La misma noche en que la vi no pude dejar de dormir. Sus ojos, sus manos, la expresión de sus labios retorcidos y perversos, su cabello alborotado y borrascoso causaron, profundo pesar en mí. Desde aquel entonces todo cambio. Algo inquietante golpeaba mis intestinos y mis pensamientos, los latidos de mi corazón sabían a tristeza, ha un día de exequias; el sol del día anterior, mi sol, quedo oculto en una neblina tan oscura como el abrazo de una fantasmagórica penumbra. Lloré de extrañeza el mundo había caído bajo un velo de seda color a congoja. Mis manos temblaban, mis dientes no dejaban de trepidar. Deambulé.

Hasta que el corazón se me apagó.

Se apagó y sus sonidos de vida se perdieron detrás de aguas negras hechas de lágrimas, mis lágrimas. De pronto todo se hizo más claro… ¡La explicación a esta avasallante tristeza, la explicación a mi vida ambulante e inconexa!… Sus ojos, si, sus ojos que no me dejaban en paz… los veo mentalmente, sin descanso, en total desasosiego, tenía las pupilas dilatadas como las del gato salvaje de mis pesadillas, hay maldad conectada al horror…llevava un puñal... La hoja perforó mi blanda coraza y mi alma se escurrió por el agujero… Ahora lo recuerdo, sí, claro que si, eran como el destello de pequeñas luces, una hilera de luces… El hilo de la araña frente a la luz de la linterna.

Esa misma noche no pude dejar de dormir, lo hice para siempre gracias a ella.