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Inicio / Cuenteros Locales / albertoccarles / Una aproximación a la sexta letra

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¿Cuál sería esa palabra de la cual yo era una sílaba?
El ramo azul, Octavio Paz.



Ella ya no me necesita. El vacío, ese desierto gris, brumoso, que se abre hacia delante, hacia los flancos, y cierra el retorno. Nada hacia arriba, nada hacia abajo- aunque el suelo es árido, pedregoso e impresiona sólido. Un horizonte se presiente más allá de la espesa niebla, pero carezco de la facultad para adivinar. No conjeturo nada, ni preveo nada: todo me es ajeno excepto esto, que tampoco puedo definir. Camino y avanzo con el mismo ritmo que me mantiene inmóvil, estancado en un espacio más virtual que real, poseído por un tiempo que no transcurre, pues carezco de parámetros para señalarlo. Hasta aquí, el paisaje exterior. El interior no es menos desolador. La epidermis se funde con la niebla pringosa, un aliento dulzón por momentos fétido, y el desplazamiento resulta tan desganado como dificultoso. Sólo la voluntad aplicada con vivo esfuerzo lo posibilita. El dolor que provoca el movimiento en músculos y articulaciones, enturbia mi intento permanente por centrar la atención en la conciencia, cosa que no logro hacer desde la aparición del ave dorada, y la oquedad visceral que me produjo su vuelo. No consigo sintonizar mis pensamientos, y compruebo que los sentimientos están ausentes. Es más, la esfera que quizá alguna vez ocuparon ya no existe. O tal vez nunca existieron por carecer de vía para abrirse paso. Cavilar de una manera lógica en referencia a un acontecimiento pasado o futuro no me resulta factible. Espasmódicos y esporádicos, apartados entre sí, los pensamientos asoman y se alejan, impulsados por voluntades ajenas. A los sentidos los registro aún incorporados a mi persona, vivos y exasperados. El ruido atroz, la fetidez, el gusto agrio o amargo, el dolor propioceptivo, el ardor quemante en la piel toda, y la visión hiriente de la nada, llegan hasta mí, surgen de mí como original esencia, si la propiedad vital que me caracteriza puede denominarse de esa manera.

Nada ayer, nada mañana, y hoy así. Esperanza cero. Deseo nulo. Ni de vivir, ni de soñar, ni de reír, ni de llorar. Ni tan siquiera de morir, que podría representar en esta circunstancia una fuerte tentación. No se me ocurre proyectar la posibilidad de terminar con esto, pues no me es posible imaginar lo inimaginable. Y tanto el espacio como el tiempo ya no me contienen.

Por momentos crees que es factible que tu precaria realidad adquiera una forma casi manifiesta. Y esa tangibilidad podría acercarte a una experiencia límite de absoluta disolución. Que la nada se identifique y se funda contigo, abandonando esa posición intermedia, permitiéndote desaparecer y, con ella y en ella, ser ella misma. Pero sabes que la razón de tu aislamiento te impide alejarte de la sinrazón de tu existencia burda, opaca, estéril y esencialmente solitaria. Tu aislamiento es tan cerrado que ni deseos tienes de abandonarlo. Es que sueños y deseos no forman parte de la corriente existencial por la que te mueves. Lo que sientes, te penetra a la fuerza como un vaho helado o surge de tus poros como un vapor nauseabundo. Aún no has llegado a juntar los pedazos que te permitirían recobrar la conciencia.

Un punto en el vacío cósmico. Un grano de arena en el desierto plantario. Tu infinitesimal dimensión no deja de cobrar lo suyo en el ámbito de tus propias secuencias, de tu entorno mínimo. Buscas la conciencia como un punto de partida. Pero el vacío es tan desgarrante, que te impide concebirte a ti mismo como ser individual y dentro de su propia piel. Flotas entonces, o te sumerges, en el líquido que te bañaba en un tiempo ancestral, diluido como granos de sal en la vastedad del mar. Sabes que no te disolverás por completo. Conoces también que estás tan alejado de la conciencia como de los sueños sin fronteras, y que tu precaria subsistencia debe su miserable pero concreta realidad a la quimera que febrilmente la posee, que la toma para sí como se toma algo que se ama y se odia con igual pasión.

