Luis.
No lo encuentro, dice la madre que está entre las cañas del fondo, y hacia allá me dirijo corriendo a saltitos por las piedras pinchudas del patio.
—¡¡¡Shhhh chist!!! ¿Dónde estás?
—Acá, calláte bobo que nos van a descubrir…
—P...pe...ro tu madre me vio…
—Ah pero ella se olvida en un rato no te aflijas…¿Trajiste lo que te pedí?
—Si, ¿y vos?
—También

Era diciembre del sesenta y pico, Luis y yo éramos los mejores amigos del mundo y andábamos a la pesca del misterio de Papá Noel…

Los paquetes pasaron de mano en mano, abrimos los dos apresurados, y vi que en el que me tocó a mi, faltaba algo.
—¿Y la piola?
—¡Ah! No pude conseguir, no tengo tan larga cheee...tendrás que arreglarte con esto—Y sacando un trozo de piola de yute, me la dio.
—Bueno, pero no era lo que habíamos dicho, pero ta me voy porque en un rato vamos a ir a la plaza a ver la entrega de regalos.
...
Me fui de nuevo a los saltos, con el paquete con la piola, los trapos negros y la linterna ¡¡con pilas y todo!!
Nos fuimos a jugar al campo detrás del oratorio hasta que nos llamaron a lavarnos para salir...unos baldes de agua fría y mucho jabón y trapo nos dejaron a mis hermanos y a mi presentables...aunque mi padre siempre debía advertirle a mi madre cuando me restregaba mucho … ”Es negrito vieja, no lo vas a blanquear con jabón...lo vas a lastimar”. Siempre recordé eso con una mezcla de ternura y rabia por lo que quería ser un mimo de mi padre, pero era mi primera discriminación.
Era nochebuena y salíamos a la plaza donde repartirían juguetes a los niños pobres (entonces no éramos carenciados, sino pobres lisa y llanamente) y había alguno que se disfrazaba de viejo de la navidad, como solíamos decirle entonces.

—Hola Luis, ¿viniste con tus padres?
—No, con mis hermanos mayores, pero ando solo porque ellos están sentados en un banco en la plaza hablando con sus amigos. Y más bajo añadió —¿todo listo para la noche?— En el mismo tono respondí:—Si
Estuvimos toda la tardecita, hasta que nos dieron la dichosa pelota de plástico, a mi hermana un negrito de plástico también y al más chico un sonajero que en cuanto lo sacudió volaron las bolitas que tenía adentro…
El aburrimiento me tenía medio dormido, recordaba que en casa la nona estaría cocinando pasteles y panes dulces en el hornito de barro, y el abuelo haría el cordero o lechón no sabía bien...la mirada fija en las baldosas recorrieron nuestros pies calzados con gruesos zapatones, mi papá con sus alpargatas de siempre, y mamá de sandalias de color clarito...allí se quedaron mis ojos, hasta que un moquete de papá me hizo levantar de un salto para salir corriendo. Ya nos íbamos.
...
Las fiestas navideñas y de fin de año eran descomunales comilonas que comenzaban el 24 a media tarde y solían terminar el 26 con varios “heridos” por el alcohol y los excesos, con el tiempo suficiente para recuperarse antes del 31, donde se ponía peor según las condiciones económicas. Ahora que lo recuerdo, los pobres de entonces no éramos como los de ahora, ni siquiera de nombre. Había de todo en casa, gallinas patos, palomas, se criaba un chanchito para carnear (siempre terminábamos llorando mi hermana y yo cuando asesinaban al pobre animalito). Y además se podía comprar vino, jugos, o se hacían jugos con las naranjas de la vecina…


El plan es el siguiente, (repaso mientras comemos turrones durísimos y el traguito de sidra que nos dieron para brindar me da vueltas en el estómago y me siento mareado).Debo hacer como que me duermo, luego vendrá Luis, me levantaré, nos vestiremos con los trapos negros, ataremos un cordel de lado a lado de la puerta, con un medio lazo, y cuando venga Papá Noel, o el que sea, uno de los dos tirará de la cuerda enlazándolo por los pies y el otro encendería la linterna, para develar de una vez por todas si era real o era otra mentira como los reyes. Mi hermana dice que son los padres. Yo tengo dudas y me las voy a sacar; pero mi hermano chico que siempre anda detrás de mí no sabe nada.
Nos vamos a dormir, y todo va lindo, tengo todo listo, sólo falta que venga Luis y me despierte o me hable para que….zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.
Un tirón suave me despierta, y alcanzo a ver la cara de pájaro de Luis, me asusto un poco pero recuerdo el plan, nos quedamos uno a cada lado de la puerta envolviéndonos con los trapos y las piolas prontas en las manos, cuando de repente se sienten ruidos llegar desde el fondo, ruidos leves, pisadas.
La luna se filtra por las rendijas de las ventanas y se puede ver alrededor del árbol. Yo tengo la linterna, Luis me hace señas en la semioscuridad de diciembre, y de pronto mis ojos ven… y luego los pasos se alejan.
—¿Qué hiciste? ¿Porqué no prendiste la linterna?
—Shhhhhhhts vas a despertar a papá y a mamá.
Mi hermanito se sienta en la cama y me pregunta que hago…—Nada le digo, volvé a dormir—
—No entiendo nada, mejor me voy a dormir, ya mañana me contás lo que te pasó….nos perdimos la oportunidad de ver al viejo ese…
Luis se alejó rezongando, sigiloso y rápido.
No podría decirle a nadie, que a través de la rendija de la puerta, vi pasar cautelosas a las sandalias claritas de mamá, seguidas de las alpargatas de papá...

Texto agregado el 03-05-2009, y leído por 100 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-05-2009 que linda historia. me ha fascinado. de verdad te luciste. me atrapaste desde el principio al final.5* carolina52
 
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