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Una baraja de pensamientos se le acopiaba en la mente. Jugó con una mata del suelo entre el zapato hasta arrancarla de la tierra. La llevaba y traía con movimientos suaves pero decididos. Se identificó con ella y se prometió: ‘Yo no seré hojarasca sin rumbo, al que una dócil brisa la conduzca a su antojo’. En esto estaba, cuando le pareció que alguien gritaba su nombre. Elevó la vista del suelo y lo vio por primera vez: desde un cuerpo moreno unos ojos azul-turquesa irradiaban un brillo peculiar, como de otro mundo. Ya los había visto antes. ¿Pero, dónde? Sería en la salida de la Mezquita Al-Omari, construida sobre el antiguo templo de Marnás, o aquí en el mercado de Shifa…

Era miércoles, el acto de alabar a Alá había terminado, la feria volvía a su apabullante quehacer. Desde todos los sitios se alejaban las plegarias del Imám de la oración. Había silencio en su mundo, sólo ocupado por la mirada que no dejaba de contemplarla. Sintió que algo le decía que sería suya, no sabía cómo ni por qué. Todo lo que era pudor femenino se había desprendido de su corazón. Se corrió el velo algunos centímetros más. Así como una cualquiera desnuda sus tobillos para un nuevo amante. Él la atrajo con su mirada y ella cedía siendo suya. Una risita de travesura la pilló jugando a ser mujer. Qué placentero le resultó ese nuevo contacto imaginario con el sexo opuesto, ya que se le había ido de la cabeza la imagen de cuando era niña en el shwk y los hombres mirando con ojos grandes a mujeres que no los llevaban.
Éste puede que sea un joven que carezca de risha, raíces. Ahora fuma y me mira con elegancia. Es joven, delgado pero se ve fuerte. Parece extranjero, es posible que no sepa nada de la historia de Palestina o que lo sepa todo…


Estuvo contemplándolo largo rato. Llevaba una camisa azul sin mangas y un pantalón árabe al tono. Cuando terminó de fumar se tomó los brazos entre sí y Sheila pudo tomar conciencia de la fuerza de sus músculos y la belleza de sus manos cinceladas. Sin llegar a dobles intenciones lo relacionó con los estudios de los clásicos que estaba realizando y se dijo:

¿De dónde habrá salido este dios griego? Tiene la musculatura de Discóbolo o de un buen atleta. Si lo llamo Adonis me quedo corta. Si lo bautizo como Apolo de Belvedere tampoco le hago justicia. ¿Quién le insufló vida y quién le dio permiso para salir del mismo Museo Nacional de Atenas? Necesita urgente una princesa árabe que lo contenga. Al verlo, caigo postrada, convencida que la belleza no sólo es de mármol, sino también de carne y fuego.

Era la primera vez que Sheila le daba un puntapié a sus enseñanzas. En lugar de sentirse con culpa un leve pudor se le desprendió del cuerpo y una sonrisa en los labios. Se sentía atrevida, audaz, como una chica occidental, de esas que salen en la televisión.

Había dejado el temor por el sexo opuesto y se internaba en una nueva búsqueda de sensaciones. No había tanto miedo y hasta se dejaba llevar por su fantasía, no de niña, sino ya de mujer…

El desconocido de la mirada tierna le sonreía también. Gemas de nácar surgían desde un rostro hermoso como de si de un desierto de arena cobriza y ondulante se tratara. Fue degustando cada parte de su cuerpo con su mirada abierta, sin celdas, sin burka. Qué bello es el paisaje humano, suspiró. Se sentía libre y dueña de utilizar sus sentidos.

El mercado estaba saturado de gente, se oía el intercambio de voces regateando precios, bagatelas y cosas de valor, entre ademanes, bromas y lamentos. Nana dio un quejido enfurecida y transpirada desde la feria de telas estirando su enfundada cabeza:
¡Niña hace un montón que te estoy llamando! No me di cuenta, Nana.