El ave fénix se revuelve en las cenizas, asomando su plumaje rojo dorado. Se sacude con un aleteo agónico, por nacer, provocando una nube a su alrededor. Se afirma sobre sus patas, empina el cuello, mira hacia abajo, hacia los costados, hacia arriba, extiende las alas y, con un suave movimiento salta hacia el aire. El pulso de las alas lo sostiene , ingrávido, y se aleja hacia regiones más abiertas, tan lejanas como inhumanas.
Ya no me necesita. Debo juntar los pedazos, y si puedo, recomenzar
. (1)

Me quedo, me voy. Me quedo. Escribir es mi destino y lo asumo. Debo hacerlo para ir construyendo un cuartito cómodo, hogareño, fácil, cálido, donde refugiarme cada vez que me sienta pequeño, ínfimo, con la garganta agarrotada por ese miedo que me provoca el intento de salir fuera de mí, antes de convertirme en un animal de paso, que nada deja cuando mira, cuando toca, cuando besa, cuando escupe, cuando come, cuando insulta. Vacías las cuencas de los ojos, el frío en la espalda no me permite abandonar la luz helada que retiene la niebla, y el rigor del invierno se ensaña con la plácida continuidad de la forma. Está dicho que todo cambiará, con sólo moverme lejos del espacio que me separa del globo traslúcido. Y la firme solicitud me confirma una dosis mayor de legitimidad con sólo tomar una pequeña imagen que me regrese a sitios solitarios. Punto.

Difícil situación en la que he caído, la de no tener un soporte firme, como que no existe realmente. ¿Si creo en los espejos? Lo hacía cuando era niño. Creer en los espejos es admitir otra dimensión, la que se abre más allá de los destellos de su alienante superficie. Avanzo hacia ella, con la mente en blanco, el cerebro tranquilo, los dedos fáciles, respondiendo a impulsos vaya a saber uno de quien, que permiten que la escritura sea continua y estable. Ése que conoce el final de las cosas, porque todo termina muy pronto cuando ha comenzado de esta manera, está allí, y lo posee la firme convicción de que se derramará junto con el ocaso de las cien ideas que meditan los cien sabios por nacer, y entonces, frente al espejo que devora y no restituye imágenes, busco el significado oculto de la palabra Vau (2) y comprendo que el vacío, la nada, no esconde dos caras, dos significaciones opuestas: no tiene ninguna; que el equilibrio no existe, y que el punto intermedio pretende montar un gancho entre el nacimiento y la muerte de la sabiduría, entre el comienzo y el final de un átomo de existencia, que desde este lado oscuro de la realidad, resulta luminosamente indescifrable e inasible.

Ella no me necesita. Y el ave dorada ya no regresará. Vuelvo, entonces, al silencio, donde reposan las palabras, las reveladas y las no dichas, las gastadas y las por nacer. Vuelvo al silencio, tan cercano como alejado de la sexta letra.

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PS: Agradezco la valiosa colaboración de Gabrielly en la corrección del original.




(1) Sinfonía en re o el ave fénix.[C:33675]
(2): VAU: Sexta letra del alfabeto cabalístico primitivo: Encadenamiento, unión, lucha, antagonismo, combinación, equilibrio. Es el punto que separa al Ser del No Ser. Es el término de conversión que permite el tránsito de una naturaleza a otra. Su significado exotérico es “gancho”, y el cabalístico, “luz, claridad”. (Diccionario de Ciencias Ocultas-Colección Esotérica Universal- EDITORIAL CAYMI -Bs.As.)


Texto agregado el 17-05-2004, y leído por 828 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
19-05-2004 Ya me conoces y por supuesto no esperas de mi comprensión pero me sucede lo de siempre, leo encandilada por las palabras y sé que me gusta y una vez comparé tus escritos de este tipo con aquellos de Borges a los que no accedo en profundidad. Me gustan sin motivo. De este texto creo que la segunda parte estaba más a mi alcance y allí sí que te acercaste a Borges con su predilección por los espejos y por sus estudios de Cabalá.Gracias NINIVE
18-05-2004 Solo me queda felicitar a los dos ¡Qué mejor lectura que dos plumas rompiendo el silencio con el arte de las palabras!. Me gustaría destacar pensamientos e imágenes de este bello texto. Pero estoy segura que habrá más oportunidades de leeros. maravillas
17-05-2004 Re-flexión. No tengo el gusto de conocerlo personalmente; un gran gusto me ha dado usted. En tanto, debo agradecer un ámbito que he dejado de lado, la literatura, escribir-describir,re-escribir. Muchas gracias. SamuelAbarca
17-05-2004 Ha sido un honor que usted me haya permitido esta colaboración, distinguido colega. Ha sido un excelso ejercicio de aprendizaje haber visto este boceto desde su génesis hasta el exquisito monólogo reflexivo en lo que se convirtió. Talento de sobre hay. Mil abrazos. Gabrielly
 
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