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Moho
Te dije que está lindo afuera, está como antes, como en el pasado más remoto, antes de la existencia de los seres humanos. Hay un brillo pálido, la mejor performance del sol en el invierno. Y se ve una nube a contraluz, que sólo tiene una punta blanca, una sola, y el resto es azul-grisáceo, es bonito, porque está despejado, pero con nubes azules, y es extraño. La punta blanca brilla con el reflejo del sol, y está helado. Deberías recordar más escenas con descripciones de ese tipo, ¿no? Escenas en que caminábamos derecho a lo desconocido, en que el suelo helado se pavimentaba como una especie de poema vivencial, sumamente puro.

Tengo que habértelo dicho otras veces, lo de la pureza del frío. ¿Te has fijado cómo se pone el aire en las noches? Bueno, así más o menos. A veces creo que cuando llueve y el aire mejora no es por la lluvia, sino por el frío. Ahora está frío. Y la nube se desintegró en una gigantesca masa blanca. Brilló tanto el contraste del sol que inundó el lugar donde estoy, lo destruyó con esa leve brisa antigua, que alguna vez debes haber visto. Alguna vez. Sin duda. Yo recuerdo varias veces en que me tiraba de espaldas y veía hacia arriba hasta que me daba vértigo. Tenía la sensación de salir despegado de la tierra, de ser absorbido por el espacio. Me pasaba más de día que de noche. Me pasaba viendo la infinidad celeste, como ahora, que se ve celeste, profunda, clara, blanquecinamente celeste.

Algunas noches las viví con esta misma temperatura. Alguna noche blanca, celeste también, en que miraba hacia arriba escrutando con atención en busca de sensaciones. También debo haberte hablado de esto, en algún momento, sin duda. Claro que debo haberlo hecho porque en un tiempo hablaba mucho acerca de todo, desfallecía en los detalles que ahora ya no podría describir. ¿Has notado la claridad del aire, cuando está así, cuando la humedad se releva por un frío seco, pero que no aflige? ¿Has notado que en ese momento la respiración misma cambia, gira hacia otra cosa, y a veces se ve? Y es por eso que se ve, porque es el momento más franco que puede existir, y nada puede permanecer oculto en esas instancias, no se puede, simplemente.

La nube desapareció completamente. Quedan unos ensayos de ella, unos ecos, como pequeños fantasmas o recordatorios. El viento continua, y la claridad de la tarde también. Si miras para abajo, a través de la ventana, vas a ver cómo el sol evidencia los detalles de las cosas, porque no te estaba mintiendo que en un día así nada puede ser ocultado. Ves por ejemplo el contorno del pasto, el moho que se forma en el pavimento, y hasta el cemento mismo de la calle parece traslucir cierta vitalidad o convalecencia de un pasado que no es pasado porque es futuro, o presente. Porque pareciera que la vitalidad de lo inerte, del cemento, de la tierra, de las paredes, se excluyera de los patrones temporales, del espacio como lo concebimos, y que una tarde así puede revelarlo, puede mostrártelo si lo miras con detalle, con éxtasis.

Si lo miras puedes entender muchas cosas o nada. No estoy hablando de nada paranormal, por supuesto. No estoy diciendo que mires a tu alrededor y trates de encontrar señales o respuestas casuísticas, o explicaciones, o energía. Solamente estoy diciendo que todo parece más real cuando hace frío y la iluminación precaria y frágil del sol manifiesta con fuerza una realidad más allá de lo que habitualmente postergamos. Porque a veces me quedo detenido, no sé si tú también. Me quedo detenido en un lugar sin hablar y respirando más bajo, y es como que de a poco te fueras volviendo un objeto inanimado, como las mesas, como las baldosas, o una taza. Entonces, cuando se escucha el sonido de algún reloj a la distancia, o a veces, cuando llegas a escuchar la corriente eléctrica por detrás de las paredes, pareces entrar a ese mundo diferente, a contraluz, y camuflarte en la sombra de las cosas, especialmente en el contorno que hace el televisor en contraste a los rayos del sol que entran por una ventana, o perturbarte profundamente por un ruido lejano, una motosierra, puede ser, o un treile. Es extraño, hipnótico.

El tiempo se mueve con otra velocidad y no logro salirme de ello. Alguna vez debes haberlo sentido. Alguna de las tantas veces en que hemos sentido lo mismo que te dije hace un rato. La sensación de ser desprendido de la tierra, de absorberse hacia el espacio, celeste, helado, de fundirse en el sol frío del invierno, de estas fechas, porque en estas fechas es cuando las calles están más vacías, y cuando más espacio se le da a la transportación, a la transliteración vivencial. O sea, a las sensaciones pre-humanas, o post-humanas, o anti-humanas, al árbol que se cae en un bosque y nadie lo ve, algo así. Recuerdo mucho, y las imágenes parecen competir unas con otras por aparecer en mi cabeza. Recuerdo los montones de arena para construir algo indeterminado, abandonados un fin de semana y siendo aprovechados para fabricar autopistas muy detalladas. Recuerdo el barro congelado a mis pies. Los terrones intercalando el pasto. Recuerdo el olor de la madera vieja, también el polvo y las telarañas, con los misterios, con los secretos, con la historia. Recuerdo todas las escenas que me llegan de golpe, al mismo tiempo, mientras el frío congela mis dedos, mientras recuerdo más y de otra forma, de otro tiempo, del futuro, quizás, de años después, pero también de antes, de las veces en que esta misma tarde se ha colado en otras ocasiones, porque todo parece estar enlazado cuando recuerdas y las sensaciones pasean de escena en escena con total confianza, con una tierna irracionalidad, caprichosas. Sin ningún sentido aparente.

15.8.08

Texto agregado el 02-03-2009, y leído por 162 visitantes. (0 votos)


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