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Hablaré de tres películas argentinas. Tan de Repente, Como un Avión Estrellado y Buenos Aires Vice Versa. El nexo entre las tres es que las vi de corrido, además de que me gustaron, si bien con ciertas predilecciones. Subjetivamente diría que la más débil es Tan de Repente, por lo que posiblemente converse menos de ella que de las otras. Revelaré detalles del argumento de cada película. Mi opinión no será objetiva y es la de un tipo cualquiera que no tiene nada más que hacer y decide hablar de lo que vio.

Digo que es débil Tan de Repente (Diego Lerman, 2002), porque los eventos que gatillaron la trama y luego la finalizaron sucedieron "tan de repente" que parece que fue azar. En todo caso el primer evento, el asalto de dos lesbianas a una mujer acomplejada y llena de traumas en una calle de Buenos Aires, y el ofrecimiento descarado de ir a coger, fue lo suficientemente motivante como para ver la película completa. El segundo evento, la muerte de la anciana, me pareció descontextualizado (o quizás contextualizado, porque fue como hacer una familia en un par de días, y listo, se desintegró, y todos a viajar de nuevo), pero mucho menos llamativo para mí. Luego del primer evento las dos lesbianas asaltan un taxi junto a la acomplejada que es más o menos secuestrada por ellas, y emprenden un viaje hasta caer en Rosario. El ritmo vertiginoso de esa primera parte, aderezado con frases como: "déjame chuparte la concha" mantienen el interés, así como el, para mí, tan sugerente uso del lenguaje económico (mi escritor favorito escribe económicamente), así como casi inexpresivo o directo. Sin embargo, tuve la impresión que después hubo cierto desinfle, y la verdad, nunca llegué a entender del todo a la chica punk que hacía lo que quería y cogía a quien quería (¿simplemente no tenía rumbo? pero de ser así, ¿por qué se empeñaba en concretar los sueños de los otros como llevar al mar a la chica de los complejos y llevar a ver las orcas al biólogo?). Quizás me afectó haber visto dos joyas antes del filme. De todas formas, la película se puede dividir en dos núcleos esenciales, que es la road movie-punk del principio y la especie de defensoría costumbrista de la segunda parte, y me gustó más la primera. Es una película cargada por un universo femenino donde aparece un solo hombre, tartamudo, que trasciende en la historia brevemente (aparte de la incidental aparición del camionero). Lo bueno que tiene es el ritmo flexible y la absoluta impredecibilidad de la historia. Lo malo es que muchos elementos se me pasaron por alto. Aparte de no entender a la chica punk del todo, tampoco lo hice con otros personajes de la historia, así como ciertos sucesos: ¿qué significaban los muertos en la carretera? ¿la muerte de la vida adormecida de la chica acomplejada? ¿por eso ella, y sólo ella, se bajaba del camión? ¿el cambio, tan brusco, de la chica punk 2, a qué se debió, el reencuentro con un familiar le gatilló nostalgia? No me siento capaz de responder o interpretar esas preguntas, así que la química con el resultado total no fue un engranaje perfecto, y esto habla de dos situaciones hipotéticas: o el guión es inconsistente, o yo no conecté con los símbolos de Lerman, causalidad que es irrelevante de descubrir por cuanto el fallo objetivo de conexión entre la película y yo no se logró.

Probablemente en otro contexto me hubiese gustado más, pero estoy consciente que estaba imbuido por la película que había terminado de ver justo antes: Como un Avión Estrellado (Ezequiel Acuña, 2005), que me pareció extremadamente fina. Quizás por el tipo de historia abordada, aunque esencialmente por la forma de hacerlo, pensé en películas italianas o europeas en general, por la delicadeza en que una historia personal y subjetiva es tomada y expresada de esa forma; en algo me recordó La Stanza del Filio, quizás en las sensaciones que me causó, o incluso Ordinary People (pero ahí es más obvia la alusión). En este caso se trata de la historia de un chico de unos veinte años con problemas de adaptación, que se enamora de una chilena (Manuela Martelli, la de Machuca), pero como es lúser no consigue nada. La chilena es su contrapunto, es vital, llena de energía, destila lo que él necesita, lo que él no tiene. Porque es un tipo solo, vive con su hermano porque sus padres se reventaron en avioneta hace un año en Valdivia (de allí el título, en lo concreto, que también metaforiza el estado del chico y se refuerza con las alusiones y escenas en aeropuertos constantemente), y sólo tiene un amigo, que es una especie de Kurt Cobain sin talento bueno para la autodestrucción, de muy díficil trato y futuro dudoso, así como medio hampón. El protagónico es un chico espigado, flaco, inexpresivo y torpe, que de repente tartamudea, pero la mayor parte del tiempo está callado y es piola, aunque por los punzones que le meten su amigo y su hermano, que son roces ásperos, sumado a la indiferencia tan cordial de la mujer, hacen que a veces estalle, pero no en catársis demagógicas ni mucho menos. Porque todo seguirá su curso tal como viene, y él seguirá sintiéndose como si hubiese muerto, como si la imposibilidad de la felicidad fuera más grande que todo, porque lo es, porque nada resulta, y no es que trate, no es que hayan diálogos en que se explicite, sino que resulta tan evidente como poético descubrir que el tipo está destinado a enfrentarse a este vacío imposible de llenar, a la inexistencia de los pilares en su vida, a quedarse sin nada en las manos porque todo pasa muy rápido o no pasa simplemente. Hay una alusión muy transparente a Jeff Buckley en la película, y digo transparente porque en ningún momento se utilizan canciones de él en la banda sonora, ni se hace aspaviento groupie del tipo (de ese tipo de aspavientos tan feos que prostituyen el arte). Se habla de Grace, de Jeff Buckley, cuando el chico va a una disquería a pedirlo, y cuando observa el álbum segundos antes del final. Es una transliteración: él ve su reflejo en las canciones del músico, sosteniendo el disco en sus manos como el eco de lo que le sucede, pero está escuchando otra canción. Mientras la escucha todo pasa como él lo desearía, es una canción que no conozco, pero que me gustó mucho. Su imaginación recrea una felicidad pálida, porque la escena misma lo es, es el estado más débil, más frágil al que puede llegar, y es quizás el único momento en que puede esbozar cierto estado de tranquilidad. Una tranquilidad levemente helada, ceñida por una nostalgia fría, por un sentimiento que repta desde el sonido en off de un avión despegando, desde la desaparición del amigo luego de una confesión conmovedora. Es un relato directo, claro, es una historia de amor como son las historias de amor en un tipo estrellado, una historia que no se desborda en sentimentalismos ni en obviedades, sino que transita en una comprensión que trasciende la pantalla, que prosigue en "Grace", que se graba con las imágenes de los aeropuertos y el vuelo que no va a llevar a ningún lado.