Al momento de que el joven le sale al paso e intenta intercambiar dos palabras con ella, que apenas balbucea: Disculpe me es prohibido hablar con desconocidos en la calle. Sheila se cubrió el rostro con el pañuelo y se internó en la tienda. Las dos, al cabo de algunos minutos salieron con envoltorios entre las manos.

El misterioso joven interceptó con cuidado a Nana y le hizo un gesto de que espere, quería hablar sobre la niña.

La mujer, le dijo: ¡la niña no está a la venta!

_Pues, dígame ¿dónde puedo hablar con usted en privado?

Luego, le expuso con convicción: ¡Le he dicho que la pequeña no se vende!...Yo sólo soy su tutora.

_Entonces, déjeme hablar con sus padres, insistió el extranjero.

_Sus padres han fallecido, pero le queda un tío en otra ciudad. Si mañana usted viene aquí, o mejor vaya al lugar de Qasr El-Basha, el Fuerte de Napoleón, en donde le daré la respuesta de ese familiar.

En realidad era una proposición mentirosa. Nana jamás pondría en venta a su única hija bastarda.

El silencio habló de regreso. Sheila no dijo palabra hasta llegar a casa, apenas entró en el hogar se desplomó en la alfombra quitándose los zapatos y con las manos comenzó a flotarse los pies en círculos concéntricos.

_ ¿Qué está pasando por tu cabecita, niña?

_ ¡Uf! Nada, Nana, dijo y su rostro se incendió en un rojo granate.

_ Pues, la nada no existe, estamos todo el día dando vueltas como un trompo en la feria, eligiendo regalos, comprando cosas y regresas como una tumba y encima tienes la apariencia de un borrego apaleado.¡Ya no tienes cura! ¡Lo hago todo por tí y al final me pagas con esto! ¡No te mereces nada!...

Sólo estoy cansada y me siento indispuesta Nana, me quiero retirar a mi cuarto.

_ ¿Sin comer? De acuerdo, dijo la mujer. Pero cuando te levantes de descansar quiero hablar contigo.

Estará bien, Nana, ya me pasará.

La vieja Nana había quedado abajo preparándose la comida y hablando sola. Era una antigua costumbre que adoptó desde tiempos inmemoriales. Lo curioso del tema es que se contestaba dando la razón, maña de su temperamento que producía en la niña una gracia absoluta, hasta había pensado que su Nana estaba completamente loca y que no tenía remedio a tal padecimiento. La relación entre ambas era muy extraña, como son misteriosas las razones de lo relativo a las emociones de los humanos. No se quiere a quién se merece sino a quien se tiene cerca. La niña había crecido con ella y no tenía otra posibilidad de conocer el mundo acaso a través de su Nana, aunque parecía que había llegado el momento de rebelarse…

¡Qué niña, uf, uf! Se quejaba la mujer, tragando cucharadas de sopa de pavo. Lo había comprado cocido con el que preparó un ligero caldo y algunas verduras, el resultado fue delicioso y apaciguó momentáneamente sus quejas.

En el cuarto Sheila se hacía preguntas y escribía en su diario: ¿Por qué ha posado sus ojos sobre mí? ¿Será nuevo en Gaza?, ¿Quién será?...

Todavía estaba fresco en la ciudad por las tardes, recién estaba entrando una leve sospecha de primavera. Era fines de Marzo. A pesar de la tenue presencia de brotes en los árboles disminuía del todo la temperatura por las noches. Mas la sorpresa a última hora en el mercado, le estaba realizando un efecto contrario, de calor…

Le hubiera preguntado siquiera su nombre _pensó.

