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Cuando el médico lo miró con aquellos ojos, supo que algo malo pasaba. No había compasión en aquellas pupilas, era algo vago, un dejo de apatía, mezclado con un no se qué de tristeza. Fueron tres palabras que se clavaron en su dermis adolorida: -Usted tiene cáncer.
No. No era edad para morirse, aún cuando sus abuelos habían fallecido mucho más jóvenes que a los años que había cumplido él. -¡Cáncer! Tantas veces había escuchado que la gente aquejada de ese mal, moría irremediablemente, y ahora, era claro, le tocaba morir a él. No estaba dispuesto a dar la lucha, no sabía como enfrentarlo y deseaba que esto terminara lo más pronto posible.

-Es un cáncer terminal, amigo, perdóneme la sinceridad, es preciso que usted arregle sus asuntos con la mayor brevedad, ya que son muy escasas las posibilidades de sobrevivencia.
El mismo le había pedido al médico que fuese lo más sincero posible y éste, obedeciendo a esta promesa, fue lo suficientemente claro.

Dos meses, a lo sumo, tres. Ese era el trayecto que le quedaba por recorrer en esta vida que nunca le fue tan grata. Menos ahora, con esas punzadas que le dolían hasta el alma. A pesar de todo, se negó a realizar los exámenes de Quimioterapia, acaso la última vía para aferrarse a una esperanza. Muy poco lo ataba a esta existencia, dos hijos, viviendo en las antípodas de su anhelo, una ex esposa que lo despreciaba de la manera más visceral que puede despreciarse, amigos, contados con los dedos de una mano, y nada más. Muy poco para un hombre que ya había cumplido cincuenta y seis años.

Pero, por simple capricho, por curiosidad, o como quiera que se le llame, un día resolvió que entrevistaría a cuanto viejo encontrara en su camino y haría un somero inventario de esas vidas que él no alcanzaría a experimentar. De ese modo, haría suyas esas vivencias y completaría su vida truncada con ese mosaico nostálgico de aquellos viejos.

-No hay madrugada que no me arrobe el alma- le dijo un anciano de larga cabellera y aspecto de escritor a punto de jubilarse. (¿Se jubilan los escritores?) Y el condenado supo que a medida que los años van decolorando los recuerdos, la vida surge como un milagro tardío que se recibe como tal, con humildad y regocijo. Y escribió esta frase en esa bitácora que comenzaba a redactar.

-La vida se bebe a sorbos, como el buen vino, se cata, se disfruta. Lo pretencioso de nuestras aspiraciones, da paso a una alegría infantil. Nada pido, sino que mis palomas aguarden en la plaza y yo pueda agasajarlas con unas cuantas migajas.
Quien decía esto, era un señor delgadísimo que caminaba con tranco cansino. El enfermo, sonrió y cogió esta nueva perla. Su bitácora crecía.

-Me gusta la vida. Me gusta sentir el sol en mi piel, el viento en mi rostro, amo el buen vino que resbala prodigioso por mi garganta, poco tengo y sin embargo, amo esta vida.
El viejo que decía esto, caminaba afirmado en un bastón y hacía de cuando en vez piruetas circenses con dicho adminículo, ocasionando las risas de los pequeños que lo contemplaban con ojos extasiados. Nueva frase para la bitácora y el condenado, estaba cada vez más pensativo.

Curiosamente, fueron muy pocos los ancianos que manifestaron estar demasiado airados con esta existencia. Muy por el contrario, algunos viejos que permanecían inmóviles en sus sillas de ruedas, decían amar esos días y esas horas y sólo esperaban que un nuevo sol iluminara sus existencias.

Cuando su bitácora ya estaba repleta de frases, se dedicó a estudiarlas, para así, hacerlas suyas y estructurar lo que hipotéticamente pudo haber sido su propia vejez.

Pero, se sintió insatisfecho.

Al día siguiente, se propuso someterse a la quimioterapia aquella, la esperanza incierta de alargar su vida, para degustar su propio otoño…










Texto agregado el 25-02-2009, y leído por 223 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-02-2009 Que bueno que se le ocurrió escribir ese inventario de vidas, le permitió sacar la mente de su propia persona para llevarla al mundo, un primer paso para sanar. Pienso como Shosha, es un cuento que ayuda a ver la vida con otros ojos. neige
26-02-2009 Que te puedo decir,son experiencias tan dificiles,Ese momento en que alguien menciona la palabra cancer.El cielo se abre en dos y el suelo se desintegra.Son momentos de mucha angustia,pasado el primer impacto ,uno se rearma y toma la desicion de continuar,por el tiempo que sea .Alli es cuando uno se da cuenta que con cancer o sin el ninguno de nosotros conoce la hora ni el dia de la partida.Aunque no lo creas este texto me dio un gran empujon a mi animo.Muchas gracias ****** shosha
 
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