La joya que vi antes de esta otra joya fue Buenos Aires Viceversa (Alejandro Agresti, 1996). Esta película me pareció monumental y extrañísima, se notaba que la filmaron rápido, y su ritmo era muy extraño pero ágil, mostrando con soltura una serie de personajes en aparente desconexión salvo ser porteños y pasar, unos más temprano, otros más tarde, por un motel de cuarta. Los personajes rozan una locura que por ratos parece de Kusturica, pero que goza de personalidad propia. Es una locura con una base desesperada, fragmentada, anhelante, neurótica. Los personajes están en una caldera de emociones, son promiscuos pero parecen no disfrutar del sexo, parecen necesitar más cosas, algo que ni ellos mismos pueden definir, pero que se signa en cada cual a través de un nerviosismo intrínseco. Les cuesta comunicarse, unos hablan mucho, otros no hablan nada, no hay tiempo para andarse consolando, no hay tiempo para determinar un personaje protagónico, una historia de fondo, sólo es acorde dejarse llevar por las historias, que por ratos rozan el bizarrismo, pero que operan con lógica, con coherencia. Una mujer enamorada de un presentador de televisión, sirviéndole milanesas en el almuerzo como si fuera una persona de carne y hueso, una pareja de aristócratas que no sale de su departamento hace veinte años, un viejo guardia de seguridad que se obsesiona con una ciega al borde del colapso son un puñado de los personajes que se arman y desarman en esta película, que si bien podría ser definida como coral, tiene una distancia gigantesca con otras películas corales que he visto (las de Robert Altman por ejemplo), principalmente porque aquella "necesidad" se percibe en todos. Hay una unicidad en la fragmentación, es la búsqueda frenética de un algo inefable que es necesario, que no se tiene. La soledad urbana, la soledad aún estando con los otros, sin melancolía, sin complacencia, se repite de personaje en personaje. Se hace referencia a la dictadura militar, a la muerte de 30.000 argentinos a los cuales está dedicado el filme, como explicación o artífice de una sociedad desarticulada, confusa, aturdida. El asesinato de quizás el mejor personaje es tan brusca como chocante, y así como lo es, metaforiza la realidad argentina y el ejemplo de un tiempo plagado de muertes tergiversadas con descaro por los medios informativos. Pero la cosa no va de política. O no va sólo de política. Se mete más adentro, dispara en todos los sentidos, se enreda en escenas de parejas con imposibilidad de comunicación, en el acercamiento fresco y transparente de un niño huérfano y la chica que más aparece en la película, en una unión tan necesaria como evanescente y pura. Afloran subtramas tan ricas como irreductibles, porque es imposible saber de qué se trata finalmente Buenos Aires Viceversa así como, parafraseando una de las mejores líneas, es imposible saber si se puede hallar belleza en esa ciudad. En esa ciudad llena de personajes sin destino, de borrachines con aspiraciones filosóficas e invalidez para la alegría, de boxeadores perdedores con sueños tan simples como inalcanzables, de ganadores vacíos y mustios que pese a todo el dinero del mundo no sienten nada adentro, de técnicos en electrodomésticos malditos por la catástrofe, y así sucesivamente. El mosaico es grande pero no difuso, el anhelo de felicidad se traduce en la tónica de una selva cosmopolita, trivial, aislada, es el escenario para una obra con ecos subjetivos y propios, una visión personal que remitirá en cada cual de acuerdo a sus amplitudes o historias, porque esa es la apuesta de Buenos Aires Viceversa: la recodificación de una ciudad de acuerdo a sensaciones que rozan el desamparo evidente con la poesía sugerida del frenetismo, la invitación a recorrer un Buenos Aires interpretado desde un naufragio psicológico que reflota en múltiples historias desmembradas por una misma e indescriptible tragedia.

11.8.08

Texto agregado el 02-03-2009, y leído por 252 visitantes. (0 votos)


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