La verdad que ese joven la perturbaba hasta el punto de hacerla ruborizar. Y desde luego, hacerla enmudecer. Inhibida se dejó cautivar. Dicen que el amor entra por los ojos…

Abrió el cajón del mamotreto que hacía de escritorio, posó su vista sobre el diario y describió el encuentro con el desconocido de la mirada bella. En la mesita de noche Sheila escribía:

No sé tu nombre, pero te llamaré ’Bajar’, porque tus ojos son abarcadores e intensos como un mar misterioso.

Escribió también que deseaba ser su amor absoluto y total. Que le había arrancado el corazón. Tendría desde ese entonces su espíritu entregado al tono azul-turquesa de sus ojos y a partir de este extraño incidente lo vio todo de azul. Escribió un poema y se le ocurrió pintar su cuarto al mismo tono.
Su espíritu, que había recibido una conmoción amorosa, se vistió de su mirada de bajar.

Esta noche que tiene tu rostro azul
Ojos de noche azul
Y mi deseo es azul
Bendito color de los mares
Maldito náufrago en alta mar
Sigo nombrando al velero que camina
sin capitán ni timonel
cómo sueña el itinerario
cuando está escrito sobre estelas
esta noche tiene de luces urgencias
jadea silenciosa,
quizá extravié su ruta
y se olvide del relámpago
mientras el deseo es azul
Voy a anunciarlo en mi verso
Todo tiene tu azul, escribo en tus ojos

¡Válgame, Dios, estoy enamorada! ¡Aná ojé buká! ¡Te amo! Se quedó dormida sobre la cama con una sutil alegría que le provocara aquella imagen de amor, soñó con él y a partir de esa noche toda pesadilla era transformada por el amor.

Tuvo el sueño más bonito que mujer hubiera querido tener. Un príncipe Tuareg venía al trote en su impetuoso caballo rodeado de una amplia comitiva de secuaces, era un hombre del desierto animoso y valiente, pues había dado muerte a cientos de sediciosos beduinos y ahora estimaba encontrar a una princesa para amarla y entregarle su magnifico corazón.

se sabe los Tuareg son excepcionales poetas y por lo tanto recitaba letras ardidas mientras le besaba la mano y pedía a sus padres por ella.

¿Cómo su vida daba un vuelco tan grande? Pronto sería ella misma una princesa y debería de partir hacia el desierto con su pueblo para continuar el designio que Alláh le tenía encomendado a ambos.

…Elijo como hombre del desierto esperar
tu corazón tendido sobre dunas
Tengo esperanzas, seré feliz
Mis labios saldrán al camino de tu boca de tulipán
Si tu amor se decide, serás feliz y entonces
nuestro amor repercutirá en todos los astros
Una bella aventura tendremos
en mi corcel nevado,
en la alfombra de sueños para recorrer con ella
los jardines del placer y de la ilusión…

Nana le había enseñado que es conveniente rezar la oración grupal en una Mezquita, por lo cual temprano buscó a su única amiga Laila para que la acompañara. ‘Es mejor para la mujer ir de mañana y nunca de noche’.

Mientras que decía el Omán: El veredicto legal de la asistencia de la mujer a la mezquita es permisible. Es lícito que las mujeres asistan para rezar la oración grupal, en una zona de la mezquita separada del lugar donde concurren los hombres. No importa quien las dirija en la oración sea un hombre o una mujer.

‘Abdullah Ibn ‘Umar _’Alláh se complazca con él’_ relató que el Mensajero de Alláh _ dijo: “Si las mujeres piden permiso para ir a rezar a la mezquita de noche, no se lo impidan”. (5) Sin embargo Nana, le prohibía que salga sola a no ser en compañía de su amiga Laila.

Texto agregado el 20-04-2009, y leído por 189 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
25-04-2009 Muy bueno, me gustó. margarita-zamudio
24-04-2009 Me parece perfecto este inicio, además mi querida amiga, tenés la suerte de poder relatar conociendo las costumbres y eso hace que se lea muy natural. Me gusta y quiero saber como sigue. Un beso y mis estrellitas. Magda gmmagdalena
 
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